De pequeña la llamaban Mafalda porque su mayor deseo era salvar el mundo. Con tan solo 14 años, la colombiana Natalia Bayona, en una redacción de clase ya decretó, sin imaginar su futuro, que su sueño era cambiar la imagen de su país, “trabajar las relaciones internacionales para mostrar una nueva Colombia al mundo. Esto fue en los años noventa, que fue el momento más duro que tuvimos”.
También soñaba con trabajar en Naciones Unidas, y aquí está, en Madrid, en la sede central de la Organización Mundial del Turismo, desde donde dirige el Departamento de Innovación, Educación e Inversión, un puesto creado para ella por la necesidad de fomentar estos tres ámbitos en un sector que, aunque sume grandes dividendos a los PIB mundiales, tiene un potencial infinito. Y ella maneja, desde su cargo, las tres claves para su desarrollo.
Decidió estudiar Gobierno y Relaciones Internacionales, y con solo 20 años ya trabajaba en ProColombia, la agencia de promoción de turismo, inversión y comercio del país. Empezaba a cumplir cada una de esas líneas que escribió de niña, porque durante una década se dedicó a crear campañas de publicidad innovadoras, a dirigir la promoción turística de Colombia desde Chile, a entrar en contacto con empresarios, turoperadores, agentes de viajes y aerolíneas y, como colofón, a fundar la Oficina Comercial de Colombia para el Mercosur en Buenos Aires. Con 27 años era la mujer más joven en liderar la promoción turística internacional de su país. Cuando lo dejó, pocos años después, el sector turístico, antes inexistente en Colombia, se había convertido en el segundo motor económico.
“Todo esto no se puede hacer sola, tienes que tener un equipo muy grande. Pero sobre todo lo que yo agradezco de esos diez años es el empoderamiento que me dieron mis jefes desde el primer día. Y he tenido de todo tipo: el presidente del Gobierno, el ministro de Comercio, Industria y Turismo, presidentes de ProColombia, políticos, técnicos…”, reconoce Bayona. En medio de ese éxito, habiendo tocado su techo de cristal, y como suelen suceder las cosas, recibió una llamada. “Parte de mi corazón tenía una asignatura pendiente, que era vivir aquí, sabía que era un paso obligado profesionalmente. Tenía que aprender en esa capital mundial del turismo que era España”, añade.
Y hace seis años, María Benjumea, fundadora de South Summit, el mayor evento que conecta a inversores y emprendedores en el sur de Europa, pensó en ella para exportar su marca a Latinoamérica, ayudarla a conocer el ecosistema de emprendimiento colombiano, los grandes empresarios, el Gobierno en Medellín, en Bogotá y en Cartagena. “Me dijo: ‘¿Cómo te ves dentro de diez años?’. Y yo le fui sincera: ‘Me veo como ministra de Turismo’. ¿Sabes lo que me respondió? ‘Pues fíjate, yo te veo como presidenta de Colombia’. Recuerdo reírme mucho con María en esa conversación”.
Poco después ahí estaba, a su lado, su brazo derecho, aprendiendo lo que hasta ahora había sido su única inmersión en el sector privado. Poco le duró. En otro encuentro fortuito, paseando por la calle Serrano, se cruzó con el que iba a ser su próximo jefe, Zurab Pololikashvili, antiguo embajador de Georgia en España y que estaba recién nombrado secretario general de la Organización Mundial del Turismo.
Cuando él le propuso formar parte de su equipo –su principal misión era transformar el sector–, por primera vez planeó brevemente una sombra del síndrome de la impostora. “Yo le decía: ‘Tengo 32 años recién cumplidos, soy una joven latinoamericana, me va a tocar empezar de cero con eso, con esa burocracia..., ¿qué voy a hacer ahí?’”. Pero Mafalda apareció de nuevo y vio todo el camino que tenía por delante. “Ahora lo que hago es trabajar con las startups, los gobiernos, las academias, los inversores... Es el mundo perfecto, porque consiste en trabajar con el sector público y el privado para ayudar a que los emprendedores crezcan, para que el turismo sea más responsable, que a través de las nuevas tecnologías sea un sector económico líder, que no se quede en el sol y playa, sino que se vea como un área de valor agregado. Fue la prioridad desde el principio del secretario general, y así se lo dijo a los ministros de Turismo de todo el mundo, y me ayudó a que hoy seamos el departamento con más prioridad de la ONU y una referencia”, comenta.
Así es como consiguen logros en uno de sus principales focos, la innovación. “Antiguamente se construía y no se sabía para qué, podías construir un hotel sin propósito alguno, o un parque de atracciones o un aeropuerto”, cuenta Bayona. “Hoy en día, nuestro rol en la OMT es liderar ese cambio, esa visión para que los inversores y los países entreguen incentivos financieros y no financieros a los hoteles, para que los inviertan en infraestructuras que tengan energías renovables, para que apuesten por la inclusión de comunidades donde la mujer desempeñe un rol importante; el turismo es el gran empleador de mujeres y jóvenes en el mundo”, continúa.
Pero para crear un sector fuerte, también hay que prepararlo: “Aquí, la educación, más que una prioridad, es una obsesión a título personal. Cuando empecé a trabajar sacaba tiempo y daba clases en colegios públicos, en Colombia, porque entendía que el poder de transferir el conocimiento era clave”. Actualmente, este ámbito le lleva el 70% de su tiempo, porque el reto no es poca cosa: “Dos terceras partes de los jóvenes europeos que están trabajando en turismo solo tienen habilidades en secundaria. A medio plazo eso es un problema salarial, de estabilidad y de crecimiento, y es a nivel mundial. Por lo que todos los días trabajo con las mejores universidades del mundo en turismo para sacar cursos y proyectos que sean accesibles y que tengan una alta calidad. Hemos creado una plataforma, la Online Academy, y ahí están todas las mejores universidades del mundo en turismo subiendo los mejores cursos gratis para que la gente se eduque”.
Una gran ayuda para democratizar el acceso a los estudios, pero no suficiente: “Cuando hablamos de educación, el primer tema es que el 80% de las carreras actuales están enfocadas en la hotelería. Eso me parece brillante, pero ese modelo tiene que innovar sí o sí, para que se pueda solventar el problema salarial; y para que se convierta un empleo a corto plazo en uno a largo y medio plazo tiene que haber una política de Estado. Las academias tienen que sentarse con el Ministerio de Turismo y el de Educación porque son los certificadores”. Su voz es firme con respecto a la educación, porque sin ella, no hay cambio.
Portal de América - Fuente: Vogue