El Viajero Ilustrado se deleita visitando lugares cuyo atractivo está en su valor simbólico. Sabe que esos destinos no son “deslumbrantes” pero son siempre movilizadores. Generan emociones que vienen precedidas por motivaciones diferentes. La casa donde vivió Ana Frank o la pequeña vivienda donde padeció Franz Kafka, por ejemplo. Casas con historia que se ha convertido en una propuesta turística en sí.
Ajaccio, en Córcega, es un típico pueblo de mar. Su playa o algún mercadillo, son modestos destinos. Pero claro, hay ahí un bloque de viviendas de cuatro plantas, donde nació y vivió en su infancia Napoleón Bonaparte, genio militar y duro emperador. Visitar las habitaciones de los padres de Napoleón, los espacios destinados a los niños, sus salones, la gran cocina, muestran la sólida posición de la familia. Hay además reliquias, vestidos y lo más curioso: un mechón de cabello del gran Corso.
En Boulogne sur Mer, en las costas del Canal de la Mancha, a sólo dos horas de París, está la casa donde vivió José de San Martín. Todavía hay una farmacia de 1846, donde San Martín compraba sus medicamentos. El Libertador vivió allí los dos últimos años de su vida. Estaba casi ciego e intentaba alejarse de los disturbios de la revolución parisina del 48. Los habitantes de Boulogne sur Mer lo reconocieron y le ofrecieron un departamento frente a la bella avenida 113 Grande Rue. San Martín ocupó el segundo y tercer piso de esa casa, muy bien conservada, que pertenece a la Embajada argentina. El viajero se deleita viendo su mobiliario, muy sencillo y, sobre todo, su famoso reloj que se detuvo a las tres de la tarde del 17 de agosto de 1850, cuando el prócer murió.
Praga, entiende El Viajero, es una debilidad para espíritus sensibles. En el número 5 de la calle U Radnice, en una casa que aún conserva su fachada, nació Franz Kafka. Sin embargo, más representativa es la casa de Bbilekgasse, que el genial escritor alquiló y donde escribió “El Proceso”. Al hablar de Kafka, todo es incompleto sin una visita al Café Slavia, donde polemizó, bebió y se enamoró. Pero sobre todo, El Viajero ama sentarse en el Café Louvre, donde Kafka y su testaferro Max Brod disintieron, sobre el destino de la obra del gran escritor.
Cuando visita París, El Viajero no se priva de llegarse hasta Auvers-sur-Oise. A sólo 35 kilómetros de la capital francesa, allí pasó sus últimos meses Vincent Van Gogh. La famosa habitación del pintor en la Posada Ravoux, llamada Maison, no tiene nada en particular, salvo su valor simbólico. En la planta baja hay un restaurante y arriba, en su despojada habitación, El Viajero imagina los desgarradores momentos finales del genio del color.
La Casa de Ana Frank está en el centro de Amsterdam. Como se sabe, allí vivió esta adolescente de 14 años, recluida con su familia durante la ocupación nazi. Antes de ser descubiertos, la niña escribió su ineludible “Diario”, un documento estremecedor. La casa, uno de los hitos más visitados en Europa (un millón de personas por año), conserva recuerdos y fotografías de Ana y su familia.
El Viajero entiende que Sigmund Freud tiene tal celebridad que ha merecido que cada casa habitada por él, tenga su atractivo. Si bien es conocida su residencia de Londres, donde pasó sus últimos años, la casa paradigmática es la de Viena, en el apartamento nº 5 de la Berggasse 19, hoy convertida en museo.
El Viajero siente también particular aprecio por un escritor notable como fue Friedrich Nietzsche. Su casa natal, y también casa parroquial pues su padre era pastor, es un edificio de dos plantas, pintado de blanco y de líneas austeras que se preserva en la ciudad alemana de Röcken, cerca de Leipzig. Es un pequeño pueblo de solo 600 habitantes, por lo que El Viajero desvía su ruta solo por visitar esa casa que le devuelve la imagen sufrida y genial del filósofo alemán.
fuente: clarin.com/foto: blog.quehoteles.info





