Mientras se intensifica el debate, aumenta el riesgo de una guerra cambiaria
Lunes, 28 Enero 2013 20:36

Mientras se intensifica el debate, aumenta el riesgo de una guerra cambiaria
En septiembre de 2010, el ministro de Hacienda de Brasil provocó una pequeña conmoción cuando declaró que el mundo era presa de una "guerra de divisas". Mantega sostenía que las políticas monetarias hiperexpansivas que perseguían los países avanzados, junto a la manipulación del tipo de cambio para respaldar a los exportadores en China, estaban desviando capitales especulativos indeseados hacia las naciones de mercados emergentes y forzándolas a tomar sus propias medidas para debilitar sus divisas como represalia.
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por Michael J. Casey

Esos comentarios, que evocaron el espectro de un círculo vicioso de políticas de "empobrecer al vecino" que exacerbaron la Gran Depresión, desencadenaron un gran debate e incluso dieron el título a un libro éxito de ventas del banquero de inversión James G. Rickards. Pero en ese momento, los expertos económicos desestimaron en su mayoría esos comentarios, tachándolos de una lectura alarmista de lo que sólo era un realineamiento de la política después de la crisis.

Dos años y medio más tarde, Mantega ha encontrado algunos seguidores. Debido a que el yen ha perdido 13% de su valor frente al dólar en cuatro meses luego que el Banco de Japón accediera a las demandas del nuevo primer ministro Shinzo Abe de una política monetaria más expansiva, y con la Reserva Federal de Estados Unidos inmersa en una nueva ronda de "relajación cuantitativa" indefinida, las advertencias sobre una guerra de divisas están apareciendo cada vez con mayor frecuencia. Y vienen de figuras que se esperaría tuvieran una visión más moderada del mundo.

En discursos separados pronunciados el martes de esta semana, el saliente gobernador del Banco de Inglaterra, Mervyn King, expresó sus temores de que el sistema financiero mundial esté enfrentando una ola de depreciaciones competitivas de las monedas, mientras que el presidente del Bundesbank alemán, Jens Weidmann, reprendió al Banco de Japón por las políticas que "podrían llevar a un tipo de cambio cada vez más politizado". Los comentarios surgieron tras advertencias similares sobre las medidas de Japón realizadas este mes por el presidente de la Fed de St. Louis, James Bullard, y el miembro del directorio del Banco Central Europeo, Benoit Coeure, y al reclamo de Jean-Claude Juncker, primer ministro de Luxemburgo, quien encabeza el Eurogrupo de ministros de finanzas, acerca de que el euro estaba "peligrosamente alto".

Los gobiernos de los mercados emergentes también están empezando a manifestarse. Entre otros, funcionarios de los bancos centrales de Rusia y Corea del Sur han advertido que otros países podrían imitar a Japón y debilitar sus divisas.

De acuerdo al equipo de estrategia de moneda extranjera de Royal Bank of Scotland, 2013 podría ver como la actual ronda de "riñas de divisas se transforma en algo que podría arder a un nivel más internacional". Por lo que, preparándose para una guerra mundial de divisas, diseñaron una matriz que muestra qué bancos centrales tienen mayor "intención" y/o "capacidad" de intervenir. En los primeros lugares en ambos frentes están los bancos de Chile, Tailandia, Malasia y, lo que fue una sorpresa, Suecia.

Podría ser tentador desestimar todo esto y calificarlo de una mera hipérbole. La situación es mucho menos grave que las brutales guerras de monedas de los años treinta, las cuales estaban vinculadas intrínsecamente a las restricciones comerciales que usaban los gobiernos para proteger sus industrias nacionales, y que causaron una contracción del comercio mundial. Por ahora, al menos, los gobiernos son muy respetuosos de la Organización Mundial de Comercio como para seguir ese camino.

Sin embargo, existe una visión muy arraigada de que un expansionismo monetario extremo y estrategias cambiarias proactivas, las cuales escapan a la competencia de la OMC, representan un proteccionismo con otro nombre. De un modo o de otro, estamos en riesgo de que una serie de medidas de "ojo por ojo, diente por diente" perjudiquen fuertemente la economía mundial. El resultado final podría ser una guerra comercial o una pérdida generalizada de la confianza en el papel moneda, junto a un repunte de la inflación.

Al referirse a esta amenaza, los encargados de política frecuentemente justifican sus propias malas conductas. Puede que Mantega haya adoptado una posición "más papista que el papa" cuando atacó a la Fed y al Banco Popular de China, pero le dio una excusa para lanzar su propia estrategia de intervención, incluido un impuesto al ingreso de capitales, para debilitar su moneda, el real.

De manera similar, King del Banco de Inglaterra acompañó el martes sus comentarios de advertencia con afirmaciones de que la libra necesitaba una depreciación de 25% para reequilibrar la atribulada economía del Reino Unido, y que su banco central recurriría a una mayor flexibilización cuantitativa si fuera necesario.

Dichas afirmaciones no ayudan a alimentar la confianza mutua entre las naciones. Los países necesitan reconocer el impacto negativo de sus políticas a nivel internacional y, donde sea posible, renegar de las medidas que socavan el comercio mundial. (La Fed, por ejemplo, podría simplemente reconocer la verdad evidente de que la flexibilización cuantitativa debilita al dólar y crea desequilibrios en la economía mundial, aunque su intención sea impulsar la demanda interna más que la externa). Solo entonces los países pueden aunarse en el interés mutuo de un sistema de divisas de libre flotación que fomente el comercio mundial y promueva la prosperidad común.

Portal de América - Fuente: online.wsj.com

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