por Jorge Guasp

El mencionado curso abordaba los aspectos estratégicos del manejo de la información turística, y no lo que sucede durante la conversación propiamente dicha con el turista. Al respecto, cuando no se trata de aspectos puntuales, como por ejemplo el modo de llegar a un lugar o acceder a un servicio, a veces cometemos el error de dar respuestas que debe encontrar, me parece, el propio turista.

Hay gente que viene a la oficina esperando que yo le diga qué parque nacional (u otro sitio natural) debe visitar. En esos casos yo no doy respuestas, sino que hago preguntas. Creo que el rol del informante tiene que ver con interpretar y canalizar los deseos del turista, para que encuentre lo que desea. En este sentido, creo que en lugar de "consejeros" debemos ser una suerte de mediadores entre la gente y el destino. Yo no doy consejos (ni en el turismo ni en la vida); sólo facilito la conexión con la experiencia que la gente busca.

Cuando alguien nos pregunta qué estamos haciendo, a un hijo podemos decirle que “estamos trabajando”, y a un compañero de la oficina podemos comentarle, en cambio, que “estamos revisando un proyecto”. La misma pregunta tiene diferentes respuestas, dependiendo de la persona de que se trate. En el ámbito del turismo sucede lo mismo: no le damos la misma respuesta a un ornitólogo que a un turista interesado en hacer un retiro espiritual en la naturaleza. Y si no preguntamos qué desea el visitante, podemos cometer el error de darle determinada información a alguien que busca algo distinto de lo que le ofrecemos.

Dar información sin preguntar es conjeturar acerca de lo que busca el turista. Aunque cueste creerlo, con frecuencia el visitante no sabe lo que desea, o tiene una visión demasiado ambigua de la experiencia que persigue. En estos casos, conectar al turista con lo que busca es el único modo de lograr que tenga una experiencia satisfactoria. Y esto se consigue a través de preguntas, antes que de respuestas concretas.

Portal de América - Fuente: www.boletin-turistico.com