¿A quien beneficia la explotación convencional del turismo?
Martes, 28 Junio 2011

¿A quien beneficia la explotación convencional del turismo?

La estructura del turismo se caracteriza por una creciente oferta hotelera en receptores y aviones cada vez mayores en emisores, una fórmula que beneficia a los emisores (ricos) a costa de los receptores (pobres).

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por  Francisco Muñoz Escalona

Hace una década participé en un evento singular, el “Master Internacional de Turismo Sostenible” que, en octubre de 2001 organizó la Universidad de Concepción con apoyo científico del Instituto de Economía y Geografía del CSIC (España) y financiero de la Cámara de Turismo de Chile. Como se habrá observado, el evento tuvo lugar poco después del brutal atentado de las Torres Gemelas de Nueva York. Los tres españoles que participamos en calidad de profesores teníamos que viajar en avión tanto a Chile como en Chile y, obviamente, se nos planteó la posibilidad de suspenderlo por pura precaución. Si al final lo hicimos fue porque se me ocurrió argumentar que el riego de que se repitiera un atentado similar era, si no inexistente, sí insignificante, habida cuenta de que atentados como aquel no se hacen, afortunadamente, todos los días.

El master fue seguido por numerosos estudiantes chilenos, desde La Serena a Puerto Mont, pasando por numerosas ciudades intermedias (Santiago, Concepción, Valdivia y Pucón). Se trataba de cumplir con la fase presencial de un master que llevaba un año funcionando de forma virtual (por Internet y por videoconferencia. En todas las ciudades en las que estuvimos, los científicos españoles gozamos de una excelente acogida y con una efervescente participación de estudiantes y empresarios. Fue un éxito aquel master.

Pues bien, si hoy lo traigo a colación es porque acabo de leer una noticia reveladora en www.abc.es sobre el A380, el avión más grande del mundo junto con el Boeing 747. Dice así la noticia:

“ABC cruza el Atlántico en un Airbus A380, que impresiona por sus motores, por la longitud de sus alas, por los pasajeros que puede llevar y por su gracilidad al despegar y tomar tierra. Todo es a gran escala en el A380, por ello una de las premisas que cualquier compañía que decida operar con él tiene que seguir es conseguir llenar los aviones al máximo. En Lufthansa lo saben y por ello tratan de operar -siempre desde Fráncfort- a ciudades donde puedan combinar el pasajero de negocios con los que van por placer, a visitar a familiares o turismo”.

Habrá quien se pregunte qué tiene que ver la noticia con el master de la Universidad de Concepción. Si es así paso a explicarlo. Al final de la ponencia que yo presenté en el abarrotado y magnífico salón de actos de la Universidad de Concepción hubo un animado coloquio a cuyos efectos se incorporaron a la mesa varios expertos chilenos y extranjeros. Uno de estos expertos, extranjero porque trabajaba en Francia y autóctono porque era chileno se dirigió al auditorio, y a través de él, a la sociedad y a los gobernantes de Chile con estas palabras:

“Miren ustedes: trabajo como asesor del ministro de Turismo de Francia. Y en base a lo que conozco de la forma de entender el turismo emisor en Francia les puedo decir que Francia poco o nada puede hacer para incrementar significativamente la emisión de turistas franceses a Chile. ¿Y saben por qué? Muy sencillo: Porque ni los gobierno de Chile ni los inversores privados chilenos se dedican a aumentar la oferta de plazas hoteleras como tendría que hacer para que Francia enviara turistas a Chile”

Cuando oí tan sincero y realista mensaje en boca de aquel chileno residente en Francia me convencí aun más si cabe de la necesidad de aplicar mi personal visión del turismo. De ellas se desprende que desde hace siglos el turismo se viene enfocando como una industria que beneficia a los países en los que se localizan las verdaderas empresas turísticas, las turoperadoras, aunque esa realidad se camufla bajo la máscara de que favorece a los países receptores. Lo demuestra es frase tomada de una publicación de la OMT:

“Los Estados deben considerar el turismo como resultado de una obligación contraída por ellos por razones de progreso social”.

