Gonzalo Aemilius: espaldarazo del papa al Jubilar debe "abrir la cabeza" a que "hay muchas formas de brindar oportunidades"
Lunes, 18 Marzo 2013

Gonzalo Aemilius: espaldarazo del papa al Jubilar debe "abrir la cabeza" a que "hay muchas formas de brindar oportunidades"
El encuentro inesperado entre el papa Francisco y el exdirector del Liceo Jubilar, Gonzalo Aemilius, dio mucho de qué hablar en Uruguay. Aemilius coincidió con el sumo pontífice ayer cuando éste llegaba a la capilla Santa Ana de Roma para dar su primera misa dominical. Al final de la misa, el papa, quien siendo arzobispo de Buenos Aires colaboró con la causa del Jubilar, presentó al joven cura. En diálogo con En Perspectiva, Aemilius se mostró emocionado por el encuentro, señalando el "vínculo de profunda amistad" que lo une con Jorge Bergoglio "desde hace muchos años". "Ha sido de los grandes guías espirituales que me ha marcado para ser cura", dijo, y destacó que el reconocimiento del papa a la obra del Jubilar se da "en un momento en el que la educación en América Latina está generando más brechas que oportunidades". Para Aemilius el gesto debe ser un llamado de atención para recordar que las ideologías "no nos puede privar de brindarles a nuestros hijos lo que se merecen".
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EMILIANO COTELO:
Los primeros pasos del papa Francisco vienen siendo observados con mucho detalle por una cantidad impresionante de medios de comunicación de todas partes del mundo. Los periodistas lo siguen minuto a minuto.

Por eso llamó la atención algo que ocurrió ayer muy temprano, un buen rato antes del primer Ángelus que el papa Francisco ofició en la Plaza de San Pedro. Ocurrió cuando el nuevo papa llegaba a la capilla Santa Ana de Roma, una iglesia pequeña situada cerca del Vaticano, donde daría su primera misa dominical. Francisco no ingresó secundado por una larga fila de cardenales y otras autoridades, sino que con él venían, conversando, varias personas, entre ellas un cura joven completamente desconocido para la gran mayoría de quienes lo esperaban ahí. Más tarde, sobre el final de esa misa y antes de la bendición, el papa pidió unos minutos para presentar al mundo a ese sacerdote.

“Quiero presentarles a un sacerdote que viene de lejos, un sacerdote que ha trabajado durante mucho tiempo con niños de la calle, con adictos a las drogas. Para ellos abrió una escuela e hizo muchas cosas para que conocieran a Jesús. Y todos estos chicos y chicas de la calle están trabajando o estudiando, hoy”, decía el papa Francisco. “Tienen la capacidad de trabajar, creer y amar a Jesús. Le pido a Gonzalo que venga a saludar. Recen con él. Trabaja en Uruguay, es el fundador del Liceo Jubilar Juan Pablo II. Él ha hecho ese trabajo. No sé cómo llegó hasta aquí hoy, pero voy a averiguarlo. Gracias. Oremos por él”.

Ese espaldarazo al padre Gonzalo Aemilius y al Liceo Jubilar tuvo una repercusión muy fuerte aquí en nuestro país. Desde ayer domingo se habla por todos lados de ese episodio. Vamos a charlar entonces con el padre Gonzalo Aemilius.

¿Todavía estás divertido con lo que ocurrió ayer?

GONZALO AEMILIUS:
Es que me ha causado muchas impresiones y tengo el corazón con sentimientos muy pero muy encontrados. Primero, feliz por el encuentro con hoy Francesco, ayer Jorge [Bergoglio], una persona con quien tengo un vínculo desde hace muchos años, un vínculo de una profunda amistad y la emoción de que ese amigo, hoy, es nada más y nada menos que el papa. Ese vínculo de amistad me hizo tenerlo siempre como un referente a quien acudía cada poco tiempo porque ha sido de mis grandes guías espirituales que me ha marcado para ser cura desde hace muchos, muchos años.

Ese amigo hoy es el papa, pero les juro, a ti y a toda la audiencia, que ese abrazo que le pude dar fue el abrazo con el cardenal Bergoglio que yo conocí, que no por estar vestido de blanco ahora dejó de ser quien es. Y eso me llena de emoción, de alegría, porque cuando me enteré que él iba a ser el papa, estaba feliz por el mundo, feliz por la iglesia, pero un poco triste por mí, porque en realidad perdí a ese referente cercano.

