por  Lluis Mesalles

Porque el calendario es un compromiso, lo podríamos considerar como un contrato entre dos. Uno que ofrece las fechas y otro que pone los hitos. Se acerca la fecha que algunos dicen será el final del mundo, el final catastrófico de la vida como la conocemos, el Armagedon final. No les tomo en cuenta, porque, que haríamos si tuviéramos la certeza de que en unas horas vamos a ser todos, todos, exterminados, junto con todo lo que nos rodea y con lo que hemos convivido tanto tiempo, tanta historia? Seria terrible. Prefiero que cuando llegue, el final sea una sorpresa irremediable, sin retorno.

Pero también cada año me hago la misma reflexión, más práctica y elemental. Será que los que diseñan calendarios no los usan ellos mismos? Con que objeto y para que utilidad son diseñados? Me encuentro con una colección de calendarios inútiles. Algunos con preciosas fotos, pero con los días de tamaño tan pequeño que son casi ilegibles. Pocos ofrecen espacio para marcar las fechas señaladas para nuestra persona, nuestra familia o nuestro negocio. Muchos menos, casi ninguno, tienen catorce meses, para permitir ir copiando las citas del mes de diciembre anterior, y las del enero posterior.

Lo mismo con las agendas. Pareciera que algunas han sido impresas en otro planeta. Tienen los días de la semana en orden distinto al habitual, no indican los días festivos, y tampoco presentan las 24 horas del día. No todo el mundo trabaja, tiene citas o hace negocios en horas de oficina. Con las diferencias horarias, tenemos que saber que nos toca atender una llamada en horas donde no estamos en la oficina. Cuando estamos descansando o durante nuestras comidas. Hoy ha que provechar todas las horas para contactar con clientes, para vender, para seguir vivos en el mundo económico. Los calendarios, o cambian o desaparecen.

Si nos limitamos, nos excluímos nosotros mismos. Otros, más despiertos, se aprovecharán de ello.

Portal de América - Fuente: boletin-turistico.com