por Luis alejandro Rizzi, desde Buenos Aires, Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.
Continuando con el resumen del copete, siguiendo un poco a Juan Carlos de Pablo, vemos que los agentes económicos han seguido una estrategia que consiste en reclamar ayudas, las famosas “ayudas del cielo” que pagamos los contribuyentes, antes que elaborar una propia estrategia que debería ser asumida y costeada por los propios agentes.
En Argentina la cosa es grave porque carecemos de recursos.
No tenemos moneda, el nivel de gasto supera el nivel de ingresos, causa de los crónicos déficits fiscales, no tenemos capacidad de mayor endeudamiento y no somos confiables para recibir inversiones.
El nivel de la inversión está alrededor del 12/14% del PBI, cuando el mínimo para mantener el stock de infraestructura debería rondar en el 17%.
Como vemos, si bien hay "programas de ayuda” (incluso el turismo está recibiendo aportes para cubrir una parte del salario de sus empleados), Aerolíneas Argentinas ha recibido durante el año pasado u$s 705 millones para solventar sus gastos operativos, entre ellos los buenos salarios que percibe su personal y sus “ejecutivos”, que más que administrar la empresa se dedican a administrar ese enorme monto de subsidios. El dinero que el gobierno le gira a la empresa se contabiliza como “inversión financiera” (sic).
Este verdadero circulo vicioso, que evidentemente es la tabla de salvación para unos pocos, es una de las causas de nuestro permanente fracaso y el empobrecimiento social que se viene potenciando en los últimos años.
Tengamos en cuenta que el 65% de los jubilados cobra un beneficio previsional inferior al salario mínimo vital que es de $ 25.572,00 (u$s 250 al tipo de cambio oficial, y 155 al Blue).
En el turismo el gobierno le garantiza $ 22.000 a cada trabajador del sector, mientras que en Aerolíneas Argentinas se garantiza y se paga el total, allí la “peste” no afectó.
Esto nos demuestra cómo se está gerenciando al estado desde hace decenas de años.
La cuestión es que se gasta más de lo que producimos, y posiblemente hasta mitad de la década del 70 los indicadores en general eran razonables porque la “economía” permitía sustentar el empleo, más allá de su causalidad y calidad.
Las empresas públicas, la mayoría generaban pérdidas y ofrecían servicios muy deficientes, tuvimos mala calidad de transporte, aún hoy un viaje en ferrocarril a Córdoba demora 18 horas, a Tucumán más de 24, a Rosario, a 320 Km de Buenos Aires, unas siete horas. Insuficiente provisión de energía y de servicios telefónicos, hasta que se generalizó la privatización del sistema. Pero eran muy demandantes de personal.
Paradojalmente la educación pública, que mantenía un buen nivel, también comenzó su proceso de deterioro, llegando al extremo de haber pasado más de un año, desde marzo de 2020, sin la prestación de ese servicio.
A medida que comenzó a mejorar dentro de límites muy bajos la productividad, comenzó a crecer la tasa de desempleo y a desarrollarse la economía marginal, ya que el costo de la economía registrada resultaba insoportable. Según cálculos estimados los contribuyentes trabajan como mínimo la mitad del año para el Estado.
En algunos años el endeudamiento servía para mantener esa apariencia de “país en crecimiento”. En la década del 90 llegamos a creer que la misma unidad de nuestra moneda y el dólar era equivalente, y el “deme dos” se hizo famoso, como un modo de describir nuestra utopía. Esta fantasía impulsó el turismo emisivo, que así se abarató, al tiempo que se encarecía el receptivo.
Quizás ese es el pecado que cometió nuestro turismo, haber creído que un peso era igual a un dólar, lo que permitió un desarrollo patológico del sector. Pero en descargo debemos decir que todos creímos lo mismo, sabiendo que no era cierto. Fuimos cómplices de nuestra propia mentira.
Obvio que ese nivel de gasto nos impide cumplir con la devolución del dinero que hemos recibido en préstamo, lo que pretendemos justificar calificando al endeudamiento como ilegitimo, ilegal y abusivo, podríamos decir “los argentinos debemos ser mantenidos por el mundo”, por lo menos seríamos sinceros.
De algún modo entiendo que la estrategia de la “economía privada” en definitiva sea la de reclamar al estado, pero en vez de reclamar dinero inexistente y sin valor, que solo agrava más la cosa, habría que reclamar idoneidad en el ejercicio de la función pública.
La cuestión del turismo en Argentina es la pobreza, que le pondrá limite al emisivo, y para el receptivo no ofrecemos garantías mínimas por la precariedad de nuestro sistema económico que impide planificar, ya que no sabemos que pasará después de estas elecciones de medio término, porque quizás no pase nada y todo siga igual.
La o las oposiciónes actualmente tampoco parecen alternativas válidas.
De todos modos el futuro siempre es esperanza, así funciona el ADN humano.
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