EC – ¿De dónde venía esa vinculación con el cardenal Bergoglio? Ha trascendido, la semana pasada se supo, que en su momento, siendo arzobispo de Buenos Aires Bergoglio, organizó una recolección de fondos para apoyar el proyecto del Liceo Jubilar, pero ese fue el primer contacto tuyo con él o venía de antes a su vez?

GA – No, no, él me conoció cuando yo no era cura todavía, por el liceo. Conoció la obra, la estuvo apoyando; el liceo fue el punto de encuentro pero después él se volvió un guía espiritual para mí, en función de eso fue que se fue profundizando la amistad con Jorge. Empezó por el liceo y después continuó un diálogo y un encuentro de dos amigos.

EC – Hay que entender entonces que mantenían un vínculo frecuente.

GA – Sí, fluido.

EC – ¿Y cómo se entiende que tú estuvieras en Roma justo ayer? ¿Habías viajado la semana pasada?, ¿cuál era el motivo del viaje?

GA – Yo siempre dije, “si sale Bergoglio me voy a Roma” (risas)

EC – ¿Tenías alguna esperanza, alguna posibilidad en tu cabeza de que fuera elegido papa?

GA – No, nosotros nos habíamos encontrado la semana antes del cónclave, habíamos charlado de cuándo nos íbamos a ver después de Roma, después de Pascuas nos íbamos a encontrar y ya teníamos planeadas unas cosas para hacer pos Pascuas, lunes y martes después de Pascuas ya teníamos una agenda acordada.

Ahí mi familia me dijo “tenés que ir”, se movilizaron todos y me largaron, me mandaron para acá. Fue muy cómico, justo el día anterior me estuvo llamando y me dice “te estuve llamando ayer y no me contestaste”, porque yo no contesto el teléfono si no conozco el número. Y ahí nos dimos el abrazo ese que para mí fue de los regalos más grandes que Dios me regaló. El poder abrazar a ese amigo, a esa persona que admiraba, que hoy es un regalo para la iglesia universal.

Ese pastor ya era un “pastorazo” en Buenos Aires y hoy le toca pastorear la iglesia universal. Creo que ha hecho cosas muy lindas y nos invita a los católicos a ser parte de este pastoreo. A veces pecamos de esperar de nuestros dirigentes todas las cosas y creo que lo lindo es empezar a pensar que cada uno es líder de sí mismo y es lo que ha demostrado él. Él no espera que la iglesia cambie, él es él dentro de la iglesia, y creo que es a lo que nos invita a todos, por lo menos ese ha sido el legado que él me dejó a mí durante todos estos años en los que me fue acompañando.

EC – O sea que el viaje tuyo se debió al nombramiento de Francisco como papa

GA – Cien por ciento, si no, no estaba acá.

EC – No fuiste solo, te acompaña el padre Robin.

GA – Si, bueno, es mi hermano mayor (risas). No todos los días un amigo es papa, no todos los días te vas a encontrar con ese papa y no todos los días pasa lo que pasó ayer, que no lo esperaba, pero es lindo. La vida está hecha para compartirla, no es para vivirla en soledad ni en solitario.

Robin ha sido ese otro regalo que Dios me ha dado, ese otro hermano mayor que Dios pone en mi camino para que me acompañe en mi ministerio y en mi pastoreo, y lo lindo es eso, poder tener, como diría Nico Arnicho, “cómplices” en la vida para soñar. Lo lindo es eso, siempre encontrar cómplices, y Dios es el gran cómplice del ser humano. Lo que pasa que a veces hemos presentado un rostro de Dios que es más juez, que es poco padre, y creo que es hora de mostrar a un Dios que es padre, madre, misericordia, y que no viene a juzgar, sino que viene a ser cómplice de nuestras miserias para ayudarnos a descubrir la grandeza que tenemos por ser seres humanos. Creo que tenemos mucho trabajo para recorrer en ese sentido, un Dios que se vuelve misericordia, ¿qué más lindo que eso?

EC – Ayer el papa insistió mucho por ese lado en sus intervenciones públicas.

