La economía del turismo
Jueves, 17 Octubre 2013 23:20

La economía del turismo
Todo ciudadano que un domingo cualquiera se adentre a las colonias periféricas  de la ciudad de Puerto Vallarta, allá por las postrimerías de la sierra que nos abriga y protege,  encontrará, no sin sorpresa, el otro Vallarta; el reverso de las bambalinas de glamur que conoce el turista.  Es ahí, en esas colonias polvorientas, donde habitan muchos de los trabajadores de los negocios del relumbrón que existen a lo largo de la ribera de la grande Bahía de Banderas.
SACRAMENTO radisson
TSTT-1250x115
SACRAMENTO - proasur
CIFFT 1250x115
Arapey 1250x115
MINTUR 1250x115

por Héctor Perez García

Algunas de esas colonias llevan nombres que parecieran una ironía a su triste realidad: Lomas de Polanco, Balcones del Paraíso, etc. Desde lo alto de su ubicación  gozan de una vista maravillosa de la bahía; de seguro, desde allá arriba alcanzan a divisar sus lugares de trabajo; bordeando la playa y el mar, tan hermoso y tan ajeno. 

Se trata de zonas urbanas marginadas que junto con otros centros de población periféricos conforman el conjunto de “Ciudades dormitorio” que alimentan con mano de obra la hotelería de toda la bahía; Ixtapa, Las Juntas. Sólo El Pitillal ha generado una economía propia pues se está convirtiendo en un atractivo turístico por su originalidad como pueblo típico.

Los servicios básicos se escatiman, pues las arcas municipales no alcanzan para dotar a tanta gente de lo mínimo para pretender algo de calidad en su vivir. Un gobierno pobre en un destino rico.

“Los centros turísticos de nuestro país, con toda su belleza natural, no dejan de ser paraísos artificiales, rodeados de pequeños infiernos reales”. Atinada y sabia reflexión del señor licenciado Flavio Romero de Velasco, ex gobernador de Jalisco.

Lo anterior es la realidad en todos los destinos turísticos de México. Acapulco fue el primero; mientras que el litoral se poblaba de lujosos hoteles y condominios, la montaña lo hacía de barracas miserables y terribles. Por años, mientras los potentados brindaban con profusión en bares y restaurantes; en villas y mansiones. Allá arriba, en el anfiteatro, todas las noches se preparaban para enviar su diaria dotación de excrementos, directos al mar. Como protesta silenciosa y pestilente para contaminar la bahía de los ricos y famosos.

Cancún, con más de un millón de habitantes, una tercera parte de ellos viviendo en condiciones lastimosas por tanta precariedad. Mientras tanto, en la isla propia, o zona hotelera, como le llaman, el dispendio y los excesos son la orden del día. La Riviera Maya; aún más opulenta que Cancún, es desarrollada por capitales foráneos en su mayoría que producen ganancias del turismo que jamás entran al país.

En Ixtapa-Zihuatanejo, Los Cabos, Huatulco, Mazatlán o Manzanillo, las cosas no son diferentes. Es la verdadera historia de un país que maquila su turismo al mejor postor. De un país que carece de una política turística de Estado y donde cada gobierno cree tener el privilegio de salvarlo de las erradas decisiones de sus antecesores.

Por eso es válida la pregunta sobre si la política turística que ha seguido México es la mejor para la población. El que gentes comunes, sin el conocimiento de las disciplinas que estudian los fenómenos sociales, nos hagamos estas preguntas, solo aumenta la inquietud. Haría falta que instituciones de investigación como los Colegios de profesionales y Universidades, se preocuparan por lo que está sucediendo. Harían falta antropólogos, sociólogos, mercadologos, economistas y gentes con sentido común para dilucidar lo que pasa en México con su turismo.

Porque tampoco  es tan cierto que los miles de egresados de las universidades, que enseñan turismo, encuentran en la vida real una respuesta a sus expectativas de calidad de vida. Muchas ilusiones se quiebran ante la realidad de escasos puestos y salarios insuficientes.

En los últimos años se ha venido confirmando la idea de que  México se está convirtiendo en un “maquilador de turismo” en su propio territorio. A medida que capitales extranjeros adquieren hoteles,  aeropuertos, sistemas de comunicación, y otras formas de infraestructura turística, nos dejan a los nacionales la condición de servidores. En la medida en que el turismo de este país depende de los grandes operadores extranjeros con poder para influenciar e imponer tendencias de mercadeo; en esa medida hemos perdido independencia y por lo tanto no somos dueños de nuestro turismo.

Un análisis de la situación que se comenta nos dice: “En su forma moderna, la actividad turística se ha asentado en México desde hace más de setenta años y se supone que en ese lapso se han captado decenas de miles de millones de dólares, sin embargo, el beneficio real que las comunidades receptoras han obtenido es bien precario, cuando no francamente nulo, sobre todo cuando se toman en consideración los efectos nocivos que la mala gestión del turismo genera. Lo anterior es resultado de una pésima apreciación de las posibilidades del turismo y la insistencia de favorecer a tan solo unos cuantos actores de la actividad.

Se ha mencionado que el modelo que se ha seguido en México en materia turística (Los CIP) ha consistido en despojar sistemáticamente a los pobladores locales de los terrenos aledaños a los atractivos turísticos, fundamentalmente vía expropiación. Acto seguido el Estado contrae deuda con bancos internacionales y organismos financieros con objeto de construir infraestructura necesaria, y luego se ponen a disposición de empresas trasnacionales o del gran capital nacional los terrenos para construir hoteles, desarrollos condominiales, campos de golf  y demás equipamiento.

