por Ariel Badán Carreras, desde Córdoba
Como necesidad:
- Viajar responde a una necesidad humana de conexión, aprendizaje y expansión. Desde los orígenes, las personas se desplazaron para comerciar, descubrir nuevos territorios, reunirse con otros, o simplemente sobrevivir. Hoy, sigue siendo una necesidad cuando implica:
- Motivos laborales o educativos, visitas familiares o médicas, búsqueda de bienestar mental y emocional (descansar, desconectarse, recuperar energía).
Como deseo:
- También es un anhelo profundo de explorar, conocer y disfrutar. Es el deseo de vivir experiencias nuevas, de salir de la rutina y alimentar la curiosidad. En este sentido, viajar se convierte en una forma de realización personal, placer y crecimiento interior.
- Viajar siempre ha sido una experiencia que despierta emociones, curiosidad y aprendizaje. Pero en tiempos donde las fronteras se abren y el mundo parece más accesible que nunca, surge una pregunta inevitable: ¿viajamos por necesidad o por deseo?
Para algunos, el viaje es una necesidad vital. Representa una forma de conexión con uno mismo, una vía de escape ante la rutina, o incluso una herramienta de crecimiento personal y profesional. Viajar permite descubrir otras culturas, ampliar la mirada y comprender mejor el entorno global. En este sentido, no se trata solo de ocio, sino de una experiencia que enriquece la mente y el espíritu.
Sin embargo, también hay un componente de deseo profundo. El deseo de explorar, de vivir algo distinto, de inmortalizar paisajes en fotografías o de cumplir sueños postergados. Las redes sociales y la cultura de la inmediatez han potenciado esa necesidad de “estar en otro lugar”, de coleccionar destinos como si fueran trofeos emocionales.
Ante la mirada de que la necesidad sobre la que se basa el deseo de viajar sería una combinación de anhelos de los que la persona puede ser conciente o no. Esto lleva a la motivación que genera objetivos concretos, que seguramente deberán satisfacer la necesidad de quien desea viajar. Y es aquí donde se manifiesta una necesidad: ..“ Estoy cansado de trabajar, necesito descansar” a lo que se suma el deseo: “ Me gustaría una semana en un All inclusive en el caribe”, y es allí que fijamos el objetivo: “ Voy a reservar para tal fecha”.
La posibilidad de viajar está muy condicionada a la libertad que tenga el individuo sobre su propio tiempo, tanto para viajes de negocios como de ocio. Esta situación es la que regula la mayor o menor demanda en materia de turismo, y esto es válido tanto para viajes de trabajo como de ocio y esto influye en lo que podemos catalogar como “demanda turística”.
A esto se suma que los viajes , sea cual sea la característica, es una inversión de un producto “intangible”, que requiere un aporte importante de dinero , con el esfuerzo que lleva ahorrar para ello, y la necesidad de planear con tiempo la elección de un destino.
Esto no sucede cuando se trata de adquirir otros bienes, estos si “tangibles” de uso y disfrute inmediato.
La definición según ONU Turismo que “ La imagen que exista en la mente del consumidor sobre un destino o un servicio concreto, será decisiva para la toma de decisión y seguramente afectará el tipo de vacaciones elegido, aunque dicha imagen no se corresponda con la realidad”. Según la OMT, la imagen de que se tiene de un destino turístico sería “la idea de conceptos que se tienen del mismo a nivel individual y colectivo”.
Los estudios demuestran que un turista al elegir un destino busca entre otros motivos romper su rutina cambiando de ambiente y concretar sus fantasías como así también experimentar algún grado de aventura.
Adyr Balastreri, estudiosa brasileña de la industria turística, supo manifestar la fórmula de ” las cuatro eses”, en inglés SEA,SAND, SUN, SEX. (mar, arena, sol y sexo.) por lo que los distintos promotores de viajes rescatan este imaginario y van por él por intermedio de la publicidad y las campañas de promoción- (Turismo-entre el ocio y el negocio. Octavio Getino)
La demanda de un destino turístico se ha convertido en uno de los principales indicadores del pulso de la industria del turismo. Refleja no solo cuántas personas eligen visitar un lugar, sino también cómo, cuándo y por qué lo hacen. En un contexto global cada vez más competitivo, entender las motivaciones de los viajeros es clave para el desarrollo sostenible de cualquier destino.
Los expertos señalan que la demanda no depende únicamente de los atractivos naturales o culturales, sino también de factores económicos, sociales y tecnológicos. La conectividad aérea, la seguridad, la oferta gastronómica y la reputación en redes sociales son hoy elementos decisivos a la hora de elegir un destino.
En tiempos donde el viajero busca experiencias auténticas, los destinos que logran interpretar y anticipar las nuevas tendencias se posicionan mejor. La demanda turística, por tanto, no solo mide el número de visitantes: expresa el resultado de una estrategia que combina identidad, promoción y hospitalidad.
Más que cifras, detrás de cada llegada hay una historia, una motivación y una elección. Y en ese equilibrio entre deseo, accesibilidad y experiencia se define el verdadero éxito de un destino turístico.
Entre la necesidad y el deseo se traza una delgada línea. Viajar puede ser ambas cosas: una urgencia interna por crecer y un placer por descubrir. Tal vez la verdadera respuesta no esté en elegir entre una y otra, sino en reconocer que el viaje —más que un desplazamiento físico— es una forma de sentirse vivo.
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