por María Sol Romero
No era su novio, no era un amigo. Era Andrea, un fotógrafo italiano que estaba hospedándose por unos días ahí.
A la generación de nuestros padres puede resultarle escandaloso o medio raro, pero hace algunos años nuestra generación adopto algunos cambios en la manera de realizar viajes. Si en un primer momento el hostel era la llamada “nueva experiencia”, hoy tenemos que hablar de Couchsurfing. Se trata de una forma de viajar y también un estilo de vida, por qué no. Hablamos de un sitio web que es una especie de red social que procura conectar viajeros con gente local, en más de 230 países, con el fin conseguir alojamiento no tradicional. Es decir, ni hotel, ni hostel, ni alquiler, hogares comunes y corrientes.
Es sencillo: abrís un perfil en www.couchsurfing.org y publicás qué es lo que ofrecés: couch (sillón, en inglés :) ) en el living, cama en habitación privada o compartida, entre otras variedades. O también si sólo estás dispuesto a mostrar y pasear por la ciudad, sin necesidad de abrir la puerta de tu casa.
Cada perfil delata cómo es cada uno, qué le gusta, qué idiomas habla y permite dejar votos y comentarios positivos o negativos de la persona, ya sea como invitado o como anfitrión. Eso construye la reputación de cada usuario y es del todo confiable.
No hay límite de edad ni restricción alguna. Además, el servicio no exige ningún tipo de contraprestación: si alguien te hospedó en tu visita al extranjero, no estás obligado a alojar a esa persona ni a nadie más.
¿Y qué tiene de positivo este tipo de experiencia? Las ventajas son varias, empezando por la económica. No se gasta más que para la comida y las actividades que se quieran hacer. Sin contar el enriquecimiento personal que significa ser parte de la vida diaria de la gente del lugar que se está visitando y la experiencia de hacer nuevos amigos en cada ciudad.
“Es el verdadero sentido de fraternidad. De ayudarnos a todos por sobre las banderas y nacionalismos. De conocer gente muy rara y distinta cuando viajás y de recibir a las mismas si no tenés la posibilidad de irte”, me contaba Santiago, couchsurfer empedernido -y novio de mi amiga-, mientras compartíamos una copa de Malbec y el italiano sacaba fotos de la deliciosa cena criolla que compartíamos para mostrarle a su gente vía Facebook.
fuente: blogs.lanacion.com.ar