El resultado de actuar así es una progresiva y sistemática concentración del ingreso turístico en unos cuantos, mientras que la depauperación de las mayorías desalojadas de los terrenos, en los que originalmente se realizaban actividades agropecuarias o pesqueras, incrementa la desigualdad y los problemas sociales de migración, pobreza y delincuencia. Un ejemplo claro lo tenemos en casa: En Puerto Vallarta han desaparecido las actividades económicas agropecuarias y pesqueras, otrora florecientes. Viviendo junto al mar y al lado de un rico y generoso valle, debemos importar los frutos del mar y de la tierra que somos incapaces de producir.

A casi setenta años de iniciada la actividad turística moderna en Acapulco, por ejemplo, nos encontramos con el trágico panorama de que los pobladores locales ni siquiera tienen drenaje adecuado, por no mencionar su bajísimo nivel general de vida, a pesar de que Acapulco ha captado miles de millones de dólares en toda su historia turística.

La explicación es que todos esos miles de millones de dólares han ido a parar a unas cuantas manos, en muchos casos trasnacionales, que terminan reciclando el dinero a sus países de origen, con lo cual la captación real de divisas es mínima.  (Se trata de las  “fugas” del turismo).

Un amigo y colega me escribe: “Me encontré con un artículo sobre Acapulco y su desgracia turística actual y no por la tragedia de las inundaciones, sino por su mal manejo. Es de un cineasta extranjero que pronto estrenará su película sobre ese puerto, se titula: "Acuérdate de Acapulco".

Cualquier parecido con Puerto Vallarta, es pura coincidencia. Extraje sólo una pequeña porción, que retrata tal situación: “El residente está empujado a trabajar hacia el espectáculo, hacia el turismo.  Esto último hace sobrevivir al puerto, pero también es su desgracia, todos sus problemas vienen de ahí…

Tengo la impresión que nunca se han diversificado las actividades económicas y se le da esa imagen de paraíso, de lo que era antes, para justificar que no ha habido ningún cambio”.

Lo que las autoridades turísticas no comprenden es que para que el turismo realmente sirva para elevar el nivel y la calidad de vida de la población se necesita integrar a las comunidades locales como verdaderos socios que reciban en igualdad de condiciones que los inversionistas los beneficios económicos de la actividad.

Urge que el eje principal de la política turística sea el crear y apoyar micro y pequeñas empresas turísticas que sean propiedad de los pobladores locales, y no seguir por el absurdo camino de apoyar a las trasnacionales y al gran capital.

Desafortunadamente FONATUR (Fondo Nacional de Fomento al Turismo) perdió  el rumbo hace muchos años. Cuando se creó su misión fue también apoyar a los medianos y pequeños negocios locales>. Mientras se siga pensando que la comunidad local debe agradecer el que el único beneficio que obtiene del turismo sean trabajos de mesero, jardinero, camarista, taxista o prostituta, lo único que se logrará es mayor desigualdad y la agudización de los problemas sociales, problemas estos que ya amenazan en muchas regiones del país la existencia misma de la actividad turística”.

Veamos lo que pasa aquí cerca de nosotros en Puerto Vallarta; FONATUR invierte cientos de miles de dólares en infraestructura en el nuevo CIP de Nayarit LITIBÚ, lo más probable con dinero prestado de la banca internacional. La mayor parte de los terrenos ya han sido vendidos. ¿A quién? A las grandes compañías trasnacionales, principalmente españolas, quienes serán las beneficiadas principales a través de sus inversiones.

¿En que se beneficiará la población de esas latitudes? Tendrán trabajo de mesero, jardinero, taxista, camarista y lo que se pueda, pues estas empresas no solo aportan el capital financiero, también traen sus ejecutivos y administradores. ¿En dónde está el apoyo a la población local para que abra negocios que los beneficie?

Otro ejemplo de la creación de infraestructura con dinero del pueblo y en apoyo a las grandes compañías navieras internacionales, es la construcción de muelles turísticos, dado que México no posee barcos para ese efecto. El señuelo es el gasto del turismo naviero; menos de 600 millones de dólares anuales. (Menos del 5.0% del ingreso por turismo que reporta SECTUR) Y no es que debiera despreciarse dicho ingreso, sólo que el gobierno pudiera apoyar también a los pequeños empresarios que voltean al mar.

La ciudad de Bogotá, capital de Colombia se trasformó urbanísticamente (Y económicamente) cuando ocupó la alcaldía un filosofo, un hombre que comprendió el problema social y se decidió a resolverlo. Tal vez estemos a tiempo de que un filósofo ocupe la Secretaría de Turismo en este país, antes de que sea demasiado tarde. (Los políticos se han mostrado ya incapaces de hacer avanzar a la industria)   

Antes de que los pequeños infiernos reales alrededor de las islas artificiales se levanten en protesta por su miserable condición de servidumbre.

Portal de América - Fuente: Perspectiva Turística

Escribir un comentario

Promovemos la comunicación responsable. No publicamos comentarios de usuarios anónimos ni aquellos que contengan términos soeces o descalificaciones a personas, empresas o servicios.