Gutenberg, el Antel Arena y el renovado gusto a poco
Lunes, 26 Noviembre 2018 01:24

Gutenberg, el Antel Arena y el renovado gusto a poco

"Vivimos entre paradojas. Entre ellas, la de querer atrapar en una definición cada uno de los actos creativos que producimos con el ánimo de poder clasificarlos, al mismo tiempo que defendemos la diversidad expresiva porque deseamos quedarnos con lo que hay de libertad dentro de ella. Por eso, cuando intentamos explicar qué fue El Delirio y qué es Gutenberg, podemos optar por una explicación lineal, fácil, cómoda: son la suma de medios expresivos que se sintetizan en una obra. Pero, en su esencia, ¿es teatro, es circo, es audiovisual, es danza?, ¿hay una expresión dominante que en definitiva puede llevarnos a una definición más comprometida?", dice el comienzo del Prólogo, del programa que en formato tabloide y en papel de diario, encontramos en la silla de plástico ubicada en la cancha del Antel Arena que compramos hace tiempo, a un precio que al menos, requiere algo más mullido donde posar nuestras asentaderas.

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por Sergio Antonio Herrera, desde Salinas, Uruguay - @DelPDA

 

Y la verdad que no le encontranos respuestas a ninguna de esas preguntas del inicio del Prólogo.

Al menos en El Delirio, como finalmente titulamos en el articulo en referencia, llegamos a la conclusión que el espectáculo, su concreción, significaba el documento de identidad uruguaya de la célebre obra de Matos Rodríguez.

En este Gutenberg no hemos visto el hilo; no nos impactamos en ningún momento, mucho menos nos emocionamos.

Efectos nada llamativos; un vestuario muy pobre; en varios pasajes la música hizo inaudible las voces. 

Al Humanoide, ¿le funcionaba bien la pierna derecha?

 

Uno de los grandes llamadores de marketing fue María Noel Riccetto y su presencia fue casi anecdótica, con mucha distancia de las performances que le hemos visto en el Ballet Nacional.

Lo mejor de la noche por lejos, fue la soprano Eiko Senda y otro momento que dio para aplaudir, fue el breve pasaje en escena de los tambores de Cuareim.

Luego de ver a Serrat y Gutenberg, hemos aprendido la lección: mientras no se cambie radicalmente la propuesta, jamás volveremos a comprar ubicaciones en campo. Pasa como en esas salas improvisadas de las escuelas o de los clubes de barrio cuando se quiere montar algo parecido a una platea, al no tener el declive necesario de una sala teatral, si se tiene la mala suerte de que se siente adelante alguien alto y cabezón (como nos tocó en el Sector C3, fila 3 asientos 5 y 6, es muy difícil ver lo que ocurre en escena y además, al estar atadas con un cordel las sillas, quedan tan pegadas que hay que estar muy en línea para estar cómodos, con unos quilos de más, se obtiene el efecto clase económica de los aviones: falta de espacio, sensación de encierro.

Sería mucho más simpático y fácil para nosotros, aplaudir la apuesta nacional, alentar el esfuerzo, "darle para adelante" como dicen los futbolistas (y ahora todos les copiamos), pero...¿saben que no?. No nos dan las reverendas ganas.

Andrés Varela y Sebastián Bednarik, con el texto del prólogo dejan muy en claro su elección. Corren el riesgo, saben que no es fácil definir a Gutenberg.

El Antel Arena, espacio que oportunamente dijimos que Montevideo lo necesitaba y separamos esa realidad de la polémica generalizada de su construcción, ha sido presentado prácticamente como una joya tecnológica moderna y en estas dos veces que hemos ido, se han reiterado los defectos que detallamos más arriba.

Sin hablar de que costó más del doble de lo anunciado; que nadie quiere transparentar "la ruta del costo" y que la ministra de industria lo está usando para su precandidatura presidencial, alevosamente.

Entonces, como además, Gutenberg nos gustó menos que El Delirio, el cual no nos había deslumbrado y el Antel Arena tiene carencias poco entendibles para lo que imaginábamos iba a ser, nos permitimos una vez más, decir lo que vimos y sentimos.

Nota relacionada:

El Delirio, la cédula de identidad uruguaya de La Cumparsita
Portal de América

 

Comentarios  

Me pasó exactamente lo mismo, se sentó un hombre de 1.90 (no exagero) y ya no pude ver nada y tampoco podía correr la silla. Un rato antes habíamos ido a preguntar si en cancha se veía bien y nos dijeron que eran las entradas más caras, así que ni las cambiamos. María Noel Riccetto apenas se pudo lucir y apenas la pude ver. También eso de repetir las cosas para los cuatro lados era cansador, era como ver la repetición de una película cuatro veces. El espectáculo no tenía un hilo conductor y el monólogo del francés no se entendió. Lo lindo de un espectáculo de este tipo es que hagan cosas impresionantes y que uno diga "pucha, ¿cómo lo hacen?", yo esperaba eso. Fue algo muuuuuy básico y a uno le da rabia pensar cuánto pagó por esta "obra" y la rabia va a volver cada vez que pague la cuota de los "mejores" lugares del Antel Arena.

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