GA – Es que ese ha sido su gran hilo conductor a lo largo de todo su episcopado y ha tratado de mostrar la misericordia con hechos muy concretos. Primero, rezando con gente de otras religiones por la situación social argentina, y hasta con no creyentes. Ha buscado instancias para recuperar, cada uno desde sus diferencias, para trabajar en pos del bien común. Él tenía un programa con un rabino y con un musulmán que cada uno trabajaba desde sus diferencias cuál era la riqueza y cuál era el aporte común que cada uno desde la religión propia podía aportarle a la sociedad argentina. Si ustedes pueden encontrar los programas sabrán que son espectaculares los mensajes que tienen. Yo he participado en la catedral junto a él de actividades por la paz en Argentina con distintas denominaciones. Una iglesia que está metida en la vida y que no tiene miedo de estar junto a otros luchando por el bien común y por devolverle a la gente esa dignidad perdida de sentirse persona amada, persona querida, persona acompañada por Dios.

Todos los jueves santos él no celebra la misa en la catedral, sino que busca distintas parroquias en situaciones de pobreza, de miseria, y ahí va a lavar los pies. Hace un par de años por ejemplo lo hizo con drogadictos, en la Villa 31 con el padre Pepe, el año pasado lo hizo en un hogar de ancianos, está siempre buscando esas situaciones de pobreza desde donde acercarse al otro. Con hechos concretos ha mostrado a una iglesia muy cerca de la gente y que quiere ser misericordiosa. Creo que es un hombre de muy pocas palabras pero de grandes hechos, de grandes símbolos, de grandes demostraciones.

EC – Gonzalo, hablemos de lo que ocurrió en el día de ayer, en qué medida estaba en tus planes. Viendo tu cuenta de Twitter, donde has ido publicando pequeñas crónicas de este viaje el día previo, el sábado, lo que habías puesto era lo que esperabas que ocurriera durante el Ángelus: “¡Mañana a la Plaza San Pedro con la bandera uruguaya a full y bien temprano! ¡El loco que va a estar saltando voy a ser yo!”, eso habías anunciado. Sin embargo, antes de eso ocurrió esto otro en la capilla Santa Ana, ¿cómo fue?

GA – Sí, vi el Ángelus desde otro lugar. Él me había estado llamando el día anterior, que nos desencontramos, y justo yo estaba esperando en San Pedro para ir al Ángelus, estaba tomando mate y necesitaba ir al baño. Y donde me estoy quedando paso siempre por el frente de la iglesia Santa Ana, y veo dos cardenales parados en la puerta y digo “ta, pero entonces el papa no entró todavía, va a entrar”. Había diez metros de diferencia entre las vallas para entrar y donde estaba yo parado, me quedé ahí, chusmeando y esperando la llegada. Cuando me quiero acordar, sin darme cuenta, él se va acercando y la gente se va como corriendo para los costados para saludarlo pero él se sigue acercando hacia donde estamos nosotros. La gente pensó que se iba a ir para el costado y se fue todo por ese sector. Cuando quise acordar quedé a dos metros de él, y le digo “Jorge, soy Gonzalo”, y él me miró se sonrió y me hizo con la mano “vení para acá”. Entonces ahí fue la guardia a buscarme y ahí ya toda la peripecia… El baño del papa dos es la nueva película de [César] Charlone (risas). Fue así, le dije “Jorge, soy Gonzalo”, él me vio, me llamó, nos dimos el abrazo y fue ahí cuando me dijo “te estuve llamando ayer y no me contestaste”.

EC – Pero en ese momento no te anunció lo que iba a ocurrir unos minutos más tarde.

GA – Nada, me dijo “vení, vamos a celebrar juntos, sentate acá”, me ubicaron y todo. Con que me viera ahí ya alcanzaba, con el abrazo ya alcanzaba, la misa hiper alcanzó, y después me llevaron hacia donde él vive y estuve con él otro rato.

EC – Por un lado estuvo el espaldarazo, decía yo, el reconocimiento a tu trabajo como director del Liceo Jubilar. ¿Cuántos años fueron?

GA – Siete años como director, y trabajando desde hace nueve años.

EC – El papa Francisco dijo que fuiste el fundador, ahí digamos que no fue del todo preciso.

GA – Claro, por eso yo ahora me siento como el burrito que entró a Jesús a Jerusalen, ¿viste? El burrito decía: “Pah, cuánta gente me aplaude, qué capo soy” y no se daba cuenta de que era más burro porque al que aplaudían era a Jesús.

