Parque Tantauco: la ruta imperdible de Chiloé
Viernes, 11 Febrero 2011

Parque Tantauco: la ruta imperdible de Chiloé

Aunque se abrió al turismo hace tres años, el Parque Tantauco sigue siendo uno de los grandes secretos de Chiloé.

TSTT-1250x115
CIFFT 1250x115
MINTUR 1250x115 - B2
SACRAMENTO radisson
Arapey 1250x115
MINTUR 1250x115
SACRAMENTO - proasur


 

por Sebastián Montalva Wainer, desde el Parque Tantauco, Chiloé

Un sitio de sorprendente belleza donde llegan (aún) poquísimas personas y que, entre otras cosas, cuenta con el que ciertamente debe ser uno de los circuitos de trekking más lindos del país: la ruta Quilanlar-Chonos, que en dos días condensa lo mejor de este rincón del sur.  

No le pregunté nada, pero me rellenó igual el plato. Y yo volví a cucharear. Y resulta que otra vez estaba a punto de terminar y veía cómo el pan amasado y el pebre eran arrasados por el resto de los comensales, y no es que yo siguiera con hambre sino que esto estaba muy rico y creo que, de más, le hubiese echado mantequilla a otro pedazo más de pan y hubiese seguido conversando con la señora Silda -la autora de la cazuela que devorábamos; la que me llenaba y llenaba el plato- y su marido, Castillo. Pero el asunto es que teníamos que irnos: a las cuatro de la tarde iniciaríamos la que, nos habían prometido, era la caminata más linda de Chiloé.

Un amigo que estuvo de vacaciones por aquí hace un tiempo me había pedido en Quellón -cuando todavía había señal de celular, no en Caleta Inío, donde yo llegaría más tarde, que es la "capital" del Parque Tantauco, el escenario de toda esta historia- que no me olvidase de mandarle sus saludos a la señora Silda, con quien parece que había hecho buenas migas (y lo entiendo, devorando las mismas cazuelas y otras suculencias). Yo, claro, se los di apenas la vi y, creo, también quedé de amigo, aunque en realidad pasé harto menos tiempo con ella.

Si algo me quedó grabado después de pasar unos días en el bucólico Inío, aparte de la imagen del muelle y las instalaciones del parque, de los montoncitos de pellillo en la playa (un alga que extraen para la industria cosmética y que ahora subió: a 185 pesos el kilo) y de las casitas de madera que se veían en el pedazo de arena del frente, es que la gente del lugar era especialmente amistosa. "Entrañable", como diría el periodista Pancho Mouat. Al menos, lo puedo decir de quienes conocí, que en realidad no fueron muchos. Alguien me había dicho que en Inío vivían 40 familias (si contamos tres por casa, serían unas 120 personas), pero yo no creo haber visto más de veinticinco en los cuatro días que anduve por aquí.

En fin. La tarde comenzaba a caer y nosotros -incluyo a Esteban Tapia, administrador de Inío, que trabaja para el parque y es algo así como el sheriff del pueblo- todavía no podíamos partir. Dos turistas canadienses acababan de llegar en la lancha desde Quellón -la misma en que yo llegué en la mañana tras una movida travesía por el Golfo del Corcovado- y se veían bien perdidos. Esteban tenía que acomodarlos y darles las indicaciones básicas para moverse en el parque. Yo ya estaba con la mochila al hombro, lleno de cazuela, el saco puesto, la colchoneta ajustada y todo lo que llevaríamos para comer: fideos, atún, jugos en polvo, pan pita, queso, chocolate y barritas de cereal.

Había un sol esplendoroso y, sabía, éramos unos privilegiados: a mi amigo le había tocado caminar bajo una torrencial lluvia durante cinco días seguidos, cuando atravesó el parque de norte a sur por el llamado Sendero Transversal, desde Chaiguata hasta Inío. Ahora el pronóstico era un inusual regalo: no nos caería ninguna gota al menos en tres días más. Y nuestra ruta, conocida como sendero Quilanlar-Chonos, sólo duraba dos. Exactos 22,4 kilómetros que, entre nalcas, bosques de tepú, playas y cavernas, nos mostrarían uno de los rincones más sorprendentes y desconocidos del sur de Chile.

