Y es que lo de Spanair no tiene nombre. Las quejas de sus competidores, nacionales y europeos, están más que justificadas: las subvenciones a fondo perdido de la Generalitat son un despropósito, con crisis o sin crisis. La aerolínea auspiciada por los hoteleros catalanes y los organismos públicos juega con una tremenda ventaja respecto a sus colegas, un mal ejemplo para una comunidad que si por algo ha destacado en su historia es por la lucha de sus empresarios emprendedores y por la defensa a ultranza de la economía libre de mercado.
Llama la atención el silencio de los hoteleros y colectivos empresariales acerca del funcionamiento de esta compañía: ninguno discrepa, todos callan, salvo el presidente de Vueling, como no podía ser de otra forma. Es entendible que haya malpensados sobre la entrada de la aerolínea qatarí en Spanair. No les faltala razón. Pero ojalá se equivoquen y aterricen de una vez en el accionariado de una empresa necesitada de un socio con músculo y con marca.
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