25 experiencias al sur del mundo
Martes, 23 Noviembre 2010

25 experiencias al sur del mundo

Recorrer la Araucanía nevada en un trineo tirado por perros. Caminar por bosques de aires élficos y kayakear fiordos inolvidables. Almorzar sobre un glaciar de vistas impresionantes o cabalgar por la interminable Tierra del Fuego. Ésta es una lista de 25 experiencias sureñas y australes para atesorar por siempre.  

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por Marcelo Ibáñez Campos

1. Andar en trineo por Lonquimay

Si dos suizos deciden quedarse en Malalcahuello luego de pedalear desde Vancouver hasta Tierra del Fuego, eso podría bastar para definir la belleza invernal de la zona. Le pasó a Thomas y Eva Buschor, creadores de la Suizandina: un acogedor hostal a los pies del volcán Lonquimay donde uno puede llegar a confundirse con los Alpes. No sólo por su gastronomía de toques locales -küchenes de piñones, rösti de salmón, fondues- sino sobre todo por una experiencia que ofrecen en invierno: recorrer nevadas araucarias montando un trineo tirado por perros. Dan ganas de decir "jojojo" y repartir regalos en pleno junio. Tel. (45) 197 3725; www.suizandina.com/es/

2. Retratar Conguillío en otoño

El fotógrafo Guy Wenborne y el creador de Al sur del mundo, Francisco Gedda, tienen dos cosas en común. Ambos han recorrido Chile de punta a cabo numerosas veces, y ambos han declarado su amor incondicional por Conguillío. No son los únicos. De fotógrafos a naturalistas, muchos coinciden en que este Parque Nacional ubicado 148 kilómetros al noreste de Temuco se convierte en un alucinante y colorido espectáculo en otoño. Un lugar con todas las tonalidades doradas y rojizas que los follajes puedan adquirir. Por ello, para retratar el Lago Verde -su estampa supera con creces lo común de su nombre- rodeado de araucarias que surgen entre el dorado follaje, no es necesario ser un excepcional fotógrafo. Sólo basta hacer click y la belleza natural se encargará del resto.

3. Jugar al montañista en Villarrica

Es un clásico. Tanto que, durante el verano, los grupos se cruzan por todas partes: de los faldeos del volcán a la cumbre. Después de todo hay muy pocos volcanes activos que permitan asomarse al borde de su cráter. Y ninguno posee un cono como el del Villarrica. Para sentirse todo un andinista sin serlo, vaya en otoño o primavera cuando aún hay nieve y soledad. Agencias que funcionan todo el año: Politur (www.politur.com) y Sol y Nieve (www.solynievepucon.cl)

4. Cruzar la frontera en Huahum

En el país existen varios pasos fronterizos de gran belleza, pero sólo hay uno como Huahum: se puede recorrer durante todo el año y requiere navegar por uno de los pocos lagos sureños que aún está bordeado por bosque nativo y no por pinos y eucaliptus. Primero, hay que llegar a Puerto Fuy desde Panguipulli (87 kilómetros) para abordar la barcaza que cruza el lago Pirihueico, en dos horas de belleza pura. Desde ahí son apenas 12 kilómetros hasta la frontera, y otros 48 para llegar a San Martín de Los Andes. Reservas y horarios del transbordador, www.barcazas.cl

5. Ser extranjero en Mapu Lahual

Más allá de su escenografía natural repleta de fauna marina -de chungungos a ballenas-, el encanto de esta ruta costera a la altura de Osorno reside en sus anfitriones: nueve comunidades huilliches que hacen de Mapu Lahual la primera red de parques indígenas del país. Acá ellos son los que abren sus casas y territorios al visitante, permitiendo conocer su vida cotidiana, hospedándose con amables familias indígenas que comparten su saber, historias y gastronomía. Un reencuentro sincero con la "gente de la tierra". Más información, www.mapulahual.cl

6. Darle la vuelta al Llanquihue

Es el segundo lago más grande de Chile y el único con una ruta que lo rodea, la cual incluye el paso por cuatro encantadoras ciudades sureñas: Frutillar, Puerto Octay, Llanquihue y la exquisita Puerto Varas. Todo en un escenario coronado por los volcanes Osorno y Cabulco. Una buena idea para conocerlo es ir en bicicleta en primavera (toma tres días; www.pueloadventure.cl ofrece el servicio). Un clima y ritmo ideal para absorber la brisa fresca y el colorido del recorrido, plagado de delicias para recargar energías. Anote: el tenedor libre del Espantapájaros en Puerto Octay (incluye jabalí asado; www.espantapajaros.cl) y el notable küchen de la cafetería Duendes del Lago en Frutillar. En Puerto Varas, donde hay oferta de calidad para regodearse, imperdible resulta Lavanda Casa de Té (www.lavandacasadete.cl).

