por Ramón de Isequilla, desde Madrid
Lo que si queremos transmitir, es que cuando se inicie la recuperación, aún antes, cuando se comience a pensar en ella, no habrá que mirar el coronavirus como el centro del problema, pues estaremos errando de diagnóstico. La pandemia que padecemos, que tarde o temprano la globalización descontrolada nos iba a traer, nada tiene que ver con los problemas estructurales de nuestro sector turístico, sólo fue un detonante. Los problemas que hay que encarar no hay que mirarlos en el microscopio de la ciencia, sino en el fondo de nuestra sociedad y en el fondo de nuestros corazones.
Somos una sociedad enferma, preciada de si misma, egoísta, hipócrita pero políticamente correcta, y nuestro problema es moral. Hemos banalizado hasta lo Sagrado y el virus, nos plantó frente a nuestras narices una verdadera Cuaresma, cuarenta días de reflexión hablando con Dios los Cristianos y hablando consigo mismo los no creyentes.
En estos tiempos al decir de Jaspers, estamos en un momento Axial de la historia. En todo el mundo, sin conexión aparente alguna, están ocurriendo cosas, como las acontecidas ocho siglos antes de Cristo, y su común denominador es la reflexión como consecuencia del sentimiento de fragilidad que acongoja al hombre.
Necesitamos en los países, en los distintos sectores de actividad y en las empresas mismas, “líderes” que nos marquen el camino. No es momento de “gerenciar”, eso es para épocas de bonanza, y mucho menos de “gerentes de marketing”, es tiempo de “liderar”.
El sacudón, que ya empieza a sufrir nuestro sector turístico, y en especial sus pilares que necesitan infraestructura e inversión para existir, como son el transporte aerocomercial y la hostelería, provocará cambios o aniquilación. Nosotros elegimos, estamos dispuestos a cambiar o resignados a desaparecer.
El turismo, actividad compleja, transversal, realizada por el sector privado en espacios públicos, con fuertes regulaciones estatales, se encuentra en un momento de decisión, debiendo elegir entre Sócrates o los Sofistas.
Hoy comienza la primavera septentrional, los bares y terrazas de Madrid, tendrían que estar llenos de cañas y alegría. Pero no, están cerrados, sus sillas apiladas, una imagen de una ciudad ocupada por un virus. Esto no nos debe provocar tristeza ni desazón, sino ayudar a prepararnos emocionalmente para la “noche de San Juan”, donde quemaremos nuestros males y miserias.
Entre el 40 de mayo y el 24 de junio saldremos de esta pesadilla, prepárense, que los espero.
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