por Marta Sader, Condé Nast Traveler
Quizá por eso, como adultos, nos emocionan tanto las noticias astronómicas: es como darle por fin una dimensión real a todo aquello que aprendimos. Es descubrir que ese universo que nos parece inabarcable, misterioso, poético, infinito, es en realidad cierto y cotidiano.
Es justo así como nos sentimos cuando supimos que la Tierra tiene una nueva luna. No, no es ciencia ficción: es un fenómeno celestial real que comenzó el 29 de setiembre. Durante la jornada, nuestro planeta adoptó temporalmente un nuevo compañero orbital, convirtiendo nuestro sistema Tierra-Luna en un trío cósmico por un breve pero apasionante período.
Este visitante estelar, conocido oficialmente como asteroide 2024 PT5, ha sido descubierto por un equipo de astrónomos de la Universidad Complutense de Madrid. Aunque no es más que una roca espacial de unos diez metros de diámetro, durante 56,6 días, se convertirá en lo que los científicos llaman una "mini-luna" de la Tierra. Básicamente, nuestro planeta capturará temporalmente al asteroide en su órbita, convirtiéndolo en un satélite efímero antes de que continúe su viaje por el espacio el 25 de noviembre.
Pero no te despidas de él todavía, pues no será la última vez que veamos al 2024 PT5: está previsto que vuelva a acercarse a la Tierra en enero de 2025, a una distancia de 1,8 millones de kilómetros, y de nuevo, en noviembre de 2055, aunque, en esa ocasión, se encontrará a 5,2 millones de kilómetros. En ninguna de sus tres ‘visitas’ se prevé que pueda colisionar con nuestro planeta.
Pero, ¿de dónde viene esta roca? Aunque los especialistas están prácticamente seguros de que se trata de un elemento natural (y no de basura espacial), no está del todo claro cuál es su procedencia. Sin embargo, el director del Centro de Estudios de Objetos Cercanos a la Tierra (CNEOS) del Laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA, Paul Chodas, ha declarado al New York Times que la evolución orbital previa del asteroide sugiere que “posiblemente se trate de un trozo eyectado de un impacto (asteroidal) contra la Luna”. Es decir, que podría ser un fragmento de nuestro propio satélite.
Pese a que su tamaño es modesto, la incorporación de una 'segunda luna' en nuestro planeta marca un evento astronómico fascinante que raramente podemos presenciar en tiempo real. De hecho, la última "luna de alquiler" registrada, el asteroide 2020 CD3, nos acompañó ya hace cuatro años, en 2020. Eso sí, se considera que, cuando lo descubrimos, ya llevaba unos tres años con nosotros.
Lamentablemente, el asteroide 2024 PT5 no podrá ser observado a simple vista, pues su pequeño diámetro hace que no refleje la cantidad necesaria de luz del sol para que podamos verlo. Sin embargo, sí que se aprecia con la ayuda de elementos especializados, de modo que servirá a los científicos para entender mejor la interacción de los cuerpos celestes de reducido tamaño con la gravedad terrestre. Y a nosotros para saber que el cielo es todavía mucho más fascinante de lo que nos enseñaron en el colegio.
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