El objetivo de esta nota, escrita cuando recién comienza la temporada estival 2016/17 no es el de degradar o criticar todo lo que rodea a nuestra industria sin chimeneas, sino más bien llamar la atención a unos aspectos que en mi opinión se deberían mejorar o por lo menos estudiar y analizar.

Comencemos por los horarios de los servicios de restauración que aplican algunos restaurantes y cafeterías ubicados en lugares estratégicos de la ciudad de Montevideo. Principal destino de los turistas que nos visitan. Y para ser más gráfico, utilizaré situaciones reales que me han sucedido a mí durante este último mes de diciembre, con la temporada de verano ya comenzada.

Hace un par de semanas visitó nuestro país una señora norteamericana, muy acostumbrada a viajar por el mundo. Quedamos en vernos un miércoles y yo le sugerí que nos podíamos encontrar en el café/bar Tribunales a las 19:45. Debido al tránsito me demoré unos minutos y ella me llamó para decirme que la estaban echando porque cerraban el  local. Yo no podía creer que en verano, en el kilómetro cero de nuestro país, en una de las plazas más emblemáticas de Montevideo como es la Plaza Cagancha, un local de cafetería tan bien ubicado cerrase a las 20 horas. Para solucionar el problema, le sugerí a mi amiga que se fuera  al vecino Oro del Rhin, situado en la misma plaza, mientras yo estacionaba. Pero cuál fue mi sorpresa cuando volvió a llamarme para decir que esa cafetería también estaba cerrando a las ocho de la tarde.

Cuando finalmente nos encontramos, me sentí en la obligación de disculparme, no solo por mi demora sino también por la falta de mentalidad turística de algunos de nuestros empresarios. ¡Y no pude menos que pensar que esto sería inaceptable en un destino turístico de primera, como por ejemplo Palma de Mallorca, o Marbella, o la mismísima Buenos Aires!

Mis sorpresas no acabarían con ese incidente, que me produjo una desagradable sensación, mezcla de incomodidad y vergüenza ante mi amiga norteamericana. Al no poder darle una explicación convincente, ya que si le decía que cerraban porque después de las 20 horas  había pocos clientes, ella sin duda pensaría que cerrando era seguro que nunca habría gente de noche  por esa plaza, creando un buen ambiente para los turistas que vienen a Montevideo a veranear.

Un clásico caso de: ¿Quién viene primero, la gallina o el huevo?

Sin embargo, esta falta de espíritu emprendedor por parte de los empresarios locales y de aceptación del riesgo que implica una actividad turística, se me volvió a repetir a la semana siguiente cuando decidí  ir a comer algo a Porto Vanilla, frente al Shopping de Punta Carretas. Llegamos con unos amigos a las 21:45 y una vez más me sorprendieron con la misma respuesta: “Disculpe señor, estamos cerrando”. Miré alrededor mío y la calle estaba llena de gente, ya que era  el 21 de diciembre, pocos días antes de la Navidad. Le comenté mi sorpresa al camarero y este me explicó que al día siguiente estaban abiertos más horas, lo cual de poco me servía aquella noche. En ese instante decidí que debía escribir algo sobre este problema.

Es imposible considerar a Montevideo un destino turístico de primera línea si el visitante no puede tomarse un café, un refresco o cenar en algunos de los lugares atractivos que tiene para ofrecer la ciudad, porque las cafeterías cierran a las ocho o a las diez de la noche, en pleno mes de diciembre.

Dos días más tarde, luego de realizar algunas compras en el mismo shopping de Punta Carretas, subimos  a la plaza de comidas a las 10 de la noche. No diré que habían cerrado los locales porque sería mentira, pero ocurrió otro incidente que no debería suceder en un lugar de categoría turística. Las personas encargadas de la limpieza no esperaron a que se fueran los últimos clientes de las mesas y a las once y media comenzaron a sacar la basura y mover los pequeños contenedores  llenos de desperdicios , golpeando las mesas,  conversando y casi gritando entre ellos, en un intento por hacernos  ver que deberíamos marcharnos. Volví  a comparar con otros destinos turísticos internacionales y una situación así sería impensable. Inaceptable desde todo punto de vista y castigada severamente por los encargados.

Para terminar con el tema de los horarios de apertura y cierre de los servicios turísticos, quiero mencionar una situación que me ocurrió hace más de seis meses, cuando por desgracia un amigo sufrió un serio percance estando en una estancia cerca de Carmelo y lo tuvimos que traer de noche a Montevideo a un sanatorio. En todo el largo recorrido desde Carmelo hasta casi llegar a Montevideo no encontramos una estación de servicio que tuviera una máquina de café que funcionara, para poder bebernos una infusión que nos mantuviera despiertos mientras conducíamos, ya que eran las tres de la mañana. La primera que encontramos en todo ese trayecto por la ruta 1, principal vía de entrada a la capital, estaba ubicada en Pajas Blancas.

Son estos detalles los que quedan grabados en la memoria del turista internacional, junto con lo mucho bueno que tenemos para ofrecer, cuando este hace un balance de su experiencia vacacional en nuestro país. Y lamentablemente estas cosas, que quizás parezcan poco importantes,  terminan marcando a un destino  como una oferta incompleta.  Es el famoso y tan temido “sí, pero…”

Otro ejemplo de esos detalles que no son tan costosos de solucionar pero que dan una grata  imagen de profesionalismo a un lugar turístico son las señalizaciones. Uruguay en muchos puntos debe mejorar este aspecto, tanto a nivel público como privado. No me refiero solo a las placas con los nombres de las calles o al máximo de velocidad permitida en algunos tramos de la rambla de Montevideo, ahora que están instaladas las famosas cámaras. Me refiero a carteles que nos ayuden a orientarnos y llegar a nuestro destino. Y para botón de muestra basta este ejemplo: La carretera que lleva al hotel de campo San Pedro de Timote, en el departamento de Florida, una vez que se sale de la ruta 5 tiene muy escasa señalización. Y si se viaja de noche, mucho peor. No existe un solo cartel claramente visible y que refleje indicaciones de la dirección a tomar y la distancia que separa al turista de su destino final. Ni en el primer cruce de caminos ni en el pueblo de Reboledo ni en el mismo Cerro Colorado. No es lógico que esto sea así, sabiendo que este es un lugar de enorme interés turístico y muy visitado por extranjeros.

Son estos detalles los que nos impiden sobresalir como quisiéramos todos. Son defectos a corregir, tanto por los organismos públicos como los privados. Aquí no se salva nadie y de esta forma, entre todos, tomando estas observaciones como una crítica constructiva, podremos mejorar  la imagen que ofrecemos a nuestros turistas, ya sean nacionales o extranjeros.

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