Estamos en la era del café
Jueves, 16 Febrero 2012
En este momento en que estoy preparando mi próximo viaje a Bogota, me vienen a la mente algunas observaciones que tienen que ver con esta filosofía o civilización. Estamos en la era del café, tomamos café con casi cualquier excusa. Para despertar, para reanimarnos, para apaciguarnos, para recuperarnos.
Pero pocos tomamos el tiempo de saborear un buen café. Debo confesar que los mejores cafés que he degustado los he conseguido en países muy alejados de las plantaciones. En lugares como Suiza o Escandinavia, se puede tomar un excelente café, aromático, cremoso, suavemente embriagador, y que deja un recuerdo muy agradable en la boca. En Cuba, me enseñaron a degustar un expreso a través de una cuchara untada de queso Roquefort (el que tiene grietas verdes). Un sabor sorprendente, insólito, pero muy placentero para el amante del buen queso. Les recomiendo que lo prueben.
Estamos en la era del café, porque el café se usa casi para todo. Seducimos a nuestros clientes invitándoles a un café de bienvenida, el llamado café de la seducción. Empatizamos con nuestros colaboradores reuniéndolos cada mañana alrededor de la cafetera, con un extra de algunas galletitas.
Es el café de la comunicación y de la complicidad.
Las empresas más modernas, en muchos países, han colocado máquinas de café en sus oficinas y lugares de trabajo, con lo cual los empleados pueden satisfacer sus ansias del producto sin tener que abandonar su puesto. Es frecuente ver en las series de televisión más populares a los personajes, que antes de entrar en su trabajo, hacen una parada en el cafetín del sector para adquirir el café en la versión preferida y llevarlo a la oficina.
Y también existe el café de la ineficiencia. En España es frecuente que los empleados públicos y de las grandes empresas semipúblicas, desdeñen su máquina de café y tomen su tiempo reglamentario para levantarse de su mesa, tomar un periódico y desplazarse al exterior a retirarse de la desagradable actividad que tienen la suerte de tener, pero que les obliga a cumplir horas para conseguir cobrar su beca todos los fine de mes. Y les puedo asegurar que no les importa el que haya cola frente a sus mostradores, toman su periódico, su chaqueta, y se van. A la vuelta, sus sufridos clientes estarán allí, aguantando su frustración y comentando su envidia.
¿No seria el momento de volver al café de la productividad y competitividad?
Portal de América