Chile es, en general, un destino bastante desconocido en Sudamérica. Mucha gente se rinde ante las bellezas naturales de Argentina, la arqueología monumental de Perú o el destino total que es el inmenso Brasil, pero esa especie de fideo alargado que ocupa la parte oeste de Sudamérica, tiene la peculiaridad de pasar bastante desapercibido. Precisamente esto debe incitarnos, aún más, a viajar al país.
LOS VOLCANES QUE DOMINAN TODO
En la Región de Los Lagos de Chile encontraremos bastantes menos turistas que en sus vecinos patagónicos argentinos, y, sin embargo, el paisaje y las recompensas no serán menores. En primer lugar, como una especie de enormes vigilantes con malos humos, dos grandes volcanes que se consideran activos: el Calbuco y el Osorno.
Volcán Calbuco Chile. Getty
El volcán Calbuco se eleva casi 2.000 metros sobre el suelo y su poderosa silueta, con su cumbre nevada, es visible desde Osorno hasta Chiloé. Tras permanecer dormido durante casi medio siglo, despertó con furia el 22 de abril del 2015, lanzando una columna de lava que se elevó hasta 15 km en el aire. Al día siguiente, las explosiones fueron más fuertes y más de 4.000 personas que vivían en los alrededores tuvieron que ser evacuadas. Sin embargo, a día de hoy, está permitido ascender hacia este gigante de fuego que se halla en la Reserva Nacional Llanquihue.
La mejor época para hacerlo es entre octubre y marzo (primavera y verano en el hemisferio sur), cuando es posible aprovechar los extensos neveros para hacer más sencilla la ascensión.
Su hermano, el volcán Osorno, posee una belleza visual inigualable, pues ofrece ese típico aspecto volcánico que todos dibujamos cuando somos pequeños. En términos científicos es un estratovolcán cónico.
Tiene una altura de 2.652 metros y su majestuoso rasgo cónico se levanta al lado opuesto de las ciudades de Frutillar y Llanquihue, de las que se encuentra separadas tan sólo por las calmadas aguas del lago Llanquihue, el segundo lago más grande de Chile y en el que merece la pena detenerse en su orilla para admirarlo y, sobre todo, disfrutar de una de las mejores perspectivas del volcán.
El volcán Osorno se refleja en el vecino lago. Getty
Las laderas del Osorno aparecen profusamente cubiertas de nieve en invierno, convirtiéndolo en una de las mejores estaciones de esquí del país. En verano, siguen existiendo algunos bloques de hielo y nieve cerca de la cima, a la que se puede llegar siempre que obtengamos un permiso. Ya cerca de ella, el paisaje es prácticamente lunar y regala una inolvidable panorámica de la zona.
Si no disponemos del permiso, siempre podemos tomar los telesillas que nos acercan a la parte alta. Es más seguro que aproximarse al Calbuco, pues el Osorno, a pesar de haber sufrido 11 erupciones entre 1575 y 1869, lleva dormido desde esa última fecha.
Ciudad de Puerto Varas Chile. Getty
PUERTO VARAS, UN LUGAR BELLO Y TRANQUILO
Dejamos la adrenalina de los volcanes para descender a las orillas del lago Llanquihue y explorar la tranquila localidad de Puerto Varas, ciudad fundada en 1853 cuyos primeros colonos fueron unos doscientos alemanes.
Esa influencia germánica aún se percibe en Puerto Varas. Existe una colorida iglesia luterana y los edificios que albergan bonitas tiendas de artesanía local, chocolaterías y artículos de recuerdos tienen ese toque de cabaña de madera alemana.
Los que vienen a Puerto Varas a relajarse, suelen pasar el día paseando por la orilla del lago o ascienden a la cima del pequeño Cerro Philippi, desde la que las vistas son para quedarse a vivir. Los más activos, suelen contratar excursiones al volcán Osorno o los saltos de agua cristalina de Petrohué, sin dejar de lado las divertidas actividades náuticas que ofrecen las aguas del lago, como un paseo en kayak o en velero.
Los saltos de agua de Petrohué. Chile. Getty
FRUTILLAR, LA FRESA DEL POSTRE
¿Sabíais que los chilenos (y los argentinos) llaman ‘frutillas’ a las fresas? Muy probablemente, a la localidad de Frutillar no le dieron ese nombre por guardar algún parecido con la fruta, pero lo cierto es que le sienta muy bien.
Frutillar es un pequeño pueblo de poco más de 15.000 habitantes que dormita sobre la orilla oeste del lago Llanquihue. Al igual que ocurrió con Puerto Varas, también fue fundada por inmigrantes alemanes, pero tres años más tarde que aquella (1856). Hoy el pueblo se divide en dos zonas: Frutillar Alto y Frutillar Bajo. La mayoría de las atracciones turísticas, restaurantes y tiendas se encuentran en Frutillar Bajo.
Es ahí donde hallaremos el curioso Museo Colonial Alemán, situado en un gran terreno de más de tres hectáreas y en el que se recrea la vida de los colonos alemanes que llegaron a la zona a mitad del siglo XIX. Podremos caminar entre hermosos jardines, visitar un molino de agua, el taller del herrero y una típica casona de campo de la época.
El puerto de Frutillar. Getty
La calle con más vida de Frutillar es la costanera. Recorre el pueblo por completo y en ella nos encontraremos lugares como el Teatro del Lago, de gran importancia (¡cuenta con 1.200 butacas!) y excelente repertorio cultural, sobre todo teniendo en cuenta el tamaño de la localidad; el muelle, que se adentra en las aguas del lago y tiene cierta estética británica; la pérgola y su famoso piano de metal, una de las esculturas más fotografiadas de Frutillar.
Por supuesto, no podremos marcharnos de aquí sin probar sus deliciosos “Kuchen” (pasteles) alemanes. La repostería de Frutillar es famosa en toda Sudamérica. Un buen lugar para tomar uno – o varios– de estos pasteles es el café Karl and Amalie (1285 Avenida Bernardo Philippi), que se encuentra cerca de la playa del lago. Después, para no sentirnos culpables, siempre podremos alquilar una bicicleta y recorrer el lago y la ciudad.
Kuchen, una delicia alemana que puedes probar en Frutillar. Getty
PARQUE NACIONAL ALERCE ANDINO
Desde Frutillar, una hora y media hacia el sur espera uno de los más bellos parques nacionales de Chile. Los árboles que pueblan el parque nacional Alerce Andino son auténticos herederos de los linajes más antiguos.
Este hábitat natural se mantuvo aislado del hielo que cubrió completamente la zona hace unos 12.000 años. Eso hizo que se formaran unos bosques endémicos en los que una de cada tres especies no se halla en ninguna otra parte del mundo. Entre esas maravillas arbóreas aparecen casi medio centenar de lagunas de todos los tamaños y formas, además de impresionantes paredes verticales de granito.
Un auténtico regalo de la Madre Naturaleza que es protagonista de una de las regiones más hermosas de Chile, y desconocidas.
Portal de América - Fuente: Condé Nast Traveler