por Ramón de Isequilla, desde Madrid
Para esto debemos imaginar escenarios, que podrán acertar en los modos y en los tiempos, o estar muy alejados de lo que efectivamente ocurra, pero es un punto de partida para intercambiar ideas.
Este ejercicio lo limitaremos a España por un tema estrictamente metodológico pero podría ser extrapolable a cualquier otra geografía.
El escenario temporal lo imaginamos cuando la sociedad tome confianza, entienda que el peligro ha pasado y quiera volver a viajar, fecha que la ubicamos en el 9 de junio.
Es una fecha estimada, optimista, y obedece a dos razones. La primera, por ser al mismo tiempo cercana y lejana del verano, momento ideal para tomar decisiones y sacarse de encima la traumática experiencia vivida, con la ilusión de un viaje. La segunda razón es sólo un fetiche, el 9 de junio es el 40 de mayo, momento de sacarnos el sayo. Para nuestros lectores Rioplatenses, les contamos que esto obedece a un viejo refrán español que dice ”hasta el 40 de mayo no te saques el sayo”.
Ubicados imaginariamente en ese 40 de mayo, analicemos qué tendría que ocurrir con todos los actores de esta historia para que el turismo resucite y salga de la pesadilla actual.
Primero de todo pensemos en el destinatario de la tarea, “el turista” que se va a encontrar presumiblemente exhausto, empobrecido, malhumorado, descreído, indignado, con pocos o ningunos recursos, pero necesitado imperiosamente de gratificarse con un viaje.
Debemos transmitirle una serie de mensajes que concatenados lo lleven a una situación favorable a la contratación de un servicio turístico.
Son varias las vertientes en las cuales hay que trabajar para que se logre motivar en las personas el consumo turístico.
Primero hay que devolverle la confianza en los prestadores turísticos, y es donde van a jugar un rol fundamental los agentes de viaje, por su proximidad con los pasajeros. Algunos de ellos han estado a la altura de las circunstancias, flexibilizando las condiciones y sobre todo y principalmente haciendo de mediadores entre el consumidor final con las compañías aéreas y los hoteleros. Muchos agentes de viaje actuaron de esta forma, con distintos resultados, pero aún en el fracaso de las gestiones, demostraron que se ocupaban y defendían a su cliente. Otros tuvieron una gran indiferencia y no hicieron absolutamente nada por sus pasajeros, como me ocurrió a mi con mi proveedor de servicios turísticos, que me aplicó el reglamento y no entendió que lo único que yo le pedía era que hiciera algo para defender mis intereses sin importar el resultado, que por lo menos lo intentara.
Con su actitud me decepcionó, esperaba otra cosa de esa gran y prestigiosa agencia, le avisé el problema sobreviniente de la falta de confianza en el sistema, me dio la razón, pero no hizo nada. A contrario sensu hubo cadenas hoteleras y compañías aéreas que atendieron a sus pasajeros en forma ejemplar, aceptando cancelaciones y/o postergaciones de los viajes.
Hay que hacer volver a los pasajeros al agente de viajes, ya sea en forma presencial o en forma telemática, que entiendan que concentrando sus necesidades en un profesional, van a estar asegurando el respeto de sus derechos.
Devolverle al pasajero las ganas de viajar, la mística del turismo, el relato de los distintos destinos, las ganas de ser felices viajando.
En próximas entregas analizaremos que pueden hacer para el día después los agentes de viajes, los transportistas de aproximación al destino sean aéreos, terrestres, marítimos o fluviales, los cruceros, los transportistas locales, los hoteles, los guías, las empresas de esparcimiento, los restauradores, las aseguradoras, los bancos, financieras y los estados.
Portal de América