Guardar menos para tener más
Martes, 14 Febrero 2012
Decía en un artículo anterior que vivimos inmersos en una búsqueda permanente. Y lo difícil, creo, es establecer un límite entre lo que realmente necesitamos, y aquello que compramos o conseguimos bajo la ilusión de que hará nuestra vida más perfecta, o más dichosa.
por Jorge Guasp
Pienso que salir de vacaciones, sobre todo a un destino de naturaleza en que tenemos pocas oportunidades de comprar bienes o de consumir servicios, es un buen modo de descubrir en qué medida echamos de menos todo lo que tenemos. Este ejercicio no sólo se puede realizar en el destino escogido, sino también antes, cuando planificamos el viaje y armamos la maleta. ¿Qué poner en ese escaso espacio disponible? ¿Qué necesitaremos para ser felices durante nuestras vacaciones? ¿Qué bienes de nuestra vida cotidiana consideramos indispensables?
Hacer una maleta es un proceso análogo al de ordenar un placard: es, en cierto modo, revisar la vida (a través de la ropa), ver qué tenemos, con qué frecuencia lo usamos, preguntarse para qué lo compramos, analizar si podríamos prescindir de esto o aquello, etc.
Quizá el desafío mayor de las vacaciones en un sitio rodeado de naturaleza sea, primero, seleccionar lo estrictamente necesario para esos días, y luego, aprender a sentirse completo a pesar de la falta de bienes o servicios, en lugar de pensar en lo bien que nos sentiríamos si no hubiésemos olvidado tal o cual cosa…
Me parece importante reflexionar sobre lo que postulo en el título del artículo: Guardar menos es tener más. Guardar menos objetos en la maleta es tener menos tiempo para escoger ropa, y más tiempo para disfrutar de la vida. Guardar menos objetos en casa implica haber comprado menos, haber generado menos residuos, y tener más: más espacio libre, y más naturaleza intacta (ya que la producción de bienes y servicios atenta contra el ambiente). Guardar menos también se relaciona con nuestras emociones: implica guardar menos rencores, menos recuerdos nostálgicos, menos dolor inútil, menos culpa por no haber hecho lo que quisimos, o por haber hecho lo que hubiéramos podido evitar…
Ir liviano por la vida implica guardar lo menos posible, comprendiendo que, de todos modos, el día en que dejemos el planeta tendremos que librarnos inexorablemente de nuestras pertenencias.
El desafío está planteado: poner en la maleta lo menos posible. Procurar que la fuente de felicidad sea la experiencia de contacto con el destino escogido, y no lo que llevamos. Que no exista culpa ni tristeza por lo que dejamos en casa, sino alegría por todo lo que tenemos a mano; y también por el simple hecho de estar con vida, y poder disfrutar de ello.
fuente: www.boletin-turistico.com
Portal de América