Crítica de la economía convencional del turismo
Martes, 24 Mayo 2011

Crítica de la economía convencional del turismo

En definitiva, al enfatizar el turismo como un puro acto de consumo, los turisperitos, es decir, los que profesan la visión convencional como los beatos sostienen sus convicciones, con la fe del carbonero, ocultan sistemáticamente la fase de producción, una etapa sin la que el consumo no es posible.

TSTT-1250x115
SACRAMENTO - proasur
CIFFT 1250x115
SACRAMENTO radisson
MINTUR 1250x115 - B2
Arapey 1250x115
MINTUR 1250x115

por  Francisco Muñoz Escalona

Ya sé que los turisperitos hablan todo el rato de productos turísticos, un heterogéneo conjunto de cosas de cuya producción no tienen que preocuparse por estar ya “producidas”: lagos, montes, ríos, playas…, pero también otras que sí han sido producidas: hoteles, remontes, restaurantes, monumentos, guías, parques, paisajes, e incluso muchas otras como los menús, las bebidas y los guías. En definitiva, llaman productos turísticos a cosdas que caen en un cajón de sastre que, aunque impropio de las pretensiones científicas, a ellos no les da más porque el uso de la lógica corriente y moliente no les preocupa ni poco ni mucho ya que les basta con las formulaciones dogmáticas.

Pero lo cierto es que, si la actividad turística se materializa en el consumo de bienes y servicios, habría que inquietarse ante la respuesta de esta inquietante pregunta: ¿cuáles son los bienes y servicios que pueden ser definidos como turísticos? Pues bien, Manuel Figuerola se encargó hace más de un cuarto de siglo en darnos la respuesta cvanónica diciendo que “es fácil comprender que su enumeración [la de los productos turísticos] estará en función de los rasgos peculiares que conceptúan al turismo (¡!): Servicios de alojamiento. Servicios de alimentación y restauración. Servicios de transporte. Servicios recreativos y de esparcimiento. Servicios de información y comunicación. Servicios de venta de artículos y manufacturas diversas”

Hace el autor citado, como se ha podido comprobar, una selección bastante bizarra basada en la presunción de que los productos turísticos son precisamente los bienes y servicios que con más frecuenciaconsumen los turistas y que por esa razón podemos llamarlos así productos turísticos. Pero cayendo de hoz y coz en una de esas tautologías de las que el científico tiene que huir como de la peste, porque una tautología es definir como turísticos los bienes y servicios que consumen los turistas.

Es decir, que quienes cultivan el enfoque convencional, el basado en el sujeto consumidor de turismo, el que se desplaza fuera de su entorno habitual para consumir determinados bienes y servicios, el turista, piensan que no existen bienes o servicios propiamente turísticos, por lo que, al hacerlo así, admiten implícitamente que todos los que se producen son o pueden ser turísticos porque, según nos dice Figuerola:  “son ofrecidos[al turista] con el fin de suministrarle todo lo que es necesario para que aquella [la satisfacción del turista] sea perfecta y equilibrada” (sic).

Es decir, insiste de nuevo Figuerola, que: “la actividad turística se configura como un amplio conjunto de apetencias humanas, satisfechas en paralelo por el consumo de ramas productivas.  En virtud de ello no se puede encasillar sus actos dentro de uno u otro sector: sería desconocer la auténtica realidad.  El turismo desde el lado de la producción no es simplemente “hostelería”, ni tampoco “mero transporte”, y menos aún “prestación de servicios recreativos”.  La actividad turística es bastante más; comparable con una ‘pequeña economía’ en donde intervienen desde los sectores primarios (agricultura y pesca) hasta el sector terciario en su más independiente rama de actividad (Administración Pública)”.

Por medio de esta nutrida cadena de afirmaciones contundentes cabe decir que la visión desde el sujeto consumidor lleva a configurar un conjunto de actividades productivas que son, en realidad, todas las que existen en el país de referencia, es decir, todos los sectores productivos de la economía, como ya expuse en una columna anterior.         

Para el enfoque usual, empresa turística es, por lo tanto, cualquier empresa que vende su producción, total o parcial,  a los consumidores foráneos ( algunos de los cuales puede que sean turístas).  Lo mismo cabe decir de la inversión turística, pues será, obviamente, la que se dirigija a la creación de negocios orientados
1) a dar servicio de los consumidores foráneos que dé la coincidencia de que sean turistas (y siguen como vemos las tautologías), pues no todos al pasrecer lo son,
2) a la mejora de ciertas economías externas favorables a esos consumidores de fuera,  o
3) a la ampliación de servicios públicos en genertal, pues sin ellos se cree que la demanda turística no se manifestaría adecuadamente o incluso podría ser inexistente.

