Madrid ES una fiesta
Domingo, 04 Abril 2021 17:31

Madrid ES una fiesta

Cuando era joven había una frase que se repetía permanentemente en mi hogar: “Paris era una fiesta”, la misma provenía del título de una novela autobiográfica de Ernest Hemingway, donde revivía sus años juveniles en la llamada ciudad luz, donde daba sus primeros pasos como periodista y escritor con el condicionamiento de la pobreza y el hambre, pero lo que queda en la memoria, son palabras aisladas: “Paris”, “fiesta” y “era”. Se desprende como lapidaria la palabra “era”, denunciando quizás, la realidad de algo que fue, y ya no lo es.

CIFFT 1250x115
Mintur verano 1250x115
SACRAMENTO radisson
Arapey 1250x115
Fiexpo 2024 1250x115
SACRAMENTO - proasur
TSTT-1250x115

por Ramón de Isequilla, desde Madrid, @ramonpunta

El hombre que sabía por quién doblaban las campanas, nos dejó un pequeño texto, que año a año copio en mi compañera Moleskine, para recurrir a él en muchos momentos, que nos dice: “Cuando uno ha podido tener El Prado y al mismo tiempo El Escorial, situado a dos horas al norte y Toledo al sur, y un hermoso camino a Ávila y otro bello camino a Segovia, que no está lejos de La Granja, se siente dominado por la desesperación al pensar que un día habrá de morir y decirle adiós a todo aquello”.

Hemingway amaba España, amaba los toros y amaba Madrid, y este texto no sólo demuestra su amor por Madrid, sino que desplaza el eje de su angustia existencial del “no ser” al “decirle adiós a Madrid”.

En 2021, en medio de dos calamidades, una vírica y otra política, que nos han sumido en una crisis sanitaria, económica y social sin parangón, España tiene una plaza fuerte que resiste y se llama Madrid, que pese a sufrir un ataque despiadado del gobierno nacional y sus usinas mediáticas, es hoy un fenómeno único en occidente.

Con los mejores estándares de seguridad sanitaria los bares, restaurantes, museos, teatros y comercios funcionan normalmente, siendo la única economía que crece dentro de la catastrófica situación de las comunidades autónomas, a las que nos ha sumido el gobierno comunista establecido en la Moncloa.

Las 7.000 terrazas habilitadas en Madrid son la envidia de toda Europa, y con la llegada de la primavera mostrarán todo su esplendor, demostrando al mundo que se puede combatir la pandemia eficientemente sin necesidad de secuestrar a la población e impedirle sus actividades lúdicas.

Las afueras de la capital de España que forman parte de la “Comunidad de Madrid” comparten gracias a las políticas implementadas, no sólo una verdadera normalidad, no esa chapuza de “nueva normalidad” que nos quisieron vender antes del último verano, sino un esplendor inédito como nos cuenta el diario El Mundo por medio de Marta Gonzalez Hontoria:  “El turismo rural madrileño toca el cielo: ‘Hemos tenido el mejor año de nuestra vida’. Encontrar estos días un alojamiento campestre dentro de la Comunidad de Madrid es misión imposible. La región lidera el ránking nacional de ocupación en turismo rural para esta Semana Santa. Al cierre perimetral de las comunidades vecinas se une el imperioso deseo escapista de los madrileños. Los hosteleros serranos, desbordados, desvelan el secreto de su éxito en tiempos de crisis.

La sierra de Madrid es el perfecto antídoto contra la pandemia y, vistos los cierres perimetrales que han truncado el puente de San José y la Semana Santa, es también la única fórmula posible para escaparse de la gran ciudad y plantarse en medio del bosque. Lo necesitamos. La prueba es que los alojamientos campestres en la comunidad, bálsamos de vida silvestre para millones de madrileños, están hasta la bandera. Según el análisis de Casarurales.net, la región lidera el ránking nacional con el 96,4% de ocupación en turismo rural para esta Semana Santa. Hasta abril está todo ocupado. ‘Empieza a haber reservas para octubre

Si pasamos del ambiente rural a la cultura los resultados también son espectaculares, nos cuenta la exconsejera Marta Rivera de la Cruz: “Recuerdo los días que precedieron al 11 de marzo como una nebulosa de sensaciones terribles. Las memorias se amontonan, pero la frase del consejero de Sanidad se me quedó grabada. Aquella llamada era más que una recomendación o una orden: era admitir que Madrid se paraba, el cierre de los teatros suponía algo inédito, nunca en Madrid se habían silenciado las artes escénicas, incluso durante la Guerra Civil permanecieron abiertos algunos espacios referenciales…El teatro, las salas de conciertos, los cines, son el pulso de la vida de las ciudades, por eso, ordenar su cierre era el símbolo de la claudicación definitiva ante el desastre…

…Cerraron los teatros (y los auditorios y los museos y las bibliotecas) y empezó un viacrucis que duraría tres meses, aunque entonces nos consolábamos pensando que era cosa de unas semanas. Ahora me alegro de aquella mentira piadosa que nos contábamos a nosotros mismos: si en el momento de dar cerrojazo a la vida cultural hubiésemos sabido cuánto iba a durar el calvario, la poca moral que nos quedaba se habría hundido.

Aquella tarde del 11 de marzo la compañía francesa Le Mobile estaba montando su espectáculo en la Sala Roja del Canal. Decidimos seguir adelante con la función y celebrarla sin público, pero retransmitida vía streaming. Le Mobile actuó para un patio de butacas vacío y tenebroso, y al final de la representación sólo obtuvieron silencio.

