por Guiem Costigan
Iberia, Air Europa y Vueling vienen logrando beneficios gracias a que toman decisiones basándose en si van a ganar dinero o no. Lo más normal del mundo en un negocio, vamos. Pero por desgracia, no para Spanair, que lo que la guía es la política, la construcción nacional catalana.
Las autoridades de todo signo, de izquierdas y de derechas, nacionalistas y no, han decretado que la función de Spanair es conectar Barcelona con el mundo, principalmente con otros continentes. En este parecer ha influido el cierto escozor que provoca el asentamiento de Iberia en Madrid.
Argumentos como que "hace 10 años el Gobierno inyectó a Iberia 1.300 millones" son los que usan quienes abogan por seguir inyectando dinero público a Spanair. Y los mismos que hacen estos comentarios son quienes luego dicen que están a la espera de un inversor.
Cataluña, cuyas arcas se encuentran en un trance deprimente, debe plantearse si para su sociedad es más importante mantener el presupuesto en sanidad o educación o que los pocos ciudadanos que quieran ir a Asia tengan que hacer una escala en Frankfurt.
En el caso de que opten por dar prioridad a las escuelas y los hospitales, como la sensatez parece aconsejar, las ambiciones faraónicas más propias de otros lugares deberían dar paso a un plan centrado en la rentabilidad, una meta alcanzable, como Iberia, Air Europa y Vueling han demostrado.
Dando los pasos lógicos para facilitar la llegada de un inversor, Barcelona podría conservar durante muchos años una aerolínea propia; la aviación española retendría una de sus enseñas más emblemáticas tras la ola de quiebras que ha padecido el sector desde hace tres años, y lo más importante, multitud de empleos no serían rehenes de la imprudencia de unos pocos.
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