El Parque Tantauco fue creado en 2005, pero terminó su infraestructura turística -esto es, administración, refugios, senderos, paisajismo, puentes, sitios de camping- recién en 2008. Hasta hoy muy poca gente ha pisado estas tierras, las que, se sabe, pertenecen al Presidente Piñera. De hecho, el mandatario tiene una pieza exclusiva en la casa de administración de Inío -nada lujosa, para aclarar- a la cual suele venir cuando está de vacaciones en su casa de Caburgua.

Las estadísticas llaman la atención: mientras al Parque Nacional Chiloé -que administra Conaf en la costa oeste de la isla- llegan unas 12 mil personas al año, en 2010 a Tantauco sólo vinieron 650 visitantes. Le comenté el dato a Esteban Tapia apenas iniciamos el sendero Quilanlar (que está bien marcado con unos triangulitos amarillos). Y él me dijo que estaban conscientes de eso y que esperaban que esta temporada llegara mucha más gente. Y que ojalá se llene. Esa idea quedó dando vueltas. Ahora que caminábamos prácticamente solos entre bellas y enormes hojas de nalcas -un poco más atrás vienen dos estudiantes universitarias, las únicas personas que veremos en toda esta ruta-, de verdad no parece mejor andarse topando a cada rato con otros turistas.

La ruta que hicimos tiene una gracia: en sólo dos días -y cinco horas diarias de caminata de nivel medio; es decir, cansador, pero no te matas- es posible ver al menos cinco tipos de paisajes distintos. Para explicarlo de algún modo, todo es muy cinematográfico. La primera parte es como caminar por Jurassic Park, con estas nalcas gigantes donde uno de pronto se imaginaría apareciendo a un triceratops. La segunda, como entrar en la selva vietnamita de Depredador, ese filme de Schwarzenegger donde había un ser extraterrestre que coleccionaba cráneos humanos. La tercera, como el bosque de los Ewoks, en El Regreso del Jedi, específicamente la parte cuando Luke Swywalker y la princesa Leia viajaban en esas motonaves superveloces. Entre medio hay varias cavernas con conchales chonos, acantilados con soberbias vistas de los alrededores, puentes colgantes, pequeños arroyos y preciosas playas solitarias (todas con nombres parecidos: Quilanlar, Quilantar, Quilar).

Y al final (lo que vendría siendo el segundo día de trekking), un bosque de tepuales que se extiende por unos tres kilómetros y que recuerda, de cierto modo, al bosque de los árboles gigantes de El Señor de los Anillos.

Ésta fue la parte más difícil de todo el circuito: había tepuales a nivel del suelo -a veces uno parecía pisar en el aire- que llegaban a tener troncos tan grandes que uno estaba obligado todo el tiempo a levantar las piernas y, a veces, hasta a encaramarse sobre ellos para continuar del otro lado.

Eso en cuanto a flora.

Fauna, en verdad, no vi mucho (leí que aquí había pudúes, zorros chilotes, huillines, monitos del monte, ranitas de Darwin y varios tipos de aves), salvo unos pajaritos llamados wed-wed, que hacían ese sonido. Después entendí mi error: lo que debí haber hecho, me dijeron, era haberme detenido unos minutos y guardar silencio. Sólo así podría haber escuchado -y quizá haber visto- el verdadero sonido del bosque.

Tras cuatro horas de caminata el primer día (9,5 kilómetros en total), y tras habernos embarrado bastante (hay ciertas partes de la ruta que son lodazales donde perfectamente uno se puede enterrar hasta la rodilla. Y eso que no llovió), llegamos al refugio Quilanlar, una cabaña hecha de ciprés de las Guaitecas y techo de pasto (una notable tecnología aislante), con una cocina a leña y dos especies de camarotes de madera donde se pueden poner las colchonetas y los sacos de dormir. El lugar, aunque simple es, de verdad, precioso, con una soberbia vista a la playa, pues está sobre un risco desde donde se domina toda esta parte de la isla.

