por David Escribano, Condé Nast Traveler
Eso es lo que me ocurrió cuando, con tan sólo 11 años, vi por primera vez la película ‘La Misión’ (Roland Joffé, 1986), una dramática historia, protagonizada por unos fantásticos Robert De Niro, Jeremy Irons y Liam Neeson, sobre la esclavización de indígenas en América del Sur a manos de colonizadores españoles y portugueses. Con la música del gran maestro Ennio Morricone de fondo, me enamoré de esa cultura antigua y los exuberantes paisajes. Sobre todo, de las imponentes y espectaculares cataratas del Iguazú, protagonistas de algunas de las imágenes más impactantes del film. Desde ese momento, me juré que algún día exploraría aquellas tierras como se merecían: con toda la tranquilidad del mundo y acercándome a la gente local lo máximo posible. Quería conocer todos sus secretos, todos sus rincones y, sobre todo, escuchar las historias de unas gentes que no lo han tenido fácil.
Unos 16 años más tarde llegaba a Santiago de Chile en un avión procedente de Auckland, Nueva Zelanda. Recorrí parte de Sudamérica durante algo más de dos meses, pero fue sólo el principio de una relación de por vida.
El en valle de la Luna. David Escribano
Desde entonces, he viajado durante más de 18 meses por ese pedazo de tierra que se coló en mi corazón cuando aún era un niño, para ya no salir jamás. También he pasado estancias largas en algunas de sus ciudades, como Buenos Aires, Mendoza, Santiago de Chile o Montevideo.
Después de tantas caminatas; tantas charlas hasta el amanecer con amigos y desconocidos; tantas sorpresas en ciudades y pueblos; tantas horas de autobús; tantas noches en tienda de campaña en playas, bosques y montañas; y tantas risas y llantos con acento sudamericano, creo que puedo dar, a quien quiera escucharme, muy buenas razones para recorrer América del Sur, como hice yo, intentando disfrutarla y comprenderla en toda su grandeza.
PAISAJES DE ENSUEÑO
La primera razón para viajar por Sudamérica con toda la tranquilidad y movilidad del mundo es la belleza paisajística que atesora. Es una tierra profundamente bendecida por la madre naturaleza.
Su principal activo paisajístico es la cuenca del río Amazonas, alrededor de la cual se extiende una inmensa selva que posee el honor –o la gran responsabilidad– de ejercer de pulmón del planeta. Aunque internarse en la selva sin guías ni conocimientos es algo realmente peligroso, sí que es habitual que los mochileros naveguen tramos de hasta 2.000 kilómetros del que pugna, junto con el Nilo, por ser el río más largo del mundo.
Amazonas. Getty
Las selvas dan paso a la árida tundra patagónica en el sur del subcontinente. Allí, entre arbustos, lagos, glaciares y montañas angulosas corretean los guanacos, los zorros grises, los gatos monteses y los hurones. Se trata de una tierra complicada, apenas habitada y en la que se dan todos los ingredientes para disfrutar de un viaje reflexivo.
Lo mismo ocurre en la parte peruana de los Andes, esa cordillera que recorre Sudamérica de norte a sur y que ha sido testigo, justo a los majestuosos cóndores que la sobrevuelan, de proezas, batallas y tragedias.
Tampoco podré olvidar jamás las magníficas playas de Brasil, ese país donde, casi sin saber por qué, tú espíritu se reconforta y vives en un estado de felicidad casi permanente; o las vastas extensiones inhabitadas del desierto de Atacama y el Salar de Uyuni, lugares en los que te sientes insignificante y sobrepasado.
Paraty e Ilha Grand, Brasil. Getty
UNA RICA MEZCLA CULTURAL
A todos esos impresionantes paisajes les faltaría algo si no estuvieran habitados por sus gentes. Son muchos los viajeros que piensan, equivocadamente, que Sudamérica es como un gran ente de uniformidad cultural por el simple hecho de que gran parte de sus habitantes (sin olvidar a los 215 millones de brasileños, así como a los habitantes de las Guyanas y Surinam) comparten el idioma castellano como lengua principal. Sin embargo, durante mis largos viajes por América del Sur quedé maravillado con la gran riqueza y variedad cultural que encontré.