Yo me siento igual que el burrito de Jerusalén, estoy cargando con aplausos que no me corresponden. Primero porque el fundador del liceo Jubilar fue el arzobispo de Montevideo, monseñor [Nicolás] Cotugno, que recogió ese sueño de la gente de la zona. Estamos cargando con el sueño de gente de la zona de Casavalle que quería un lugar para sus hijos, ese es el primer Jesús de toda esta historia. La gente más pobre que quiere y reclama un lugar para sus hijos, no nos olvidemos del origen. El Jubilar surge porque la gente del barrio estaba cansada de ver que sus hijos terminaban en la calle. Ese es el primer Jesús de esta historia.

El segundo es monseñor Cotugno, que junto al padre [Rodolfo] Bonci no solo recogen este sueño sino que lo materializan.

Tercero, todos los niños, chicos y chicas del liceo Jubilar que hacen posible este sueño y que con toda su vida creen que realmente el “se puede” es una realidad, que junto a todo el equipo docente y a todo el equipo de dirección y a toda la gente, padrinos, colaboradores, que se la jugaron desde el vamos, dijeron “vamos a apostar por esto”.

A mí hoy me aplauden, pero soy el burro, soy al que le toca entrar a Jesús.

EC – Casualmente, además, estas palabras del papa Francisco con respecto a tu gestión como director del liceo Jubilar se dan cuando ya no estás en ese cargo. Desde fines del año pasado tu responsabilidad es otra a partir de una decisión que tomó el propio arzobispo de Montevideo Nicolás Cotugno.

GA – Claro, porque yo creo que eso es lo lindo, que el papa reconoce el valor de esta obra y de la educación en un momento en el que la educación en América Latina está generando más brechas que oportunidades, y él lo dijo, y él habló de la realidad educativa en América Latina. Este espaldarazo del papa al Jubilar, que lo conoce muy de adentro, nos tiene que abrir la cabeza a los uruguayos de que hay muchas formas de brindar oportunidades y tenemos que sacarnos de arriba las ideologías, que lo único que están haciendo es separarnos, dividirnos.

Lo que a mí me duele en Uruguay es que el nivel de ideología que tenemos no nos permite centrarnos en lo importante, que es darles oportunidades a los chicos. Si el día de mañana viene la comunidad israelí y quiere [desarrollar un proyecto como el del Jubilar], vamos arriba, voy a ser el primero en apoyar a esa comunidad. Digo la comunidad israelí porque es con la que me siento más unido, hasta sanguíneamente, mi abuelo es judío, me siento muy unido, entonces, vamos a apoyarla a hacer exactamente lo mismo. ¿A qué voy con esto? La ideología no nos puede privar de brindarles a nuestros hijos lo que se merecen y es triste ver cómo mientras seguimos discutiendo nosotros hay generaciones y generaciones que quedan por fuera.

EC – Tu cargo ahora es administrador parroquial en la parroquia San Lorenzo, de Puntas de Manga, una tarea que a muchos ha desconcertado. Hay cantidad de gente, incluso y sobre todo dentro de la Iglesia Católica, que no entiende el traslado que se resolvió cuando tú habías llevado adelante con el éxito del que ya hemos hablado la dirección del Liceo Jubilar. ¿Este dato lo conoció ahora el papa Francisco?, ¿cómo lo tomó?

GA –Francisco ya sabía que yo ya no estaba más en el Liceo Jubilar y él aprecia mucho, pero también es un hombre de iglesia y sabe que a los curas nos van turnando y van generando nuevas experiencias que en nuestra vida nos van enriqueciendo.

Cuando me trasladaron a la parroquia San Lorenzo, como administrador parroquial, también era una experiencia novedosa y diferente como cuando el Jubilar arrancó. Ojo, cuando me nombraron director del liceo Jubilar todo el mundo decía “qué locura”, nadie quería que yo fuera director del Liceo Jubilar, mucha gente se peleó con el entonces arzobispo, con Nicolás Cotugno diciéndole que era una locura, una demencia, mandar a una persona que no era cura todavía al Liceo Jubilar. Hoy después todo el mundo dice “qué locura sacarlo”.