7. Caminar como elfo en Cochamó

Destino de nivel mundial para los escaladores de roca, debido a lo virginal de sus inmensas paredes, el escondido valle de Cochamó es mucho más que eso. Es un valle de alerces milenarios, caídas de agua que brotan por doquier y bellísimos senderos virginales. Un valle deshabitado y sin huellas al que se accede caminando durante cuatro horas desde el pueblo del mismo nombre. Un lugar salido de la imaginación de Tolkien -autor de El Señor de los Anillos- donde es posible perderse en bosques élficos, hasta chocar con monstruosas paredes de granito oscuro como si se tratara de la frontera con Mordor. Ojo: subir el Cerro Arco Iris para mirar el valle como lo hacen los cóndores es un deber. En el valle existen sólo dos refugios con comidas y agua caliente: Cochamó (www.cochamo.com) y Campo Aventura (www.campoaventura.cl)

8. Dormir como un rey en Los Muermos

Si uno le cree al mapa, al oeste de Puerto Montt no hay nada. Luego que los caminos desaparecen abruptamente mucho antes de llegar a la costa, sólo queda un enorme espacio vacío. Es ahí donde está la comuna de Los Muermos, el pueblo de Quenuir con su linda playa de arenas blancas (Quillagua) y el portón rojo que abre paso a The Cliffs Preserve: cuatro mil hectáreas de bosque intocado, 10 kilómetros de playas solitarias y 21 kilómetros de senderos que lo cruzan. Un refugio para millonarios -acá se hospedó al príncipe Alberto de Mónaco- donde el lujo verdadero lo pone el entorno. Un reino natural para dormir como príncipe y comer como rey gracias al huerto orgánico y su espléndido chef. Casi tan bueno como beber bajo la lluvia, mirando el mar desde alguna de sus tinas calientes (www.cliffspreserve.cl).

9. Darse una vuelta en el aire por Chiloé

Para algunos la isla de Melinka, capital de las Guaitecas, es un lugar encantador habitado por pescadores de vida pausada. Para otros es un lugar de paso antes de llegar a Jéchica, uno de los destinos más desconocidos del planeta (ver experiencia número 14). Como sea, es el punto de llegada de una experiencia atesorable: la de volar sobre Chiloé desde Puerto Montt sin despegarse de la ventana de la avioneta, viendo cómo esa maraña de islas se muestran a medio camino del mapa y la realidad, entre la ensoñación y la lucidez. Aerocord tiene vuelos de lunes a viernes desde $68.500 (www.aerocord.cl).

10. Ir a misa en Caguach

Las levantaron los jesuitas entre los siglos 17 y 18, junto a los carpinteros chilotes que se dedicaban a construir palafitos y navíos. Las conservaron los franciscanos, luego de la expulsión de los jesuitas, y en 2000 la Unesco declaró Patrimonio de la Humanidad a 16 de estas iglesias chilotas. Todo gracias a su particular estilo de construcción en madera. Una de ellas es la Iglesia de Caguach, cuyo tamaño contrasta con la pequeña isla que la alberga: 10,7 kilómetros cuadrados de superficie y 515 habitantes. Una isla que a fines de agosto se repleta con miles de feligreses que llegan de todo el archipiélago para revivir la fiesta del Jesús Nazareno. La celebración dura diez días y regala un particular momento: la regata que recuerda a la competencia que en el siglo 18 determinó cuál de las islas ganaría el derecho a guardar la venerada figura. Un viaje a remo por el Chiloé profundo.

