En estos tiempos que corren, para qué vamos negarlo, siempre que vamos a viajar, está en nuestra mente ese temor al disparate y ante la cierta posibilidad de que nos encontremos en el momento preciso en el lugar equivocado, debemos realizar ejercicios mentales muy complicados para seguir insistiendo con la eventualidad de armar valijas todas las veces que se pueda.
Y hay balas que pican cerca
Como anunciáramos, dentro de pocas horas estaremos en Orlando, ese punto geográfico que desde ayer es primera plana mundial por un nuevo atentado en el que mueren decenas de personas y otras tantas están heridas, algunas en estado crítico. Aún no hay certeza si se trata de un ataque religioso o la acción de un desquiciado que aparentemente la emprendió contra un colectivo porque "hace dos meses vio en Miami a dos hombres besándose y se indignó".
Visitaremos ese mundo de fantasía llevando con nosotros lo más preciado que tenemos, la familia.
No pretendemos con esta reflexión filosofar ni plantear posiciones que nadie nos pidió y que sabemos, en un medio como el nuestro no corresponden pero, como seres pensantes, como humanos queremos decir que cada día más deberíamos apostar al diálogo y al entendimiento entre los hombres y mujeres del mundo entero. Y creemos que el turismo puede ser una arma magnífica a tales efectos.
Hay minorías postergadas, por múltiples razones en toda la tierra y si bien hay determinación implacable y desprecio a la vida de un lado, hay muchos sordos, ciegos y mudos del otro que solamente toman en cuenta esta realidad cuando las balas les pican cerca.
Está claro que no se puede adivinar y tomar acciones de prevención ante la locura que puede desatar de un momento a otro una mente enferma como la del autor de la masacre en Orlando pero también sabemos, como lo sabe el mundo entero, que mucho de lo que está pasando con el terrorismo se podría amortiguar, minimizar y para ello, los que tienen el poder, deberían empezar a escuchar, ver y decir.
No cambiaremos los planes, las caritas de los nietos irradian toda la esperanza y toda la fantasía que tenemos la suerte de poder generarles pero a la vez, no podemos borrar de nuestra mente y mucho menos del alma, la certeza de la existencia de muchos millones de caritas que a esta misma edad, adoptan sin quererlo un día sí y otro también, un rictus de dolor, de espanto y de permanente tristeza.
En lugar de preocuparnos tanto de mentir estadísticas, usemos las redes universales de nuestra actividad para ponernos a generar más temprano que tarde, una campaña en pro de caritas alegres, aunque sea solamente ni más ni menos que por la paz y la esperanza de un mundo mejor.
Portal de América