Recorriendo nuestro norte profundo
Lunes, 20 Marzo 2017

El Valle del Lunarejo El Valle del Lunarejo

Acabo de recorrer una parte del norte profundo de Uruguay, junto con dos buenos amigos. Ambos viajeros empedernidos. Una experiencia inolvidable y muy recomendable. Nuestro país tiene mucho que ofrecer y creo sinceramente que gran parte de él es desconocido por la mayoría de los orientales. Me refiero a los caminos secundarios de Tacuarembó y Rivera, pero también puede aplicarse a los departamentos de Artigas, Salto, Cerro Largo y Treinta y Tres. Visitar esas zonas casi despobladas del interior es una aventura excitante, ya que el viajero va descubriendo paso a paso, una historia poco conocida y rincones que le resultarán inesperados, hermosos y muy solitarios. Una buena oportunidad para sentirse lejos del mundanal ruido de las ciudades y muy cerca de la naturaleza.

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por Roberto Bennett, desde Montevideo

 

Transitar por los caminos del norte es también una experiencia llena de contrastes y contradicciones, como mucho de lo que ofrece nuestro país. Porque circular por malos caminos de tierra y lugares inhóspitos, alejados de la civilización, para luego pernoctar en hoteles cinco estrellas como hicimos nosotros, es contradictorio. Sin embargo, luego de doce horas de viaje, visitando parajes naturales e históricos casi olvidados, se agradece una buena ducha y una cama confortable. E incluso, dependiendo de la época del año, hasta un refrescante chapuzón en la piscina. Tanto el hotel Santa Cristina de Durazno, como el Casino de Rivera o el Carlos Gardel de Tacuarembó, no tienen nada que envidiarle a los mejores hoteles de la capital y ofrecen todas esas comodidades. Viajar por el interior de Uruguay ya no es incómodo, como se decía antes.
Sin embargo, siguen existiendo contrastes, contradicciones y fallas en los servicios. Atribuibles a la poca capacitación que reciben algunos empleados de hotelería y restauración. Y con un ejemplo, creo que basta. Uno de mis dos amigos es inglés y cuando mostró su documento a la recepcionista del hotel, ella le preguntó si Londres quedaba en Estados Unidos o Inglaterra. Mi amigo se sorprendió y sonrió con benevolencia, antes de aclararle a la muchacha donde quedaba esa ciudad. Pero para mí fue una sorpresa desagradable, porque desentonaba con la calidad del hotel y el servicio ofrecido hasta ese momento. Y reafirmó mi constante prédica a los alumnos del ITHU, cuando les digo que no basta con ser simpáticos sino que también hay que estar preparados y bien informados.
Nuestro viaje norteño nos llevó hasta Cuñapirú, donde visitamos las ruinas de la primera represa hidroeléctrica de Sud América y aquí quisiera destacar la nueva cartelería que se ha colocado en el lugar, explicando lo que era cada edificio. Antes, los visitantes debíamos adivinar para qué se habían construido aquellas impresionantes edificaciones, hace ya un siglo y medio. Hoy, el turista puede comprender mucho mejor la envergadura de ese emprendimiento.
Pero haciendo honor el título de mi columna, aquí también hay una de cal y una de arena. En mis visitas anteriores, al dejar Cuñapirú y pasar por Santa Ernestina rumbo a Minas de Corrales, a mano derecha y con el fondo de los famosos cerros chatos que menciona Osiris Rodríguez Castillo en su canción “De Corrales a Tranqueras”, se hallaba un mirador con un cartel que explicaba que allí en el valle se podía divisar un pequeño cementerio, donde estaban enterrados algunos lugareños y también obreros muertos en la primera huelga ocurrida en nuestro país en el año 1880. Dicha huelga fue organizada por unos 200 obreros italianos (supuestamente anarquistas) en un total de casi 500 mineros vascos, franceses, británicos y españoles, que trabajaban junto a los orientales en las minas de oro de la región y que reclamaban mejores condiciones laborales. La huelga fue sofocada por fuerzas del orden