11. Ver plantas prehistóricas en Inío

Las nalcas son esas plantas de enormes proporciones y origen prehistórico que los chilotes usan para cubrir cada capa de alimentos del curanto en hoyo. Una especie heredada de los tiempos del Gondwana, la misma época en que los bosques chilotes surgieron. De esos bosques y de grandes ejemplares de nalcas está repleto Inío: el último pueblo del sur de la isla grande de Chiloé. Un apacible caserío sin calles, entrada perfecta para los espléndidos senderos del Parque Tantauco (www.parquetantauco.cl) entre los que destaca el que va desde Inío al lago Chaiguata (4 días) y el que llega al refugio Quilanlar, donde hay que dormir para regresar al otro día. Sin dudas, el mejor de todos.

12. Kayakear el fiordo Comau

Al sur de Hornopirén, y bordeando el Parque Pumalín, hay tres fiordos: Comau, el principal, y dos más pequeños, Quintupeu y Cahuelmó. Y los tres regalan experiencias inolvidables a cada remada: ver cómo un pato silvestre hunde su cabeza a metros del kayak antes de alzar el vuelo con un pez en el pico; pasar bajo cascadas salvajes; navegar entre toninas; bordear las montañas de granito, dejándose acariciar por las flores blancas de los ulmos; llegar a sumergirse en las tinas de piedra de los Baños de Cahuelmó, o ver el atardecer en una selva humeante, regalo de las Termas de Porcelana como gran final. Lo mejor: el recorrido se puede realizar sobre un kayak. Para ello es recomendable hacerlo con barco de apoyo (www.alsurexpeditions.com es una de las mejores agencias que ofrece el viaje de seis días: $300.000 sin barco de apoyo y $470.000 con él).

13. Sobrevivir al Futaleufú

Al caer de la balsa en el Futaleufú, uno debe sentirse como un calcetín huacho atrapado en una lavadora gigante. Sus aguas son verdes, furiosas, revueltas. Un río que posee varios rápidos grado cinco: el nivel más complejo que un ser humano puede pasar a remo. Y eso quiere decir que, bajándolo, uno se puede morir. Por eso el río tiene fama mundial. Porque descender por él y sobrevivir es una experiencia tan portentosa como su caudal. Si se atreve a enfrentar el rugido ensordecedor del Futaleufú, dos consejos: escoja con pinzas a la agencia y siempre, siempre, obedezca a los guías. Expediciones Chile, de Chris Spelius, ex miembro del equipo olímpico de remo de EE.UU, ofrece bajadas en balsa muy bien organizadas y con equipo de última generación (www.exchile.com).

14. Navegar el misterio de las Guaitecas

Simplemente son demasiadas. Por eso, en pleno siglo 21 aún no se sabe cuántas islas componen el Archipiélago de Los Chonos. Se estima que son mil cien y como todo lugar desconocido, deshabitado, aislado, el lugar está lleno de mitos: se supone que a veces los radares de los barcos enloquecen. Se supone que hay islas como la legendaria Friendship donde viven extraterrestres. Lo cierto es que este archipiélago está entre uno de los lugares más inexplorados del mundo. Dentro de él, uno de los pocos lugares habitados es isla Jéchica, un lugar donde la sensación de soledad y aislamiento es absoluta. Lo mejor, posee un acogedor refugio y una marina para navegar el misterio. Su temporada va del 15 de diciembre al 15 de marzo (www.islajechica.cl).

15. Saborear el lujo patagón

Un día cualquiera, después del desayuno, las opciones a bordo del crucero Atmosphere son tres: tomar uno de sus dos helicópteros para hacer trekking subiendo un volcán, kayakear por un fiordo para ver lobos marinos a un par de metros de distancia, o tomar un jet boat para ir a mirar delfines en otro fiordo de postal. Las opciones del almuerzo generalmente son igual de motivadoras: comer en medio de un lago solitario, sobre un glaciar o en la cima de un cerro, con una panorámica de 360 grados que muestra montañas nevadas, fiordos azules, el océano Pacífico al fondo y, en el cielo, un cóndor planeando. Y siempre el que está a cargo de los platos es algún renombrado chef. En un lugar repleto de opciones lujosas como la Patagonia, Nomads of the Seas es sin duda una de las más espectaculares. Y eso ya es bastante. Más información, www.nomads.cl

16. Ver cóndores en Coyhaique Alto

El ave más grande de todo Occidente alguna vez surcó en masa los cielos a lo largo de Los Andes. Pero actualmente, la Patagonia es uno de sus últimos reductos. Por eso, regresar de la Patagonia habiendo avistado algún ejemplar planear sobre uno es una cosa, y otra muy distinta es recorrer los 43 kilómetros que separan a Coyhaique de Coyhaique Alto: un lugar donde -desde tiempos inmemoriales- anidan los cóndores. Ver desde este pico montañoso a polluelos en los nidos y una nube de cóndores adultos sobre las cabezas simplemente sobrecoge. Y dan ganas de agradecer que tan noble ave sea carroñera y no rapaz.

