Luego de una escala de un par de horas en Barajas proseguimos también con Iberia hacia El Prat, aeropuerto al que arribamos cerca de las 11 de la mañana. El taxi, incluido el recargo por las maletas nos cobró 35 euros hasta el Hotel Cuatro Naciones en la Rambla número 40 en la Ciutat Vella, a metros del Mercado de Boquería y a unas seis cuadras de la Plaza de Cataluña. Habíamos visitado España en un par de ocasiones anteriormente pero no habíamos llegado a la ciudad condal. Barcelona recibe esa denominación pues desde que se formó Cataluña en el siglo IX hasta los inicios del siglo XVIII su territorio fue un condado hasta que fue anexado a la Corona de Castilla y Aragón. Nos habían dicho que nos iba a gustar mucho este destino, acertaron, nos encantó.

En el mundo de los viajes y el turismo cualquiera puede teorizar, más allá de la calidad del contenido que se genere, lo cual depende exclusivamente de la facultad que se ostente para el relato.
Pero tener la enorme fortuna de poder realizar un viaje de casi un mes por Europa y además, la suerte de contar con una tribuna como ésta para comentarlo, es un plus enorme.

Luego de un lunes muy ajetreado en Roma, donde terminamos tomando medicación y aún no sabemos si por causa de algún enfriamiento por los continuos cambios de temperatura o por la visita al Museo Vaticano y a la Capilla Sixtina. Alguna de las dos cosas nos hizo mal...

Cuando planificamos el viaje original, Italia no estaba prevista. Al comprobar la disponibilidad de algunos días más de mi esposa se nos ocurrió incluirla y hoy podemos celebrarlo con conocimiento de causa. Nuestra experiencia en la Costa Amalfitana ha sido espectacular y altamente recomendable. El sábado 26 apenas pasadas las 7.30 partimos en la Giulietta desde Montepertuso, la villa de Positano donde nos alojamos, teniendo esta vez la disfrutable diferencia que fuimos despedidos del lugar, la Selva Santa, por nuestros propios anfitriones, con abrazos y fotografías varias.

Varios amigos me preguntaron cuando supieron que había alquilado auto para llegar a Positano si estaba seguro de manejar por aquí. Que uno sepa sus limitaciones es lo mejor que se puede ostentar y creo conocerme. Si bien nadie es infalible, puedo decir que soy prudente a la hora de sentarme al volante pero, debo confesar que sudé la gota gorda hasta llegar a la Selva Santa en Montepertuso, Positano, el Bed & Breakfast elegido para nuestra estancia aquí. Afortunadamente, la rentadora del aeropuerto de Nápoles en vez del VW Golf que había contratado me dio una Giulietta Alfa Romeo y es un lujo como sube hasta en segunda. Pero llegué, la estacioné y hasta el sábado que nos vamos a Roma, no la muevo.

El vuelo de París a Nápoles desde el mismo momento que lo quise comprar, hace más de dos meses, empezó con complicaciones y obviamente, no podía terminar diferente. En el primer intento, el consolidador (la española Rumbos) al que le compré el ticket en primera instancia, nunca tuvo la reserva confirmada y lo comprobé al chequear con el código de la misma. Idas y vueltas de reclamos y explicaciones y finalmente, cancelación de la compra pero no sin antes tener que soportar que me cobraran 20 euros por la "gestión". La ley de la web aconseja que más vale perder eso que perder todo.

Si bien este martes no fue de los mejores días en la capital francesa, reitero que aún sin haber partido, ya quiero volver a París. Dejando de lado todo aquello que nos duele por una historia teñida de sometimiento y despojo por parte de las casas reales de Inglaterra y Francia contra todo lo nuestro, lo cual hay que recordarlo siempre, tenerlo presente, en este sitio que es de turismo y aviación comercial debemos circunscribirnos preferentemente a ello. Nadie me obliga a definir si es mejor Londres que París, por lo tanto no lo haré pero si afirmo que ambas son maravillosas como ciudades, dignas de ser visitadas y no sólo una vez.

La capital francesa es algo que marca a fuego a cualquiera que llegue a ella, máxime si quien lo hace tiene como una de sus principales actividades el turismo. Es por cierto la simple explicación del porqué, Francia es el destino más visitado del mundo entero. La historia está en cada paso como así también los servicios y la permanente sensación que no hay nada improvisado y que todo está resuelto. Dentro de la impactante oferta, hay un hilo conductor permanente: el río Sena.

Luego de haber pasado unos días por España, Grecia y Reino Unido, llegamos este fin de semana a Francia. Salimos desde la estación St. Pancras en el norte de Londres en el Eurostar y llegamos a París también en el mismo punto geográfico de esta capital, como bien lo indica el nombre de la estación: Gare du Nord. La travesía a 189 millas por hora (un poco más de 304 kilómetros) llevó dos horas quince minutos, incluidos los 20 minutos del Eurotúnel, por debajo del Canal de la Mancha. Lo pensé antes y lo confirmo ahora, si bien el servicio es de excelencia, no es nada grata la sensación que se está bajo agua en un mundo donde pasan tantas cosas raras a cada momento. Por ejemplo, en la breve estadía londinense tuvimos una demora prolongada un día y una rotura otro día en el metro. En ese lapso sumergidos tratamos de mantener la mente en blanco.