por Nicolás Raffo Menoni, desde Montevideo
- Vimos acciones que suman y que sí funcionan.
- Mencionamos los riesgos de solo apelar a los avances tecnológicos como una forma de lograr la Sostenibilidad.
- Señalamos las distancias entre la teoría y la práctica.
- Reflexionamos sobre los impactos de los conflictos armados en la tan ansiada y necesaria Sostenibilidad.
- Vimos el estado de situación de la denominada Agenda 2030.
Por todo lo expuesto, debería de quedar más que claro la complejidad que implica alcanzar la Sostenibilidad en general, y en particular en la actividad turística, que es el tema que más nos compete a nosotros.
El Turismo genera impactos nocivos en la actualidad y la propuesta de la ONU Turismo no deja de ser un llamado de atención y sobre todo un llamado a la acción.
Que el Turismo deberá ser sostenible o no lo será, es un hecho.
El problema es que en la actualidad asistimos a un montón de buenas intenciones y a un montón de discursos; sinceros en muchos casos, pero vacíos en sus acciones y contenidos en su gran mayoría.
¿Es necesario aclarar que de la forma en que venimos gestionando a nuestra actividad no alcanza para que sea sostenible?
¿Quedó algún duda de que la tecnología podrá ser una herramienta de ayuda pero no la solución definitiva?
¿Cuál debe ser el camino de acá en más?
Algunas líneas de acción que ya hemos ido planteando en las columnas precedentes pasan por:
1. Capacitación para saber lo que hacer.
2. Concientización para poder implementar los cambios necesarios.
3. Fiscalización y sanción para los casos que no se ajusten a lo deseado.
4. Investigación para generar nuevas acciones que si funcionen.
5. Inversión en infraestructuras resilientes.
6. Cooperación para ver lo que funciona y lo que no.
7. Evaluación y medición permanente de los impactos para saber dónde estamos parados.
La agenda 2030, a pesar de que ya se sabe que no se va a lograr, en lo personal creo que es un buen marco de referencia de los objetivos a alcanzar.
Sin dudas se debe ser mucho más incisivos en cuanto a su logro, y sobre todo en lo que respecta a que cada quien asuma los logros que debe alcanzar y ser concientes también de los impactos que genera.
Ya se sabe que no todos contaminamos de la misma forma en el mundo.
Ya se sabe que hay países desarrollados que transfieren los aspectos nocivos de sus producciones a los países del tercer mundo.
Y se sabe también que si no hay aportes económicos y transferencia de conocimientos de esos países desarrollados a los denominados en desarrollo, no habrá avances fuertes en el logro de los 17 objetivos para el desarrollo sostenible.
No se trata de seguir manejando a la agenda 2030 como un calendario, sino de tratar de que pase realmente a formar parte de un contrato social colectivo con plazos, normas y logros que se deben alcanzar en breve y no pateando la pelota hacia adelante.
Debemos ser concientes también de que esos necesarios procesos de innovación que deberán darse, sobre todo a nivel de las necesarias transiciones verdes y transiciones digitales que se necesitan a nivel global, en caso de que no se tomen los recaudos necesarios, terminarán siendo también procesos generadores de desigualdad entre quienes puedan hacerlo y entre quienes no.
“Si no hay financiamiento, la transición verde corre el riesgo de ser el nuevo muro que separe a los que pueden innovar de los que quedarán mirando desde afuera”
Esos procesos de innovación necesitan de recursos y de personas preparadas para llevarse a cabo.
¿Adivinen qué países son los que están mejor posicionados para esa realidad?
Y cuando hablemos a nivel interno o de los países en particular, será necesario también articular acciones de manera decisiva.
En la actualidad asistimos a avances y a informes puntuales, pero que están desagregados entre esfuerzos a nivel público, esfuerzos a nivel privado y esfuerzos a nivel no gubernamental de organizaciones que hacen cosas genuinas y válidas por la sostenibilidad.
Eso está bien que sea así, pero para poder hablar de una verdadera transformación para la sostenibilidad, será necesario avanzar en políticas de estado que permitan aglutinar todos esos esfuerzos genuinos que se hacen a nivel individual, para poder integrarlos en forma colectiva y en base a estándares e indicadores que sean comunes para todos.
Si se logra ese camino, será mucho más fácil y sobre todo posible alinear esfuerzos con miras a un fin común.
Se podrá finalmente avanzar un pasito más para que la sostenibilidad no siga siendo ese concepto vinculado por la mayoría al medio ambiente, enfocado muy fuertemente en su dimensión económica y en detrimento de su dimensión social.
En ese aspecto la gobernanza será fundamental, una gobernanza que se anime a incomodar, que se anime a ir un pasito más allá. Que se anime a incorporar a sus comunidades como un activo fundamental para el logro de la sostenibilidad y sobre todo una gobernanza que actúe con, y fomentando y exigiendo la necesaria transparencia para hablar de los resultados que se tienen hoy y de los que se quieran y deban lograr para hablar de un futuro realmente sostenible.
A modo de cierre y lejos de querer paasr por iluso, algunas reflexiones y frases de manual que nos provoquen e inviten a la verdadera acción
“El turismo sin límites, será un Turismo sin futuro. Se debe medir en resiliencia y en avances concretos y no en reservas”.
“Debemos avanzar un pasito más para no seguir predicando mensajes en pro de una sostenibilidad que se asemeja más a la venta de humo que a una realidad posible”.
“Debemos ser capaces de poder generar experiencias para los turistas, sin que sean los residentes del lugar quienes paguen las facturas de los impactos generados”.
¿Estamos dispuestos a pagar el verdadero costo de un viaje sostenible, o seguiremos pidiendo descuentos al planeta?
Si seguimos a este ritmo, el próximo eslogan sostenible que tendremos seguramente seguirá siendo el de las excusas.
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