17. Encontrar San Pedro en medio de la Patagonia:

Si no fuera por la imponente presencia del lago General Carrera, Chile Chico no se vería muy distinto a un pueblo nortino. Ahí está el lago más grande de Chile, recordándonos -junto al color turquesa de los ríos y lagos de la vecina Reserva Jeinimeni- que estamos en el extremo austral. Pero ahí está también el microclima de Chile Chico (ubicado en la ribera oriental del lago), su Piedra Enclavada (una enorme piedra cilíndrica erosionada por el viento) y el Valle Lunar (con un asombroso parecido a su famoso "hermano" de San Pedro de Atacama) para quebrarnos la cabeza, transportándonos al norte más extremo del país. Entonces uno se empieza a preguntar si es cierto que a Chile Chico le pusieron así porque sus aislados habitantes se referían al resto del país como "Chile grande", o porque en el fondo son una versión en miniatura que junta nuestros extremos en un solo lugar.

18. Cruzar la Patagonia a pie

Desde que la legendaria revista Outside lo eligió como uno de los 10 senderos más hermosos del mundo -al lado de trekkings de Nepal y Nueva Zelanda-, el Aysén Glacier Trail se convirtió en un sueño para los amantes de la vida outdoor. Si es su caso, simplemente cúmplalo. Porque después de recorrer este circuito que parte en Puerto Bertrand, cruza valles, cordones montañosos nevados, lagos, ríos y glaciares -específicamente el Nef, que se desprende del Campo de Hielo Norte- para terminar diez días después a orillas del río Baker, le parecerá que acaba de recorrer la Patagonia completa en un sólo trayecto. El circuito fue abierto por Patagonia Adventure Expeditions (www.adventurepatagonia.com).

19. Ir en invierno a Torres del Paine

La lista de bondades de este Parque Nacional, el más famoso de Chile en el mundo, el preferido de nuestros lectores que lo eligieron como la principal maravilla del país, uno de los favoritos para publicaciones como Traveler -la revista de viajes de National Geographic- es extensa. De ahí que en verano se replete de turistas de todo el planeta, impidiendo la contemplación absoluta del entorno. Pero visitarlo en invierno tiene numerosas ventajas, más allá de la fundamental soledad: la nieve asegura vistas únicas de sus majestuosos paisajes, las condiciones climáticas son más estables y hay menos viento -lo que reduce la sensación de frío-, los precios son más bajos y resulta aún más fácil avistar de cerca a buena parte de su generosa fauna. Un placer de pocos. Tenga en cuenta eso sí que los refugios de montaña que están funcionando en esta época son solo dos: Torres (www.torres.com), al que se puede llegar manejando, y el lodge Paine Grande (www.verticepatagonia.cl) al que solo se accede en invierno luego de caminar cinco horas.

20. Ser Jonás en Carlos III

Lo descubrirá navegando por el Estrecho de Magallanes, mucho antes de llegar a esta isla a 180 kilómetros de Punta Arenas: Carlos III es un paraíso del avistamiento de cetáceos. Antes, mucho antes de llegar a ella, su cámara ya tendrá una buena colección de imágenes. De saltos y colas de ballenas jorobadas asomándose entre el oleaje, a oscuros y estáticos lomos de ballenas que parecen dormitar bajo el agua. La agencia WhaleSound (www.whalesound.com) es pionera en la exploración turística y científica en la zona. La temporada de avistamiento de ballenas parte en diciembre.

