Alma de valija. Cruzar el Atlántico en 24 noches
Jueves, 12 Mayo 2011

 Las vistas de Venecia deslumbran hasta al capitán más experimentado. Las vistas de Venecia deslumbran hasta al capitán más experimentado.

Las vistas de Venecia deslumbran hasta al capitán más experimentado. .Los cruceros son golondrinas de alta mar. Por eso buscan el calor y el buen tiempo y cuando llega el otoño para los argentinos, ellos regresan a Italia para andar por el Mediterráneo o donde los lleve la primavera del hemisferio norte.

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Luego, igual que las golondrinas que parten de San Juan de Capistrano, volverán a nuestros puertos donde cada día son más populares como alternativa turística.

por Horacio de Dios - Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

Este recambio de base se repite sólo dos veces por año y es una excelente oportunidad para hacer una travesía excepcional con la oferta de pagar por un pasaje y que viajen dos, porque el segundo pasajero viaja gratis en la misma cabina. En Alma de Valija había contado este hecho y decidí aprovechar la oportunidad.

Era un viaje soñado, salir de Buenos Aires al comenzar el otoño y navegar 24 noches para llegar a Venecia en la primavera. Mi asignatura pendiente porque siempre la quise conocer desde que leía las historietas de Corto Maltés , de Hugo Pratt.

Puerto a puerto
El requisito imprescindible es reservar el lugar con tiempo porque se agota rápido aunque haya varios barcos grandes y distintos destinos en Europa. En mi caso decidí con tiempo y viajé en el Costa Fortuna, botado en 2007, con la serenidad de marcha de sus 105 mil toneladas y 1358 cabinas, entre ellas 464 con balcón, lo que es una maravilla.

Al mismo tiempo siendo tan moderno recuerda en su decoración a los célebres barcos de la edad dorada con modelos del Cristóforo Colombo o el Conte Grande en sus cuatro comedores o el ambiente de sus piano bar.

Si bien soy adicto a los cruceros, nunca había hecho uno tan extenso. Tenía muchas atracciones porque el calendario de puertos por tocar era amplio y diverso. Por empezar Punta del Este, para luego detenerse en las costas de Brasil (Porto Belo, Santos, Río de Janeiro, Ilheus, Salvador de Bahía, Maceió, Recife y Olinda. Después de esos primeros 12 días, vino el cruce del Atlántico con mi bautismo de mar en el Ecuador y, luego, cinco días sin ver tierra hasta culminar en Santa Cruz de Tenerife (Canarias); Casablanca; La Valleta (Malta); Corfú, en Grecia, y Duvrovnik.

Después, llegando con el sol del amanecer para ver los palacios de Venecia. Un espectáculo notable que deslumbra todavía al veterano capitán Anelito Montesarchio que en su cuaderno de bitácora nos contaba la noche anterior lo que íbamos a ver al día siguiente.

Más de tres semanas donde jamás me aburrí. Me levantaba temprano, con la fresca, para sacarle provecho a todo. Nunca hice una vida más sana. Desayunaba con jugos y fruta fresca antes de ir al gimnasio que mira a proa y después una escapada al baño turco y al sauna con un ventanal mirando al mar.

No me alcanzaba la jornada antes de caer cansado a mares con el gusto del placer cumplido. La marcha calma (el barco avanza al equivalente a 37 kilómetros por hora), el sol omnipresente y un buen tiempo que nos acompañó, lo mismo que la contagiosa buena onda de los pasajeros.

Sumar 7487 millas náuticas
Es un curso al paso donde no hacen falta palabras para sentirse a gusto. En este caso sumé 7487 millas náuticas y me quedé con ganas de varias cosas para seguir contando. En otro tiempo los transatlánticos eran para personas con plata y sin apuro, tipo Queen Mary. Hoy, hay para todos los gustos y bolsillos.

Los más cortos para jóvenes o matrimonios con chicos y los prolongados para quienes pueden disponer de tiempo sin estar atados a compromisos de trabajo o familia.

La única contra es engordar porque se come mucho y bien, hasta con pizzas en la trasnoche. Es cuestión de organizar el biorritmo. En mi caso no superé los dos kilos de más, el límite de exceso en el equipaje personal. Me ayudó abrir menos la boca alejándome de la tentación del buffet, donde uno tiene más grandes los ojos que el estómago. Aunque sin olvidarme jamás de las pastas del primer plato después del antipasto y antes del principal.

Porque si bien en la tripulación hay brasileños, filipinos, indonesios, europeos, una suerte de Naciones Unidas, el estilo es tan italiano como los penne rigati más sabrosos que probé este año.

Portal de América - fuente: www.lanacion.com.ar

 

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