La pandemia ¿afectó sólo al turismo…?
Martes, 14 Diciembre 2021 19:07

La pandemia ¿afectó sólo al turismo…?

Como saben nuestros lectores tengo un juicio muy crítico sobre la “pandemia”, pero lo cierto es que tuvo efectos muy nocivos no sólo en el turismo, como algunos nos quieren hacer creer, sino en nuestra vida y por supuesto en la política y en la economía. La inflación, esa patología de la economía, ya comienza a alarmar, pero la inflación es la causa del incremento de los precios, o éstos aumentan porque la moneda pierde valor….

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por Luis Alejandro Rizzi, desde Buenos Aires, Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo. @007Rizzi

…los estoicos enseñaban “…que las cosas suceden tal como vienen ¿Y cómo suceden…? Tal y como lo dispuso el que las ha dispuesto…”, y asi llegamos a la cuestión de los opuestos, donde el arte de vivir consistiría en saber relacionarlos, como lo explicó Victor Massuh.

Uno de esos opuestos son “la abundancia y la escasez”, y lo que tenemos que entender es que la economía en general y el comercio, en especial el turismo como actividad económica, es “comercio”, sucede que a algunos les va bien, a otros “algunos” regular y a los otros “algunos” mal.

Hay un factor personal que depende de la idoneidad, y están las “externalidades” que no dependen de uno ni de los otros, son esas cosas que suceden y cuyas consecuencias pueden favorecernos o perjudicarnos, mas allá de nuestra intención, entre ellas las pestes, un fenómeno de la naturaleza, el azar o “fortuna” que puede depender de Dios, de la vida o de la casualidad, según nuestras creencias.

“La peste” fue y es una externalidad, pero que no solo impactó en quienes hacen turismo como actividad económica/comercial, diría sin querer caer en el género de lo trágico, impactó en algo más profundo que es la vida de cada uno de nosotros, en nuestra vida y aún es muy temprano para saber de qué modo nos condicionará.

Pero vayamos sólo a lo económico-comercial. “La peste” paralizó a las sociedades, a unas más que a otras, según sus fortalezas o debilidades.

En nuestro caso, la Argentina, fue muy grave dado que como explicó Guido Lorenzo, somos “…el caso extremo de esas debilidades, donde lo único que pudiste hacer fue financiar el gasto con emisión, y encima sobre un nivel de inflación alto. Sobre eso, tenés un shock de oferta, una suba del precio del petróleo y de los alimentos que lleva a la inflación mundial al alza”.

“La peste” puso en evidencia nuestros reiterados fracasos, y de paso que nuestro pasado inmediato y mediato no fue para celebrar, no tuvimos “décadas ganadas” sino una sucesión de años perdidos, por eso fuimos de mejor o mal a peor, o como decía un humorista de peor en peor.

Lo que no queremos ver, y esto le pasa al sector del turismo, es que no es que esté mal por “la pandemia” sino que estamos mal porque veníamos mal y todo nuestro andamiaje político económico era y es de una alarmante precariedad.

Esta precariedad se agravó con la pésima administracion de “la peste”, con una cuarentena eterna que cultivó nuestros peores vicios, y el gobierno de un estado sin recursos que pretendió “ayudar” a todos, y como suele ocurrir nos terminó perjudicando a todos, aunque hubo favorecidos como sucedió con los vacunatorios “vips”.

Yendo al mundo, y contando no ya con “el diario del lunes”, sino de las dos o tres semanas siguientes, veríamos que también se equivocaron los más desarrollados al expandir recursos y mantener tasas negativas, y ese mercado de “ofertas de ayudas” generaron no sólo nichos de corrupción, que no sería lo más grave, sino desórdenes económicofinancieros de los que será muy difícil salir indemne.

Sin embargo, también se usa “la peste” para cobrar facturas políticas, aunque generen daños económicos, como parece ocurrir con la Unión Europea y España, que acaban de imponer requisitos a los británicos que quieran ingresar al continente que no existen para circular por los “países Schengen”.

A los gobiernos y a las dirigencias les faltó criterio cuando dispusieron “cerrar fronteras” como si el mundo actual tuviera similitud con el de la antigüedad. Pecaron de ingenuidad cuando dispusieron billones de dólares y euros, para de algún modo compensar la parálisis que generó la inmovilización de la gente, lo que a su vez generó esa nueva comodidad de que no sería necesario trabajar para vivir, como está pasando en los EE.UU.

También esas desmesuras de los gobiernos pusieron en evidencia los vicios de una cultura que se nutría de las superficialidades humanas y exaltaba el valor de los relativismos que tan bien describió Enrique Santos Discépolo

“…Igual que en la vidriera irrespetuosa
de los cambalaches se ha mezcla'o la vida
Y herida por un sable sin remaches
ves llorar la Biblia junto a un calefón”

De algún modo Zygmunt Bauman nos anticipaba lo que “la peste” evidenció, “Una vez que el estado reconoce la prioridad y la superioridad de las leyes del mercado sobre las leyes de la polis, el ciudadano se trasmuta en consumidor, y un consumidor “exige caca vez más protección y acepta cada vez menos la necesidad de participar” en el funcionamiento del Estado”, dicho de otro modo, se acostumbra a pedir más y así las leyes de los fuertes triunfan a expensas de los débiles.

El turismo es y será una actividad lucrativa, seguirá siendo un servicio para consumo, pero habría que resaltar un pequeño detalle, el turista, como persona no “consume turismo” ejerce su derecho al uso del tiempo libre.

Pienso en la medicina, los pacientes no somos consumidores de la salud, ejercemos el derecho a la salud que es costoso, a pesar de que la medicina también sea un negocio económico.

Creo que la moraleja, “El colorín y colorado de este cuento se ha acabado”, es que los gobiernos sorprendidos por “la peste” nos pensaron como seres modulares, sin esencia humana, sólo como consumidores natos con un poco de dinero, y luego con las vacunas se garantizó la existencia, luego cada uno volvería a su lugar, mejor dicho, al mercado, a la normalidad.

No parece que será asi…

Estamos más bien en “estado de crisis”, tenemos la vivencia de que las cosas se nos fueron de las manos, perdimos el control de los acontecimientos, eso significa que nos sentimos sin confianza e inseguros, nos sentimos desarmados, sin capacidad para decidir.

Estamos buscando la “normalidad”, la nueva o la vieja (sic), tenemos un concepto neurótico de “lo normal” pero la cosa es más simple, la normalidad, dice Bauman, es tal cuando pasa inadvertida.

Hacemos todo lo posible para querer una normalidad estruendosa.

También queremos un turismo estruendoso con mil por cien de ocupación, eso ya demostró que no es sostenible.

Un detalle, en la Argentina tenemos una ley de turismo que le impone al turista un impuesto del 7·% que se cobra sobre el precio de los billetes aéreos. Podría ser que algunos crean que la cosa pasa por subir ese impuestito unos puntitos más…volviendo a la medicina es como si a las personas sanas les impusiéramos un impuesto a la buena salud…

Que es lo normal, hacer las cosas bien en silencio, en cuanto nos presumimos de normales, ingresamos en la anormalidad, en el cambalache de Discépolo.

Portal de América

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