¿A qué Estados se refiere? ¿A todos? ¿Solo a los emisores? ¿Más bien a los receptores? Las preguntas quedan contestadas en esta frase, tomada de un reportaje publicado en www.elpais.com (26/06/2011) bajo el título ¿Nos salvará el turismo?:
“Y lastrando, cómo no, una rentabilidad cuya recuperación apenas se atisba hoy entre las fuentes consultadas, ”.

Como se ve, el grupo español Meliá, que opera en numerosos países receptores, obtiene nada menos que el 80% de sus beneficios del exterior, es decir, de los negocios que tiene en países receptores.

La frase de la OMT está redactada de una forma, en el mejor de los casos, neutral, pero enmascara que, bajo la creencia de que los emisores favorecen a los receptores porque implica una transferencia de rentas de los primeros a los segundos son los segundos los que terminan beneficiando a los primeros por dos vías: 1) porque las utilidades del turismo las disfrutan los residentes en los emisores y 2) porque, además, una parte del valor añadido por el negocio lo acaparan los emisores explotando el territorio y los servicios de los receptores.

Relacionemos la noticia de ABC con las palabras del asesor del ministro de Turismo de Francia. Nos percataremos sin dificultad de que las turoperadoras, localizadas en los países emisores, basan su negocio en dos factores básicos: en la explotación de aviones propios de capacidad creciente que aprovechan la existencia de destinos con abundante oferta de plazas hoteleras. Conocen muy bien que, gracias a la implacable ley de la oferta y la demanda, abaratan los llamados paquetes gracias a un bajo coste unitario de los vuelos y de las plazas hoteleras.

Cualquiera puede entender, conociendo esta dura realidad, que fomentar el crecimiento de la oferta de plazas hoteleras en los países que no tienen otra forma de aumentar sus entradas de divisas que la creciente llegada de turistas empaquetados por los turoperadoras extranjeros es un procedimiento que los condena a ceder a empresas extranjeras una parte sustancial de los beneficios reportados por el negocio. Y que por ello deberían darse cuenta los gobernantes y los inversores de estos países, generalmente desfavorecidos, de que si quieren recibir más beneficios deberían abandonar esta estrategia y cambiarla por otra, por la estrategia acorde con la nueva situación de los mercados, la que se fundamenta en la visión microeconómica del turismo, que propugna invertir en empresas turoperadoras dedicadas a fabricar programas de visita con contenido verdaderamente innovadores y de calidad. Solo así podrán competir con ventaja con los simplistas y básicos paquetes de las turoperadoras extranjeras.

Los compradores de estos paquetes se ven obligados a elaborar por sí mismos sus propios programas de visita, lo cual equivale a comprar las viandas en el mercado para cocinar nuestro propio menú en vez de acudir a un restaurante.

Si nos fijamos, cada vez son más los productos que se consumen después de haber sido sometidos a un proceso de elaboración lo más completo posible. El turismo es todavía en gran parte una excepción a esta regla, pero es por falta de una decisiva actuación de los inversores y de los gobiernos de los países llamados “turísticos”. ¿Hasta cuando? Como respuesta véase esta noticia de La Nueva España del 22 de junio de 2011:

El auténtico motor del turismo asturiano: Más de quinientos invitados arroparon a los empresarios galardonados anoche en Oviedo por Hostelería de Asturias. La asociación aboga por aprender a promocionar «la nueva Asturias»

Nada más viejo y equivocado. Los hoteleros siguen instalados en dos  errores: 1) piensan que son empresarios turísticos, pero solo son empresarios hoteleros, 2) creen que su en general maltrecho negocio solo puede mejorar por medio de la promoción pública y privada. Parece que les cuesta percatarse de que el negocio tiene que ir más allá de la venta de plazas hoteleras y que tienen que atreverse a fabricar programas de visita con contenido, es decir, deben pasar a producir turismo y no limitarse a producir para el turismo.

Es obvio que la explotación convencional del turismo beneficia en parte a los países receptores pero se ven obligados a compartir esos beneficios con los países emisores. No hay estimaciones al respecto pero no me extrañaría que estuviéramos asistiendo a un proceso de progresivo deterioro de la parte captada por los primeros en beneficio de los segundos.

Portal de América - Fuente: www.boletin-turistico.com

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