Mar Chiquita: entre lo dulce y lo salado
Lunes, 12 Diciembre 2011

Mar Chiquita: entre lo dulce y lo salado

Mar Chiquita es una enorme laguna (75 km de este a oeste, y 35 de norte a sur) salada ubicada al noreste de la provincia argentina de Córdoba. Se formó hace unos 50.000 años, por la reactivación de antiguas fallas geológicas que originaron barrancas en sus extremos este y sur, cerrando así la entrada de los ríos Dulce, Primero y Segundo. De este modo se originó una cuenca endorreica (sin salida), donde el único egreso de agua se produce por evaporación, por lo que la laguna ha ido aumentando gradualmente la escasa salinidad que tenía cuando se formó, alcanzando actualmente valores superiores a los del mar.

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Mar Chiquita es una reserva natural provincial. Es sitio Ramsar (acuerdo internacional sobre humedales), Área de Importancia para la Conservación de Aves, Sitio de Valor para la Red Hemisférica de Reservas para Aves Playeras, y Sitio de la Red de Lagos Vivientes (Living Lakes). En ella pueden verse flamencos, biguás, patos y otras aves. Tienen particular importancia los chorlos o chorlitos, que migran hasta la laguna desde el Hemisferio Norte a partir de la primavera austral y hasta finales del verano, llegando a volar hasta 15.000 km, con el fin adaptarse a los cambios de estaciones y la disponibilidad de recursos correspondiente.

Debido a su alta salinidad y escasa profundidad (7 m de máximo), las aguas de Mar Chiquita se calientan con la insolación y fomentan la inmersión de los bañistas, cuyos cuerpos flotan en ella más que en el mar…

Miramar es la única ciudad que se encuentra a orillas de la laguna, y tiene una historia peculiar. Como consecuencia de las inundaciones provocadas por el ascenso del nivel de la laguna, la ciudad ha perdido parte de sus viviendas y hoteles a lo largo de su existencia. La laguna también ha sufrido períodos de retracción, convirtiéndose temporalmente en un cuerpo de barro coronado por un minúsculo cuerpo de agua.

Estas fluctuaciones en el nivel de la laguna han hecho que Miramar alternara a lo largo de su historia períodos de esplendor turístico con tiempos de caos y pérdida de infraestructura. Algunas de las construcciones erigidas junto a la laguna permanecieron tanto tiempo bajo el agua, que las autoridades decidieron demolerlas con explosivos, para cambiar drásticamente el destino de la ciudad. Los restos de algunos hoteles, e incluso los troncos de los árboles que ornamentaban esas construcciones, aún pueden verse sumergidos en el cuerpo de agua, como testigos mudos de la lucha entre el comportamiento de la naturaleza y el destino que el hombre elige para ella.

Como ha pasado en otras localidades turísticas, el hombre creyó poder ganarle al agua con escolleras de piedra y cemento, bombas eléctricas, canales de drenaje, etc. Sin embargo, la naturaleza tiene ciclos inexorables, y contra ellos nada puede hacer el hombre. Nada, salvo respetar esas oscilaciones, que muchas veces tienen períodos de retorno largos en comparación con la vida humana. Construir por encima de la línea de ribera o de máxima crecida de ríos y lagunas es la única solución para convivir armoniosamente con la naturaleza. La responsabilidad no es el agua sino del hombre, que se entromete en terreno ajeno; y esto es algo que nuestra visión antropocéntrica del planeta no siempre tiene en cuenta…

Portal de América

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