El mensaje contenía también una encendida defensa de la gestión de Mariano Recalde, coincidente con las declaraciones de funcionarios y políticos oficialistas y con avisos publicados en distintos medios enumerando los logros de la gestión. Está claro que desde hace unos días, ante la imposibilidad de ocultar la nueva crisis y la distancia que a esta altura los separa de la gestión Marsans, la estrategia marcada desde lo más alto del poder fue responsabilizar a los gremialistas por todos los males de la empresa, en especial a Ricardo Cirielli y Jorge Pérez Tamayo, casualmente los principales socios del kirchnerismo en el proceso que culminó con la salida de los españoles de Aerolíneas.
Por eso resultaban patéticas las imágenes que mostraban a gremialistas -obviamente ni de APTA ni de APLA- aplaudiendo de pie mientras la Presidenta los castigaba cuando un par de meses atrás, alineados con uno de aquellos dos líderes, eran parte del conflicto y dificultaban también el funcionamiento de la compañía simplemente porque otro gremio le sacaba afiliados.
Para sustentar sus palabras, la Presidenta detalló los salarios que reciben los empleados y fue desmentida casi por el completo cuadro gremial. Si bien históricamente los sindicatos han sido un problema para cualquier administración en Aerolíneas, resulta un tanto exagerado cargarles ahora el 100% de los males o responsabilizarlos por los sueldos que reciben los empleados de cualquier nivel, superiores a los que pagan las empresas más rentables y eficientes del país.
En todo caso le cabría a los gremios el mismo grado de responsabilidad que les cupo en el fracaso de cualquier gestión anterior, sea estatal o privada. También a quienes conducen la empresa.
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