por EFE
Fue un funcionario británico del Banco Mundial, John Duncan Miller, quien cambiaría para siempre el destino de la Costa Esmeralda, un territorio campesino, que los sardos conocían como "monti di Mola’’, sin urbanizar y marcado por la pobreza de sus habitantes.
Pero, a finales de los años 50, Miller visitó Cala di Volpe, una hermosa playa rocosa de aguas cristalinas que se ha convertido en lugar de recreo de celebridades y miembros de la jet set. En aquel lugar de gran belleza, se construyó un inmenso complejo urbanístico compuesto de grandes villas, hoteles y residencias que querían imitar la arquitectura rural del interior.
Pero la Costa Esmeralda es un pequeño microcosmos del lujo que tiene muy poco de sardo, porque ni rastro hay en ella de las tradiciones ancestrales que aún se conservan en lo más profundo de la isla.•
fuente: elnuevoherald.com
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