21. Cabalgar en Tierra del Fuego

Como hace dos siglos, cuando por sus estepas vagaban temibles criminales, cazadores de lobos marinos, ex militares europeos que cazaban indios, buscadores de oro y aventureros en general, Tierra del Fuego continúa siendo hoy un lugar salvaje. Un sitio extenso de infinitud abrumadora. Un paisaje de una desolación entrañable, que pone en escena esa sensación que muchos buscan al viajar: la de la libertad absoluta. Aunque su fauna humana ha mutado -más exploradores y amantes de la pesca que buscavidas- hay un personaje icónico que se mantiene: estancieros, gauchos o baquianos, dependiendo de qué lado de la frontera sea la jerga. Hombres que cabalgan eternidades, arreando miles de ovejas acompañados sólo por su facón (cuchillo) y un fiel perro. Para conocerlos e imitarlos, hay que visitar diversas estancias. Cabalgando, por supuesto. Verlos carnear un cordero o tomarse un mate con ellos, vale el viaje. Buenos circuitos por las estancias es lo que ofrece www.estanciatravel.com

22. Descubrir los Dientes de Navarino

Carolyn McCarthy, autora de la fundamental guía Trekking in the Patagonian Andes de Lonely Planet, asegura que esta caminata de cinco días es la mejor de toda la Patagonia. Y en un lugar repleto de preciosos senderos, muchos de ellos recorridos por Carolyn, la recomendación es suficiente para tomar una avioneta desde Punta Arenas y llegar a la Isla Navarino (www.dap.cl). De dificultad media-alta, el recorrido se interna en el precioso valle del río Róbalo, pasa por lagunas, tupidos bosques fueguinos y extrañísimas formaciones rocosas, todo en medio de una naturaleza en estado puro y salvaje. Un gran lugar para explorar la región que promete ser el próximo gran destino de la Patagonia.

23. Ver bonsáis naturales en Puerto Toro

Bastan unos minutos de caminata por Puerto Toro, el pueblo más austral de Chile -de América, del mundo- para verlos: extraños árboles pigmeos, como versiones en miniatura de los que uno ya conoce. Bonsáis naturales, esculpidos por la fuerza del colosal viento que aquí sopla. Un lugar tan terminal que el ferry Bahía Azul que va de Punta Arenas a Puerto Williams llega sólo una vez al mes (para viajar hay que solicitar un cupo al tel. 61/621 011). Un lugar realmente al borde del tiempo y el espacio. Hay que estar ahí, parado, mirando la isla Picton para sentir lo que eso significa. El fin.

24. Convertirse en un CapHornier

Navegar "cómodo" por las aguas más temibles del planeta en un crucero y, si el clima lo permite, subir hasta el peñón del Cabo de Hornos, es una experiencia suficiente. Hacerse miembro de los CapHorniers, el selecto grupo formado por quienes han logrado cruzar a vela el paralelo 50 -una zona con al menos 800 naufragios y diez mil marinos muertos durante siglos de navegación- son palabras mayores. Se puede hacer como viajero y requiere experiencia como velerista. Porque acá uno paga miles de dólares para lavar platos, izar velas, amarrarse a la cama o a la cubierta y sobrevivir terribles tormentas. Una experiencia de aquellas. Para realizarla, la empresa del ex marino chileno Osvaldo Escobar (www.polarwind-expeditions.com), experimentado navegante de estas aguas y acreditado por la prestigiosa Royal Yachting Association de Inglaterra, es una excelente opción. También recorre la Antártica en velero. Para llegar vía crucero está www.australis.com

25. Pisar la Antártica

En un planeta tan ampliamente explorado, la Antártica es uno de los pocos destinos a los cuales sólo llegar es suficiente. Opciones para lograrlo hay varias y todas tienen en común sus altos costos. Se puede llegar en cruceros que se internan al continente como Antarctic Dream (www.antarctic.cl), o los de la empresa www.hurtigrutenspain.com, ambos con itinerarios que superan los diez días de trayecto y los 5 mil dólares de costo. O en expediciones que permiten hacer trekkings antárticos (www.antarcticlogistics.com; desde los 17 mil dólares) y acampar para esquiar por virginales desiertos blancos (www.white-desert.com; desde 35.000 euros). La opción más "barata" es la de volar con www.dapantartica.cl (desde 2.500 dólares), que sólo llega a la Isla Rey Jorge. Un lugar que puede decepcionar por su poca nieve. Si puede, mejor ponga los pies sobre el continente blanco.

La Región de Magallanes promete ser el próximo gran destino de la Patagonia.


fuente: diario.elmercurio.com

 

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