provenientes de Tacuarembó, a pedido de MonsieurL´Olivier, director de la empresa francesa que explotaba la mina principal y nunca más se supo de esos 200 huelguistas. Se supone que fueron muertos a balazos y enterrados en la tierra alrededor de los panteones de ese pequeño cementerio. Esa fue la primera huelga violenta en el Uruguay, seis años antes de la masacre de Chicago, 27 años antes de la matanza de Santa María de Iquique en Chile y 30 años antes de la primera huelga general en nuestro país. Sin embargo, para mi sorpresa, aquel cartel ha desaparecido y en su lugar han colocado uno nuevo que menciona al pasar la huelga y solo dice que en el cementerio están enterrados los primeros pobladores de la zona. Ni una palabra sobre un hecho histórico de gran trascendencia en la vida de la joven república, como si fuese necesario censurarlo u olvidarlo.
Siguiendo con la descripción del viaje, un par de días más tarde visitamos Masoller y el monumento a la batalla dondecayó Aparicio Saravia, poniendo fin a la última guerra civil en 1904 (aunque la batalla tuvo lugar en otro sitio bastante alejado deallí, pero ubicado en propiedad privada). Aquí síque haría falta una buena cartelería, explicando la trascendencia histórica de ese lugar, para informar a los visitantes que se detengan ante el monumento. Algo parecido a lo que hay en el paraje de Arbolito, en el departamento de Cerro Largo.
También visitamos el valle del Lunarejo. Un hermoso y agreste rincón de nuestro país, con maravillosas vistas y una naturaleza prodigiosa, conservada en su estado más puro y natural. Pero una vez más surgen las contradicciones, ya que a pesar de numerosos carteles al borde de la carretera anunciando el valle como área protegida, e incluso un nuevo centro de información para los visitantes, inaugurado en el mes de diciembre pasado, al llegar al mismo nos encontramos con que estaba cerrado. Y con una cerca de alambre que impide el paso a los nuevos edificios, que deben haber costado una buena suma de dinero. Está abandonado y adjunto foto para ilustrarlo. ¿Cómo se puede promocionar un paraje, si luego no hay donde informarse? Y para colmo de males, la Posada del Lunarejo, que organizaba visitas al valle en camión, ha cerrado sus puertas, haciendo casi imposible el recorrido por este maravilloso lugar. Nosotros nos aventuramos por tener una camioneta 4 x 4,pero me imagino la sorpresa desagradable que se llevarán los turistas que vayan hasta ese rincón alejado del país, al descubrir que no puedenrealizar la visita al Lunarejo, a pesar de toda la publicidad que lo rodea, porque no hay forma de entrar para recorrerlo.
Y para finalizar el viaje nos fuimos a la Fiesta de la Patria Gaucha. Este es un evento al cual deberían ir todos los uruguayos, al menos una vez en la vida. Es algo excepcional y único, que merece ser promocionado a todos los turistas extranjeros que nos visitan. Un ejemplo de que las cosas se pueden hacer muy bien, mezclando la historia con la tradición y la cultura con el orgullo criollo por un trabajo bien realizado. El hecho de que tanta gente esté trabajando casi un mes antes de la apertura para construir edificaciones de barro, paja y piedra, siguiendo los planos originales del siglo 19, para luego derruirlos una vez acabada la Fiesta es algo digno de elogio. Y todo funciona a la perfección, para deleite de los más de 50 mil visitantes que acuden cada año.Creo, sin temor a exagerar, que este evento está a la altura de lo más destacable de nuestro calendario histórico, cultural y artístico,productosque ofrecemos a los turistas nacionales y extranjeros que nos visitan cada año y en las ferias internacionales. Por lo tanto,la Fiesta de la Patria Gaucha merece una promoción acorde a la misma, como hacemos con el carnaval y el tango. O sea, algo similar a lo que hacen los países europeos con sus fiestas tradicionales.

Portal de América

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