por Luis Alejandro Rizzi, desde Buenos Aires
En lo personal “El Pedemonte” estuvo ligado a aspectos importantes de mi vida profesional ya que era el punto de encuentro para nuestros ágapes con los clientes y amigos más apreciados y para agradecer por poder ejercer la abogacía como fruto de una genuina vocación.
Sin embargo “El Pedemonte” guarda en la entraña de sus paredes y de su famosa barra de roble los recuerdos y secretos de parte de nuestra historia política, cultural y farandulera.
Conocimos “El Pedemonte” en la calle Rivadavia, luego se fue a Esmeralda entre Rivadavia y Bartolomé Mitre para regresar a la emblemática Avenida de Mayo cuyo recorrido nos trae el recuerdo de “La Gran Vía” de Madrid por su parecido o de la vía Véneto por haber sido su fundador uno de tantos inmigrantes llegados desde Italia.
Con su gerente Jorge Sánchez recorrimos, entre copa y copa de champagne, ésta rica historia matizada con anécdotas de nuestras experiencias como comensal, como el famoso puchero de los domingos y Claudia, mi mujer, no pudo dejar de mencionar la pascualina de de corazón de alcauciles, uno de sus platos preferidos, que periódicamente debía satisfacer sea en el almuerzo o la cena de jueves o viernes llevándola al “Pedemonte”.
La noche la cerró Gastón Da Cruz que le dio con sus imitaciones, algunas sobresalientes, ese toque de frescura y gracia necesario en toda celebración.
Nos fuimos pasadas las once de la noche y no sentimos el intenso frio de la calle porque aun nos acompañaba la calidez de este encuentro entre el antaño y el hogaño que es “El Pedemonte”.
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