El panorama no es alentador pero estamos obligados a sacar fuerzas de la flaqueza y a seguir adelante incluso serenos y sonrientes. La política (mejor fuera decir la negación de la política) ha agostado los amables parajes en los que germinaban la serenidad y el pensamiento, y el hombre, huérfano de brújulas orientadoras y horro de ilusiones, da palos de ciego en la soledad que ni cesa en su actitud ni ceja en su esterilizador propósito. ¡Mala suerte! Sin embrago hoy, día de San Silvestre, es el momento de echarse el dolor y aún el pesimismo a la espalda y afirmarnos en el propósito de iniciar una vida nueva y mejor y más útil; nadie cree en semejante ensayo de las recién nacidas y más lozanas intenciones, pero nadie deja, tampoco, de tentar a la suerte para ver el airoso vuelo del cohete de la buena fortuna.
Ante el año nuevo todo se pinta de esperanza en el saludable sainete de la vida del hombre y todo se tiñe de suaves colores de misericordia. Lo malo, ¡bien lo sabe Dios!, será el leer al día siguiente la inacabable sarta de necedades y dolores que destilan la guerra, el hambre y todas las demás calamidades. Sé bien que mi deber de hoy es el de brindar a quien leyere un atisbo de ilusión. Declaro que amo todo, aún si demasiado entusiasmo. la vida, el hombre (aunque no se lo merezca), los animales, el paisaje que veo y el que no veo, los colores, los sabores, los olores, y me reconforta haber leído en el poeta Schiller que sólo conoce el amor quien ama sin esperanza. Ante la conducta de la Humanidad todos los hombres debiéramos sentirnos mínimos y consolarnos pensando, con Shakespeare, que el miserable no tiene más medicina que la esperanza. Feliz año nuevo.
31 de diciembre de 1993"
Recogido en El color de la mañana; Madrid, Espasa Calpe; 1996.
fuente: fundacioncela.com