Eso, como se imaginan, tenía que tener un precio. Un precio que paga todo el sector turístico y del que tal vez no llegue a recuperarse jamás: ahora, para vender, todo tiene que ser cancelable hasta el día antes.
Yo estoy organizando un viaje pero, por supuesto, como haría usted o cualquier otro mortal, ni loco anticipo dinero. Booking, por ejemplo, ha acentuado lo que venía practicando: “Le cargamos dos días antes el dinero del hotel, pero hasta ese día puede cancelar sin coste alguno”; todas las alquiladoras de coches también hacen lo mismo, porque si no se quedan sin clientes. Y varias aerolíneas también están haciendo lo mismo porque, desde luego, ¿quién se va a fiar hoy de ellas? Las más populares lo tienen claro: compre, pero puede cancelar. Lo que no tengo tan claro es si devolverán el dinero en esa cancelación y, desde luego, esto explica por qué no venden sus billetes, salvo cuando los ofrecen a precios marginales.
Una vez que se haya introducido como práctica normal de mercado la cancelación de las vacaciones hasta el último momento, ¿cómo se dará marcha atrás? ¿Es un camino con retorno? Yo creo que será muy difícil. Estamos introduciendo en el mercado una práctica que es muy positiva para el cliente, pero que incrementará notablemente la inestabilidad, la inseguridad. Este año, por supuesto, esto es notable, pero en el futuro probablemente se mantenga.
Para retirar estas prácticas, serán necesarias ofertas muy, muy tentadoras.
Este es el precio –y encuentro que no muy alto– de la estúpida decisión de no devolver el dinero y, peor, de esconderse detrás de un muro de mentiras y dilaciones que convierten a las aerolíneas en unas empresas nada de fiar. Al menos, no de fiar el dinero propio.
Portal de América - Fuente: preferente