Lago tóxico, país tóxico
Domingo, 14 Octubre 2012 16:13

Lo que está ocurriendo con el lago de Ypacaraí es, en más de un sentido, una metáfora de cómo funciona nuestro país. La imprevisión, el desinterés, la incapacidad de pensar a largo plazo, la obsesión por el beneficio fácil e inmediato han causado el desastre ecológico, sanitario y económico que ha convertido el epicentro del turismo interno paraguayo por excelencia en zona de catástrofe.
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por Rolando Niella, de ABC Color del Paraguay

Una vez que el desastre ha sido consumado, todo el mundo se sienta a quejarse y a buscar a alguien que cargue con las culpas, a tratar de conseguir que se pase por alto la responsabilidad que le corresponde a cada parte, ya sea por incapacidad o por venalidad… Y, por supuesto, de paso, a buscar una forma de quedarse con un mordisco (para el propio bolsillo y lo mayor posible) del dinero que se pueda conseguir para hacer frente a la situación.

Eso no ocurre solo con el lago, sino que es una actitud generalizada de la clase política paraguaya y los responsables de administrar la cosa pública, tanto en relación con los problemas como con las riquezas del Paraguay.

Más de una vez el genial Roa Bastos afirmó que “el infortunio se ha enamorado del Paraguay”; habría que agregar que sistemáticamente lo llamamos a gritos. Las desgracias no nos las envían ni Dios ni el Diablo, son el producto de la acción humana: de la mala administración de los bienes públicos y peor gestión de los problemas.

Solamente los idiotas y los locos pueden creer que sus acciones o, también, sus inacciones no tienen consecuencias. Lo que hacemos y lo que dejamos de hacer, cuando es lo correcto, genera beneficios y progreso; cuando es disparatado, simplemente conduce al desastre.

Aunque deben existir varios más, lo que sé con seguridad es que hay al menos dos estudios técnicos internacionales que anticipaban el colapso del lago y proponían acciones preventivas y soluciones posibles. Esas propuestas de los especialistas llevan varios años durmiendo en los cajones del Gobierno central, de la Gobernación y de los municipios. Las autoridades, todas ellas, hicieron todo lo que los estudios aconsejaban no hacer y dejaron de hacer todo lo que los expertos consideraban indispensable y urgente.

De todas formas, cualquier persona sin ningún otro dato ni ningún otro conocimiento técnico que al acercarse al lago, ver su color, percibir su olor, podría haber predicho. Hace años –en mi infancia el lago era limpio, en mi juventud ya no– que el lago estaba destinado a colapsar y cualquiera con un poco de perspicacia podía citar las causas: demasiada urbanización y ninguna cloaca, demasiado uso y nada de control para el cumplimiento de las leyes ambientales, ningún cuidado sanitario y aún menos, mantenimiento de los desagües naturales.

Pero como dije al principio, la historia del lago es una metáfora del funcionamiento institucional del país, puesto que no constituye un caso único y peculiar, sino una situación generalizada con cientos de problemas que se podrían haber previsto y evitado, pero se dejaron crecer y agravar hasta volverse catastróficos.

La situación es comparable con el colapso del tránsito de vehículos, con el caos del transporte público, con la reforma agraria malversada, con el crecimiento del desempleo, con la falta de programas de industrialización progresiva, con la proliferación de mercados persas en torno a los hospitales públicos, con las edificaciones precarias que se caen en cuanto sopla el viento, con la falta de políticas para administrar las cíclicas crecidas y sequías del río, con los cortes sistemáticos de energía en un país que tiene Itaipú.

En realidad el país es como el lago Ypacaraí o el lago Ypacaraí es como el país: lago tóxico, país tóxico. Ni siquiera se puede decir que la causa sea la falta de previsión, sino la falta de interés o, más exactamente, una mezcla explosiva de inoperancia y corrupción generalizadas.

Portal de América - Fuente: www.abc.com.py

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