Mientras hacíamos fuego en la cocina y yo mezclaba el jugo en polvo con agua que saqué de un estero cercano, otras películas se me vinieron a la cabeza. El refugio donde estábamos me recordó esas casas-refugio de montaña de Alaska, como la que sale en La quimera del oro, clásico de Charles Chaplin donde los tipos estaban tan hambrientos que al final terminan comiéndose los cordones de los zapatos. Yo estaba hambriento, sí, pero teníamos mejores alternativas.

Al día siguiente salimos sin apuro. Era casi mediodía y el día seguía radiante. Ordenamos las cosas, armamos las mochilas y partimos. Si la marea estaba baja, posiblemente podríamos ahorrar una parte de la ruta caminando por la playa. Pero, otra vez, salimos tarde. Así es que nos tuvimos que meter al bosque de nuevo. Hoy debíamos caminar 12,9 kilómetros, pero esta vez entre los dichosos tepuales. La ruta fue algo más dura, es cierto, pero tuvo varias recompensas. A eso de la una, por ejemplo, paramos por unas barritas de cereal en la playa Quilar, desde donde pudimos admirar, en el horizonte, las dos puntas del volcán Melimoyu, ya en la región de Aysén. Algo más tarde, cuando se acabó el bosque, caminamos casi 40 minutos por la arena de dos largas y solitarias playas, tal vez el mejor final para un sendero como éste.

Cuando volvimos a Inío, la gente del parque nos estaba esperando con un cordero al palo, carneado hacía sólo unas horas en el mismo pueblo. Había, también, papas nativas y lechugas orgánicas, todas producidas en el huerto de Tantauco. Fue la gran recompensa. Y la mejor forma de recuperar calorías.

Con la boca llena, se hizo imposible conversar demasiado. En un par de horas devoramos costillas, fémures, barriga, cuadriles. De pronto alguien preguntó por la señora Silda.

"No pudo venir, porque tenía que cocinarles a unos turistas", dijeron.

Parecía una buena noticia. Difícilmente hubiese querido esta vez que me rellenase el plato.

Caleta Inío es una especie de "capital" del Parque Tantauco: aquí comienzan o terminan los circuitos.

Esta ruta que tiene una gracia: en sólo dos días de caminata es posible ver 5 tipos de paisaje distintos.

Lo nuevo de Tantauco

Entre las novedades del parque para esta temporada se cuenta una lancha rápida que hace el viaje entre Quellón e Inío, y viceversa. Demora de 2 a 3 horas, sale los miércoles, viernes y domingos a las 9:30 horas de Quellón, y vuelve los mismos días a las 12 desde Inío. Cada trayecto cuesta 20 mil pesos por persona.

También está funcionando completamente la nueva casa de huéspedes de Inío, un cálido lodge de 12 habitaciones que cuenta con cocina, comedor y living compartido, ideal para quienes no quieran acampar y busquen algo más cómodo. La doble con baño privado cuesta 30.000 pesos, con desayuno. Ojo que no incluye toallas.

Además, se crearon paquetes de dos y tres noches, que incluyen los traslados desde y hacia Quellón, alojamiento y desayuno, y que significan un 10 por ciento menos de lo que uno pagaría si lo hiciera por cuenta propia (el de dos noches cuesta desde 65.250 pesos por persona). Y, finalmente, se ofrece el programa de trekking por el Sendero Transversal Chaiguata-Inío, que cruza el parque de norte a sur en cinco días. Cuesta 73.350 pesos por persona. Más información, tel. (65) 680 066; www.parquetantauco.cl


fuente: diario.elmercurio.com

fotos galería de imagenes: Sebastián Montalva Wainer/foto superior: www.flickr.com

Escribir un comentario

Promovemos la comunicación responsable. No publicamos comentarios de usuarios anónimos ni aquellos que contengan términos soeces o descalificaciones a personas, empresas o servicios.