Todo ello termina configurando un corpus doctrinario mostrenco sorprendentemente exótico y bizarror, como alguien dijo hace años con acierto. Ante lo cual sólo cabe comentar que cada palo aguante su vela y cada pensador debe ser responsable de lo que dice.

Ahora bien, lo que carece absolutamente de sentido es que semejante corpus de exotismos doctrinarios se pretenda hacer pasar por una teoría económica del turismo, un conjunto de incongruencias que, a la luz del pensamiento económico, puede ser cualquier cosa, todo, menos una teoría económica y mucho menos del turismo. De ser algo no es otra que una mezcolanza de términos tomados de la economía aplicados al estudio sociológico de un consumidor que consume toda clase de bienes y servicios, unos más y otros menos, en el lugar de referencia que nunca es el entorno habitual del mismo.

Con estos mimbres, la economía convencional del turismo se ocupa de medir los efectos que sobre el sistema productivo de dicho lugar de referencia se generan gracia a los gastos de los consumidores foráneos que cumplen todas las condiciones necesarias para ser tenidos por turistas, algo que no siempre es posible determinar con precisión.

La visión convencional del turismo lleva pues a una pura y simple repetición del contenido de los textos de economía, pero no de los que se ocupan de la micro economía, no, aunque se pretenda dar esa falsa e impresentable impresión, sino de los que estudian la economía como un todo, es decir, de la macro economía, ya que de lo que tratan, en realidad, es de un agregado (suma) del valor de todos los bienes y servicios que son vendidos a un colectivo concreto, el de los llamados turistas.

Y aunque en los libros de texto al uso, los que se autocalifican de ser de economía del turismo, se aplican los conceptos analíticos propios de la micro economía, tal aplicación no se hace, obviamente, al agregado monetario de esos productos, algo que no es posible, sino, exclusivamente, a una de las actividades previamente seleccionadas como siendo turísticas por antonomasia, la que llevan a cabo los hoteles y similares.

¿Por qué no le llamarán los turisperitos libros de economía hotelera en vez de llamarlos de economía turística?

Lo dicho, que cada palo aguante su vela y que cada turisperito responda de lo que escribe. Y lo que escriben los turisperitos equivale a esto: productos turísticos son los productos que consumen los turistas. De modo y manera que:
1.      La economía convencional del turismo identifica los productos en función del consumidor, es decir, no objetivamente, que es como hace la teoría económica.
2.      Si, para más inri, existen serias dificultades para identificar con precisión al consumidor que cumple a rajatabla las condiciones para ser tenido por un turista, esas dificultades se transmiten a la identificación de los productos de tal forma que pueden hacer absolutamente imposible identificar adecuadamente los productos turísticos.

En consecuencia, la economía convencional del turismo
1.      no es otra cosa que una vulgar macro economía aplicada
2.      no puede ser usada como una micro economía aplicada y si se usa como tal se comete una aberración científica.

Por consiguiente, si los turisperitos no consiguen identificar objetivamente los productos turísticos deben dejar de aplicar la economía convencional del turismo como si fuera una micro economía. Hacerlo así es un descomunal fraude científico que se viene sosteniendo desde hace casi un siglo. Un fraude al que urge poner coto cuanto antes si de verdad queremos que el turismo sea una disciplina tan seria y respetable como se pregona desde tantas instancias.

Nota: La exposición que he realizado tanto en esta columna como en otra anterior, es un resumen de lo que dije en mi primer trabajo, titulado Economía de la producción turística, hacia un enfoque alternativo. Apareció en el nº de 101 de Estudios Turísticos (1989) un año después de que fuera publicado por la revista del Ministerio de Comercio de gobierno de España. Ha pasado ya nada menos que un cuarto de siglo y la comunidad de turisperitos aun parece no haber tenido tiempo para recoger el reto que mi crítica ha puesto sobre la mesa.

Finalmente debo repetir que si aludo al libro de Figuerola es porque sigue teniendo la resaltable virtud de expresar con suma claridad todos los tópicos que adornan el corpus de la economía convencional del turismo.

Portal de América - Fuente: www.boletin-turistico.com

Escribir un comentario

Promovemos la comunicación responsable. No publicamos comentarios de usuarios anónimos ni aquellos que contengan términos soeces o descalificaciones a personas, empresas o servicios.