El enfoque de demanda provoca la supuesta complejidad de la economía del turismo
Miércoles, 08 Junio 2011

El enfoque de demanda provoca la supuesta complejidad de la economía del turismo

Como creo haber dicho, el enfoque de demanda, de base eminentemente sociológica, desde el que se estudia la economía del turismo, se atasca en la consideración del turista como un mero consumidor. Este enfoque, el convencional, conduce a ese lugar común que atufa tantos trabajos de turisperitos de que el turismo es una realidad muy compleja que ni con el concurso de todas las ciencias parece que podremos llegar a conocer en toda su dizque inmensa profundidad.

SACRAMENTO radisson
SACRAMENTO - proasur
MINTUR 1250x115
TSTT-1250x115
CIFFT 1250x115
MINTUR 1250x115 - B2
Arapey 1250x115

por  Francisco Muñoz Escalona

Ya he dicho que ese enfoque, en el que insisten los cultores de la manoseada multidisplinariedad, lleva a concebir el turismo como una singularidad, como un exotismo científico, como algo bizarro blindado al conocimiento integral, como una especialidad mostrenca sin par en el muestrario que se nos presenta sin otros títulos demostrativos que la simple repetición de ese lugar común que insiste en que es una realidad compleja. Caen así los que lo manejan en un diagnóstico que se refuerza a sí mismo pero que no es más que la consecuencia obligada de un planteamiento erróneo. De él no cabe esperar una solución sino tan solo el reforzamiento de su aparente complejidad.

Una supuesta complejidad que obedece a un mal planteamiento que lleva a un diagnóstico incorrecto el cual conduce, a su vez, a la adopción de un abanico de prácticas tan barrocas como imperantes. La confusión lleva a promover el necesario tratamiento multidisciplinar del que recientemente se está pasando nada menos que al transdisciplinar.

Y todo ello provocado sin la menor duda por el enfoque de demanda o sociológico que se aplica al estudio de la economía del turismo sin que quienes lo aplican se percaten de sus consecuencias.

Sorprende que ante la confusión imperante nadie haya caído en la cuenta de que es absurdo huir hacia delante admitiendo la complejidad como algo inherente y consustancial al turismo. En esa huída hacia delante se cree que la solución está en acudir a conceptos ambiguos, por ejemplo, el de la transversalidad.

Cuando se estudian los costes de una explotación cualquiera algunos economistas lo hacen por medio del método llamado cross section, expresión que significa corte transversal en un conjunto de explotaciones homogéneas, es decir, un corte que atravesaba por todas las explotaciones, en el bien entendido de que se trata de una línea de corte horizontal al eje de ordenadas. Pues bien. Nadie sabe en qué sentido dicen los turisperitos que la economía del turismo es un sector transversal. Comentando esta cuestión con el profesor de la U. M. de Cervantes de Valladolid, Félix Tomillo, me ilustró con esta explicación, sabia como todas las suyas:

Si los turisperitos supieran que en economía no caben más que dos líneas, la vertical y la horizontal y supieran además que transversal no puede ser más que una alusión incorrecta a horizontal, admitirían de buen grado lo que no están dispuestos a admitir, es decir, que la oferta turística vista con enfoque de demanda no puede ser más que multisectorial, es decir, que, si partimos de lo que gastan los turistas en un destino, esos gastos se materializarán, en principio, en compras procedentes de todos los sectores y de todas las empresas del destino.

Ellos se defienden diciendo que hay empresas y sectores que se consideran “muy turísticos” porque sus productos son adquiridos en su mayor parte por turistas, es decir, por viajeros, consumidores fuera de su lugar habitual de residencia, y que hay otras empresas y otros sectores que son “poco o nada turísticos” debido a que venden poco o nada al consumidor desplazado de su lugar de residencia.  Pero de esta forma caen, evidentemente, en una clasificación contingente, esto es, en una clasificación que puede cambiar de un país a otro, lo que priva a lo turístico de la mínima solidez y consistencia estructural.

Hace años, el jurista M. Martín Fornoza hablaba de empresas turísticas típicas y empresas turísticas no típicas creyendo que así ayudaba a resolver la indefinición económica a la que conduce el enfoque de demanda usual por medio de criterios legales y administrativos. Escribía lo que sigue: “Son empresas turísticas típicas aquellas que hacen de la explotación directa del turismo el fin esencial de su explotación mercantil, y han sido inscritas en el Registro correspondiente de la Dirección General de Empresas y Actividades Turísticas.  Se incluyen entre las empresas turísticas típicas:
- Las de hostelería.
- Las de alojamiento turístico de carácter no hotelero.
- Las agencias de información turística.
- Los restaurantes.
- Las agencias de viajes.
- Cualesquiera otras que presten servicios directamente  relacionados con el turismo y que reglamentariamente se determinen como tales”

Y continuaba diciendo que empresas turísticas no típicas son una parte de todas las demás, es decir, “las que no han sido ni serán en lo sucesivo objeto de reglamentación turística, ni están inscritas en el Registro de Empresas Turísticas, pero desarrollan una actividad que, en parte, es de contenido turístico o influye indirectamente sobre el turismo.  La ley, decía este jurista, considera que las empresas turísticas típicas son las que:
1. por circulares, carteles, rótulos u otros medios cualesquiera de publicidad anuncian un establecimiento comercial como especialmente recomendado al turismo.
2. en relación con los turistas desarrollan sus actividades en centros, vías de comunicación o zonas consideradas turísticamente como tales y experimentan durante la temporada turística un sensible aumento de sus transacciones”

La entera frase que acabo de transcribir respira por todos sus poros la concepción subjetivista del enfoque de demanda o usual, y pone de manifiesto con especial claridad las dificultades y tautologías en las que caen necesariamente los turisperitos.  Es digno de ser resaltado cómo el martí Fornoza se refiere continuamente al turismo como una realidad que no existiría sin una definición legal ad hoc.

La clasificación propuesta por M. Martín Fornoza es la misma que otros autores utilizan para aplicarla a los bienes y servicios en función del destino que se les dé. Así, tendríamos bienes y servicios específicamente turísticos, mixtos o complejos y corrientes.

El capitulo 3 de la obra de Manuel Figuerola (1985) se dedica al estudio de la llamada producción turística. En la página 69 encontramos la siguiente exposición: “Sin considerarlos atractivos naturales de las regiones, que son fundamentalmente los que inducen en una primera fase a la creación de corrientes turísticas, la oferta básica podrá definirse de carácter residencial, artístico, cultural y de otra tipología capaces de captar y asentar en una determinada zona y en un período de tiempo dado una población que procede del exterior”

¿Complejidad? No: Llamemos a las cosas por su nombre. Se trata de confusionismo, un confusionismo creado por la aplicación de un enfoque que como el de demanda es inadecuado para el análisis económico de cualquier actividad productiva, un análisis que, como tantas veces dijo Alfred Marshall, se lleva a cabo siempre con enfoque de oferta.

No seguir la sabia advertencia de Marshall lleva, inexorablemente, a un planteamiento errado de la cuestión. La complejidad-confusión que embrolla innecesariamente los estudios de la economía del turismo pero que los turisperitos creen que es  consustancial a la materia. Nada más errado y rechazable si aspiramos a que el turismo sea una fuente de riqueza verdaderamente eficaz.

Portal de América - Fuente: www.boletin-turistico.com

Escribir un comentario

Promovemos la comunicación responsable. No publicamos comentarios de usuarios anónimos ni aquellos que contengan términos soeces o descalificaciones a personas, empresas o servicios.