Nada tienen que ver los argentinos o uruguayos (más parecidos entre sí) con los peruanos o bolivianos. Lo mismo ocurre con los ecuatorianos, quienes se diferencian ostensiblemente de los colombianos o venezolanos. Todos, en su conjunto, forman un mosaico cultural del que puedes estar constantemente aprendiendo. Noté esta variedad en sus tradiciones, las historias de sus antepasados, la gastronomía, sus rituales religiosos e incluso en la forma de vestir y la manera de dirigirse a mí.
Montañas de Mendoza Argentina, ruta por Mendoza. Foto de Santiago Martínez en Unsplash
LA OPORTUNIDAD DE INTEGRACIÓN POR EL IDIOMA
Los viajeros españoles tenemos la gran fortuna de poder comunicarnos con gran parte de los habitantes de Sudamérica con total fluidez. En mi caso, además, me defendía bien con el portugués, por lo que también conseguí hacer amigos en Brasil y conocer los sentimientos de los brasileños.
La mejor manera de viajar para conocer gente es hacerlo por tierra, tomando los medios de transporte locales en cada país y no teniendo miedo de iniciar conversaciones, con educación y una gran sonrisa, con personas desconocidas.
Te mentiría si te dijera que no ha habido ocasiones en las que me han contestado con monosílabos desganados y me he tenido que dar por vencido, pero han sido muchas más las veces en las que he conseguido iniciar conversaciones que me han aportado algo. Estoy seguro de que al ser humano se le concedió el don de la palabra por un motivo: para entendernos y aprender los unos de los otros.
En mis viajes por Sudamérica aprendí muchísimo, me reí, discutí, me emborraché y me enamoré gracias a lanzar varios inocentes “hola”, acompañados de una gran sonrisa, a personas que quisieron recoger mi invitación y abrirse a un viajero desconocido.
Buenos Aires y sus evocadores jacarandás. Alamy
CONTRASTES Y PLANES PARA TODOS LOS GUSTOS
Como ocurre con todos y cada uno de nuestros viajes, ya sean grandes o pequeños, no hay una sola manera de llevar a cabo un periplo por América del Sur. De hecho, aunque, centrándome en mi experiencia, el título de este artículo da a entender que Sudamérica se debe recorrer con mochila, lo cierto es que nadie te prohíbe el paso si te ven aparecer con una maleta. Eso va en los gustos de cada uno.
Esta maravillosa tierra propone todo tipo de planes que se ajustan a todo tipo de viajeros. Los cosmopolitas se sentirán más que felices en ciudades como Buenos Aires, Santiago de Chile, Lima, Río de Janeiro o Medellín. Aquellos que busquen grandes caminatas en la naturaleza no sabrán cuál escoger entre la inmensa oferta que encontrarán. Entre los mejores trekkings, varios se hallan en Perú, con el famoso Camino de Inca a la cabeza. También Chile posee el paraíso senderista de las Torres del Paine y Brasil su vasto y exótico Pantanal, pero cualquier país sudamericano ofrece un buen número de rutas.
Camino del Inca, Perú, Félix Lorenzo.
Los amantes de la historia disfrutarán en lugares como Cartagena de Indias (Colombia), Petrópolis (Brasil) o Machu Picchu (Perú), mientras que los viajeros foodies podrán degustar numerosos platos muy distintos a los habituales del viejo continente. Hablamos de ceviches, feijoadas, arroz con camarones, pasteles de choclo, chicharrones de cerdo o sopas paraguayas, por nombrar unos cuantos. Eso sin olvidarnos de los famosos piscos o la cachaça brasileña, esos brebajes que suelen ser el preámbulo de una buena noche de fiesta en Sudamérica, algo que no falta –y doy fe de ello– en ningún país.
Y por último, pero no menos importante, aquellos que busquen descansar en playas paradisíacas no tendrán más que asomarse al Caribe colombiano y venezolano, o a los vastos arenales brasileños, e incluso a las playas de Perú –como Máncora– y Ecuador, bañadas por las aguas del Pacífico.
AVENTURA SIN LÍMITES
Pero, sobre todo, viajar por Sudamérica aporta algo a todo el mundo, sin excepción alguna: AVENTURA. Así, con mayúsculas (pero sin gritar).
América del Sur es uno de esos escasos rincones del planeta que aún nos proporcionan el placer de realizar viajes sin tenerlo todo atado. Abiertos a vivir aventuras e imprevistos que nos deparen sorpresas. Algunas serán más agradables que otras, pero seguro que, pasado un tiempo, todas ellas las recordaremos con un brillo en la mirada y una sonrisa evocadora en el rostro.
Portal de América