Sin embargo, aquella noche supimos que hasta 8.000 personas se habían conectado a la representación. Diez veces más del aforo de la Sala Roja. Aquello nos hizo entender que había un interés real por los espectáculos en red y empezamos a preparar una programación con otras piezas en streaming. Evidentemente, nada sustituye la emoción del teatro, que es una experiencia compartida, pero las transmisiones online eran un mal menor. Mejor esto que nada, pensábamos. Así abrimos la Cuarta Sala de los Teatros del Canal.

Pero no era suficiente. Queríamos abrir el teatro y empezamos a preparar protocolos con la Consejería de Sanidad. Intentamos cotejarlos con otros teatros europeos, pero no había precedentes ni teatros abiertos en ninguna parte del mundo. Nos dejamos guiar por el sentido común y las manos sabias de la Dirección General de Salud Pública para apostar por el uso obligatorio de la mascarilla; la distancia entre asientos; las entradas y salidas ordenadas para evitar cualquier aglomeración; el empleo de geles hidroalcohólicos o la toma de temperatura. Y fijamos el 17 de junio como fecha para reabrir.

No todo el mundo lo entendió. Algunos empresarios, incluso otras administraciones, preferían que esperásemos a septiembre para abrir la temporada al mismo tiempo que el resto de espacios. No quisimos: un teatro público tiene que demostrar voluntad de servicio y ser un banco de pruebas para una situación excepcional. Si el plan no funcionaba, había que saberlo cuanto antes para hacer los cambios oportunos.

No podíamos llegar a septiembre con todos los teatros cerrados y pretender empezar la temporada envueltos en interrogantes. Recuerdo la discusión con la representante de un organismo público sobre la oportunidad de exigir mascarilla a los espectadores: «Es estigmatizante», decía. Ahora parece absurdo, pero hubo que defender muchas cosas que fueron cayendo por su propio peso.

La víspera de reapertura del Canal pasé la noche en vela. Lo que sucediese dependería de la reacción del público ante una nueva forma de acudir a los espectáculos, bajo estrictas medidas de control. ¿Y si la gente se negaba a esperar media hora en una cola? ¿Y si se retiraba la mascarilla? ¿Y si no quería aguardar el turno para salir de la sala y se apelotonaba en las puertas?

Pero el comportamiento de la gente fue extraordinario. Aquella tarde, el bailarín Israel Galván (que fue el primero en pisar el escenario tras el minuto de silencio en memoria de los fallecidos por la pandemia que la sala guardó en pie) me dijo: «Es como si tuviese una herida y hubiese empezado a curarme». Supongo que así nos sentíamos todos.

Lo mejor de aquel día fue comprobar que el público respondía y que estaba deseando volver a las salas. Compartimos nuestra experiencia con todos los espacios que lo solicitaron y animamos a otros teatros a regresar también. Desde la Consejería creamos un programa de patrocinios de dos millones de euros para incentivar las reaperturas. En otoño, 41 salas de teatro y diez de música en vivo volvían a programar temporada.

Desde entonces se ha mantenido un contacto constante con la Consejería de Sanidad para monitorizar posibles rebrotes asociados a las actividades culturales: en ocho meses no se ha detectado ninguno.

LOS TEATROS DE Madrid siguen abiertos, los públicos y los privados, los pequeños y los grandes, con un 75% de aforo máximo y la obligación de dejar una butaca vacía entre las personas que compran juntas su entrada, con mascarilla obligatoria, con gel hidroalcohólico e instrucciones rígidas para entrar y abandonar la sala. Llevo30 años yendo al teatro en Madrid y nunca había escuchado aplaudir con el entusiasmo de esta temporada.

Abrir los teatros, los cines, los museos, las salas de conciertos es una forma de resistencia. Mientras los espacios culturales de París, de Londres, de Berlín, de Milán, de Viena permanecen cerrados, la Comunidad de Madrid es una isla cultural en medio de un páramo.

Disculpen que esté legítimamente orgullosa de vivir en un lugar donde la cultura se ha reivindicado y de pertenecer a un Gobierno que apuesta por permitir el desarrollo de la actividad cultural con severos protocolos sanitarios.

Y dentro de cien años, cuando se estudie el terremoto social que supuso la maldición del covid, quizá se recuerde que mientras los teatros de Europa estaban clausurados, en Madrid se levantaban decenas de telones cada tarde y los madrileños encontraban en todas las formas de arte una vía de escape para el tiempo de silencio que nos tocó vivir.

Citar textualmente las palabras de Marta Rivera de la Cruz, es el fiel testimonio del amor que despierta Madrid y el ejemplo de que, cuando las cosas se hacen bien los resultados resultan espectaculares.

Frente a esta realidad, la campaña electoral de las próximas elecciones en Madrid ha removido el nido mediático, que ha salido en forma desbocada a atacar al actual gobierno de la comunidad que se presenta para su reelección, sin percibir que a lo que están atacando, no es a un gobierno, sino a una ciudad y a sus habitantes que no se resignan a perder su libertad.

Madrid ES una fiesta y está en las manos de sus ciudadanos que lo continúe siendo después del 4 de mayo.

Portal de América

Escribir un comentario

Promovemos la comunicación responsable. No publicamos comentarios de usuarios anónimos ni aquellos que contengan términos soeces o descalificaciones a personas, empresas o servicios.