"Quiero un vaso, un cucurucho grande y un cucurucho chico", dijo la morocha ante la caja de una heladería top de Manantiales.
La cajera, por su atuendo y su presencia y además. por tener al dueño del local parado junto a ella, seguramente, era la otra parte de los bienes gananciales del
La morocha, con mirada fulminante retrucó: "perdón, creía que estábamos en Uruguay"...
Si bien en estos días, a las horas pico el tránsito es caótico, en general, se consigue estacionamiento en todos lados, inclusive, en los supermercados, esos si, en estos lugares hay que moverse con los ojos bien abiertos para sortear el inmenso parque de cuatro por cuatro y esquivar alguna, cuyo conductor no se adaptó a la calma veraniega y trajo consigo las costumbres que por el tamaño del vehículo, es fácil deducir desarrolla en Paraguay, aplicando el clásico "primero yo".
"Voy a ver si en la semana me tiro hasta Uruguay para ir a comer al Mercado del Puerto", dijo alguien detrás nuestro en el parador de La Mansa en el que almorzábamos.
"A Montevideo querrás decir" oímos que le decía otra voz.
"Si claro, eso quise decir", respondió el primero.
No pudimos resistirnos a la curiosidad y giramos para ver el rostro de quien se sentía en "el este" y no precisamente en Punta del Este, como escriben las revistas del corazón.
Musculosa para mostrar los idem, championes (perdón, zapatillas), bien bronceado (perdón, bronceado mal) y con un rodete en el pelo estilo Palito Pereira, (perdón, Gastón Gaudio) y la frase matadora: "el mismo día que llegué pagué el gym, 150 dólares hasta el 15, de mañana y de tarde se llena, voy a eso de las 3, cuando todos están en la playa".
Lo que podría merecer un análisis profundo es la venta en la playa. Creemos que no queda nada, absolutamente nada fuera de ese inmenso y glamoroso escaparate.
Desde mozos ataviados todos de blanco hasta los zapatos deportivos (para no ser reiterativos), hasta los más divertidos personajes como el de los pastelitos con un canasto de plástico rojo en cada brazo (algún supermercado los habrá echado en falta), sombrero de paja de alguna tía, lentes enormes y azules y con la voz impostada el pregón: "llegaron los de membrillo y los de dulce de leche, pasteeeeeles al hornooooo".
Hay muchos heladeros que trillan en todas las direcciones pero hay uno que es diferente: tiene grabado el clásico mensaje: "palito, vasito, heladoooooo", conectado a un megáfono que lleva disimulado tras la heladerita portátil y obviamente, es el que marca presencia.
Hemos visto vender relojes, sombreros, café, pareos, diarios, revistas y en determinado momento, apareció en la playa un grupo de varios brasileños, al menos hablaban portugués y algunos llevaban camisetas de Gremio o de Flamengo, portando unas redecillas con varios productos parecidos a las papas blancas y gritando: "sándalos de la Amazooooonia"...
Los shorts y las uñas de los pies pintadas de colores oscuros, es el uniforme del verano para ellas, mientras ellos, se pasean orgullosos e incrédulos, mostrando a su lado a la sustituta de la "patrona" de antes...
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