Turista es una actitud
Lunes, 11 Noviembre 2013
Puede ser turista, viajero, pasajero, visitante y también excursionista, peregrino, transeúnte, trotamundos. Puede haber matices entre uno y otro término, pero todos tienen en común el desplazamiento y el deseo de escapar de la rutina.
La academia tiene su definición, al igual que muchos profesores con los que no nos atreveríamos siquiera a iniciar una discusión, pero para nosotros el ser turista requiere, básicamente, una actitud.
La OMT (Organización Mundial de Turismo) define al turista, entre otras cosas, por su permanencia en el destino (más de 24 horas y menos de 365 días).
Es lógico que así sea, de algún modo tienen que calificar a los millones de personas que van de un lado para otro y sus estadísticas sirven de orientación para gobiernos y empresas.
Por otra parte los límites entre las distintas motivaciones de los viajeros, son, cada vez más difusos.
Leímos una vez un reportaje buscando la razón de la mudanza de señores de la tercera edad que dejaban suntuosos condominios en la Florida para alquilar pequeños apartamento en Manhattan, la respuesta fue casi unánime: “Aquí siempre tendremos un pariente que venga a visitarnos”,¿ visita a familiares o turismo? Nunca lo sabremos.
Algo similar acontece con los viajes de negocios o asistencia a Congresos: importa mucho el atractivo de la ciudad de destino. Por eso en estas ciudades las estadías se alargan o se viaja acompañado.
Esa actitud que diferencia nos gusta observarla en los rostros de los viajeros cuando van a abordar al medio de transporte elegido. La ansiedad, la ilusión, la sonrisa y los nervios son los mismos del que va a tomar una excursión de ocho horas a un lugar cercano que el que va a dar la vuelta al mundo en un crucero de lujo.
Son las mismas ganas de conocer, disfrutar, divertirse, aprender, aunque en distintas proporciones.
Por eso más allá de lo que haga y como lo haga insistimos en la actitud, que según la RAE es: Disposición de ánimo manifestada de algún modo.
Conocemos gente que le da lo mismo estar en el Tíbet o en Venecia. Todo les da igual, mientras que hay otros que van al McDonald de su barrio y sueñan que están en Miami.
Ese viajero de alma, que quiere ver siempre algo diferente, que se deslumbra con las pantallas electrónicas de las paradas de ómnibus de París, con los imponentes glaciares de El Calafate, con la limpieza de las calles de Lucerna, las luces de Times Square, tomando un helado en Florencia o contemplando el atardecer en Casapueblo, es el verdadero turista, más allá de cualquier definición por acertada que sea.
¿Corresponde este razonamiento en un sitio especializado, con tantos retos que nos presenta el turismo en estos tiempos?.
Estamos seguros que sí, solamente conociendo al turista real, al de carne y hueso, podemos ofrecerle las experiencias que lo impulsan a viajar.
Portal de América
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