Cómo desenchufarse de las vacaciones
Martes, 11 Enero 2011

Cómo desenchufarse de las vacaciones

Ayer empezaron mis vacaciones. Por fin. Necesitaba desenchufarme de la vida rápida de Buenos Aires, e irme al medio de la nada a disfrutar de la naturaleza y un silencio eremita, absoluto. Como todos los veranos, vine al delta con mi marido y mi gata.

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por Carolina Aguirre*

La gata está acostumbrada a vivir entre un departamento porteño y la inmensidad de los ríos como si nada; es como una isleña más. Mientras que nosotros remamos, nos damos un chapuzón, dormimos la siesta en hamaca paraguaya, ella corre pajaritos que nunca caza y toma el sol al lado de un papiro.

Como venimos mucho (a veces durante un mes, a veces los fines de semana) ya tenemos un sistema aceitadísimo. Hacemos la valija (poca ropa, apenas algunas remeras y una malla), algunos libros, el bote, un mate. Quizás las notebooks, porque escribo sentada en el muelle por la mañana, pero casi nada más. Cuando llegamos prendemos el fuego y hacemos un asadito sencillo, porque acá no hay ni aceto balsámico, ni semillitas, ni blends de especias, ni ninguna de las "snobeadas" que me encanta usar en Buenos Aires. Se extraña la vida gourmet, es cierto, pero alivia saber que somos más simples, y nos concentramos más en la naturaleza que en el consumismo y la voracidad. Acá comemos lo que hay, o lo que trae la lancha. Al menos hasta que estamos podridos y nos vamos a un restaurante.

A diferencia de Capital Federal, en donde hay ratas, cucarachas y mosquitos, en el delta hay mariposas, flores de catai, bichos de luz, garzas que se posan en tu muelle, blancas, inverosímiles. Acá no hay autos. Ni agua potable. Ni gas, sólo garrafas. A veces podés estar mirando el agua sin ver pasar a nadie durante horas, sólo un camalote que navega en cámara lenta y se enreda en tu muelle, o un pavo de monte que sobrevuela el monte. No pasa nada, literalmente. Ni siquiera hay teléfono en la mayoría de las casas. Ahora no importa mucho, gracias al boom de la telefonía celular. Nosotros llevamos los dos móviles para emergencias (porque como ya dije antes, esto es un páramo) y un tercer aparato para cuando salimos en bote, por si uno se cae al agua. Remar es genial, más si vas en un río amplio, y avanzás lejos de la orilla, porque podés captar mejor señal del delta con el celular. Es casi el único lugar en donde el 3G anda igual de rápido que allá.

El delta es imprevisto, nada que ver con Buenos Aires, todo ordenadito con sus semáforos, su pronóstico del tiempo y sus informes del tráfico en la radio. Acá estás a merced del río temperamental. Si el río baja, cambia la corriente o hay marea, te cuesta mucho volver con el bote. Nosotros nos quedamos varados muchas veces, también de noche. Por suerte, ahora uno de los móviles tiene GPS, así que vemos el recorrido, además de algunos puntos de referencia como recreos y alguna hostería aislada. Si nos perdemos, siempre podemos volver con esas instrucciones o buscando la casa en Google Earth, que se ve como si la estuviéramos espiando desde arriba, subidos a un árbol.

Pero más allá de esos inconvenientes mejores, acá nos relajamos de todos los problemas y sucesos que allá nos quitan el sueño. Los diarios no llegan, aunque a veces los espiamos desde la netbook conectados con un módem 3G y una antena amplificadora de señal que colgamos con algún esfuerzo del techo de la cabaña. No tenemos televisión, por supuesto -¿o a qué vendríamos acá?- pero para los días de lluvia traemos películas en un disco rígido portátil que enchufamos al Media Player que también capta señal Wi-Fi. Pero sí, fuera de eso, de las netbooks, de los teléfonos, el 3G y otros aparatos nos desconectamos por completo de la vida de allá. Sólo es cuestión de traer todos los cargadores y algunas zapatillas porque acá la electricidad es inestable y las casas no tienen muchos enchufes. Es una valija llena de cables. Porque a mí me encanta irme al medio de la nada, salir remar, nadar en el río y leer en la hamaca paraguaya. Juro que me encanta. Pero la verdad es que yo sin Internet, no puedo descansar.

*Carolina Aguirre se recibió de guionista en la Escuela Nacional de Experimentación y realización cinematográfica (ENERC) en el año 2000. Es autora de los blogs Bestiaria (que se editó como libro bajo el sello Aguilar en 2008) y Ciega a citas que además de transformarse en un libro se transformó en la primera serie de televisión adaptada de un blog en español.

Colaboró con diversos diarios y revistas como Joy , Crítica de la Argentina, In, Metrópolis, Gataflora, Ohlalá y La mujer de mi vida .

Como guionista escribe para televisión y publicidad en canales y productoras como Pramer, Promofilm, Mandarina y Camilo Ad Hoc.

Actualmente es columnista del programa Mañana es tarde, en Radio del Plata AM 1030 y en su blog Wasabi , en Planeta Joy. Se encuentra trabajando en su próximo libro, que saldrá directamente en papel a fines del 2010.

 

fuente: lanacion.com.ar

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