por Luis Alejandro Rizzi, desde Buenos Aires
Saben nuestros lectores que más de una vez escribí diciendo que nuestro mercado del transporte aéreo era muy chico, y para ello me basaba en los informes del INDEC sobre el nivel de ingresos de la población activa.
No sólo tomábamos esa referencia, sino también la existencia de un grosero nivel de pobreza que supera el 30% de la población si tomamos en cuenta no sólo el nivel de ingreso sino su situación con relación a la carencia de servicios de agua corriente, cloacas, energía, educación y salud.
Los servicios de transporte, hago hincapié en ello porque es el objetivo de esta nota, tienen un costo y como ocurre en economía, la cosa no es tanto si el precio es alto o bajo. Dicho de otro modo, no es si los bienes y servicios son caros o baratos, sino que lo que hay que ponderar es el poder adquisitivo de la gente.
Es un buen indicador el muy alto nivel de demanda existente en los pocos servicios ferroviarios de larga distancia que se ofertan, de pésima calidad si los ponderamos desde su velocidad promedio, que no superan los 40 Km por hora, como son los que vinculan Buenos Aires con Tucumán, Córdoba y Rosario.
El servicio Buenos Aires -Córdoba demora 19 horas para recorrer 700 KM; el servicio Buenos Aires -Tucumán demora 30 horas para recorrer 1250 Km. En estos dos casos la frecuencia es de dos servicios semanales. Los precios en vagones pulman son de $ 840,00 y $ 600 y en “Primera” $ 700,00 y $ 500,00 respectivamente.
El servicio diario a Rosario demora 7 horas y los precios son de $ 300,00 y $ 360,00.
Es obvio que estos servicios de transporte, claramente subsidiados, se ofrecen a precios accesibles para un sector muy amplio de la población de escasos recursos, de allí la demanda. Tengamos en cuenta que la oferta también es limitada. Daria la impresión que está focalizada hacia los niveles más pobres de la sociedad.
En el copete, el profesor Muller decía que “Cuando uno hace el gráfico de viajes por producto per cápita de América Latina, la Argentina siempre está muy abajo, entonces cuando llegan los consultores de afuera ven eso y dicen que hay un potencial muy grande”. Esto lo he escuchado varias veces e incluso fue expuesto en las inútiles audiencias públicas que prescribe nuestro arcaico código aeronáutico. Pero el PBI per cápita no toma en cuenta el nivel real de ingresos de la gente, por ello luego vienen los desengaños y los índices de ocupación no son los previstos, erróneamente agregaría.
Tampoco se tienen en cuenta la recurrencia. En el lapso enero-octubre de este año volaron, según EANA, 11.665.000 de personas, pero si tomamos en cuenta la recurrencia que es aproximadamente de 3,5 veremos que nuestro mercado es de alrededor de 3.500.000 de personas, para el cual, no dudo en afirmarlo tenemos exceso de oferta.
La otra cuestión es que los desplazamientos entre los medios terrestres, especialmente del ómnibus al avión, no agrandará el mercado, simplemente beneficiará al aéreo en perjuicio del terrestre, es decir, un juego típico de suma cero.
La otra cuestión es la baja densidad poblacional del interior del país, en especial la Patagonia. Por eso parecería que LASA, con base en Neuquén, no ha tenido un buen inicio y debió suspender sus operaciones por falta de pasajeros, por ahora según se informó por una semana.
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