La ralentización de los procesos aumentó de manera considerable los tiempos de separación entre vuelos, provocando demoras de en promedio tres horas, de los cuales 60 por ciento son pasajeros de vuelos nacionales y el 40 por ciento restante de internacionales.
“Ante estas disrupciones, que son ajenas a la responsabilidad de las aerolíneas, a fin de evitar que más pasajeros, el turismo y el comercio del país continúen siendo afectados por acciones que atentan contra el normal desenvolvimiento de las operaciones aéreas, esperamos que este conflicto se resuelva lo antes posible. La aviación es un medio de transporte esencial para la movilidad de las personas, la conectividad y el desarrollo social y económico de Chile y medidas de fuerza como estas tienen un incalculable efecto negativo en las personas y en el país”, sostiene Peter Cerdá, vicepresidente Regional de IATA para las Américas.
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