Yo creo que la vida nos puede poner o sacar en distintos escenarios, depende de uno transformar el escenario y sacar lo mejor de sí mismo y sacar lo mejor de la situación. Y eso no lo va a determinar el cargo que uno ocupa, sino la actitud con la que uno ocupe. Cuando yo empecé en el Jubilar no tenía idea de que iba a terminar hoy al lado del papa, al revés, mi misión en el Jubilar fue siempre otra y siempre trabajé para otra cosa. Hoy en San Lorenzo no sé cuál va a ser el futuro, pero lo que sí creo es que en cierta medida el futuro lo hace uno, con la actitud que uno le va poniendo, y yo no quiero seguir llorando, a todo el mundo le digo “no hablemos más”. No estoy, pero no significa que el liceo no está, el liceo tiene un equipo humano espectacular al cual sigo acompañando una vez por semana y que va seguir dando fruto. Esta bueno que esto siga creciendo y que yo pueda estar hoy en otra situación descubriendo lo que Dios hoy me está invitando a vivir. Llorar sobre lo pasado no nos ayuda para nada, soy una persona de fe, soy un optimista por naturaleza, y creo que la fe más el optimismo es lo que me permite vivir las cosas con alegría y mirar hacia adelante.

EC – Contanos desde el punto de vista personal cómo siguió la jornada de ayer, porque el hecho de que el papa te llamara, te felicitara, pidiera que oraran por ti, tuvo muchas repercusiones mediáticas. Yo vi algunas crónicas en las que te señalaban como cura argentino, porque estabas junto a otros sacerdotes argentinos, algunas crónicas decían que eras “un cura argentino que trabaja en Uruguay”, otros te definían como “cura villero”, ¿cómo fue todo eso?

GA – Otros me nombraron jesuita. Ahora soy cura argentino, jesuita y villero, todas esas cosas. Es que fue algo totalmente inesperado, a todo el mundo lo desconcertó. Lo del abrazo y lo de que me llamara les pareció anecdótico, lindo, el tema fue que todo lo que siguió después fue algo muy fuerte, en el Vaticano también. Yo me mato de la risa porque ahora me saludan en el Vaticano como si estuviera todos los días acá, es algo muy fuerte, pero claro, recién hoy estoy empezando a aclarar, acá mismo, en la Santa Sede, que no soy argentino, no soy jesuita.

Todas esas fueron deducciones de la prensa, porque él nunca dijo “les presento al cura argentino”, no, dijo “joven cura que es de Uruguay”. Y qué lindo es que el papa ponga como modelo al uruguayo para todo el mundo, más allá de mi persona, eso creo que es un regalo espectacular para nuestro país, tenemos muchas cosas para exportar, para mostrarle al mundo, y a veces somos nosotros los primeros en no valorar lo que tenemos.

EC – ¿Te quedás unos días más en Roma?

GA – Mañana tengo la posibilidad, la oportunidad, el privilegio de ser parte de los curas que vamos a estar concelebrando; el miércoles tengo un par de reuniones con una gente que quiero conocer; y el jueves voy a Asís, la tierra de San Francisco. Era uno de los sueños más grandes de mi vida estar en la tumba de San Francisco y estar ahí en la porciúncula, donde nació el sueño franciscano, y ya que estoy acá se me regala la oportunidad y voy a estar en la tumba de Asís.

Ayer también tuve el privilegio de estar en la tumba de Juan Pablo II, donde le consagré el liceo a él de vuelta y en su tumba le pedí que interfiera por todos nuestros adolescentes para que podamos brindarles más oportunidades. Fue una experiencia tan fuerte, poder estar arriba de la tumba de él rezando y pidiendo por todos nuestros gurises y específicamente por todos los que sienten que la vida no les está dando oportunidades, le pedí que nos ayude a abrir la cabeza y el corazón.

EC – Padre Gonzalo Aemilius, felicitaciones de nuevo, volvemos a conversar en los próximos días al regreso a Montevideo, ¿de acuerdo?

GA – Muchas gracias, feliz de estar con la audiencia y más feliz de ser uruguayo, con el mate y el termo iba a todos lados y ahora en el Vaticano también, con el mate en todos lados. Creo que lo lindo es eso, feliz de ser uruguayo, y, de vuelta, orgulloso de mi país y qué lindo sería que pudiéramos sentirnos todos más orgullosos de trabajar por el bien común. Repito, como dije hace poco, no importa la camiseta que tenga, lo que importa es que todos podamos jugar este partido, ayudémonos a que todos juguemos en la cancha grande. Feliz de representarnos a todos.

Portal de América - fuente: www.espectador.com

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