Gastronomía con aire campestre
Viernes, 26 Noviembre 2010

Gastronomía con aire campestre

A pocas horas de la ciudad de Buenos Aires existe una variada oferta gastronómica que mezcla calidad y buen servicio con ambientes plenos de verde.

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por Vicky Guazzone di Passalacqua (*)

En sus menús se ofrecen platos como sorrentinos de pera y muzzarella, ragout de cordero o tikka de pollo. Su decoración, acorde con la últimas tendencias en diseño de interiores, apuesta a un estilo que rescata la arquitectura del siglo pasado y la funde con detalles modernos y de confort. Su servicio es eficiente y tiene el ojo siempre puesto en el detalle. Según esta descripción, bien podríamos estar hablando de algún exitoso restaurant de Palermo, Las Cañitas o Puerto Madero. Sin embargo, las características se aplican a distintos locales ubicados en pequeños pueblos y ciudades de la provincia de Buenos Aires. En esta nota, buscamos y armamos un recorrido por cinco restaurantes que atestiguan que la excelencia en gastronomía no es sólo patrimonio de los porteños.

Ave María – Tandil

A sólo 8 km de la ciudad de Tandil y en un casco de estancia de estilo normando, Asunción Pereyra Iraola de Zubiaurre y su familia construyeron hace 12 años los ocho cuartos que componen al hotel más idílico de la zona. El espacio para el comedor y restaurant, en tanto, se dio en dos amplios salones integrados a los jardines llenos de flores y con la sombra de árboles centenarios, eucaliptus, araucarias y pinos, entre otras especies.

“La cocina de Ave María está muy basada en el producto”, relata Asunción. Así, casi todo lo que se consume ha sido artesanalmente producido en el lugar. Bajo el objetivo de no repetir platos, el suyo es un menú rotativo que conjuga aromas caseros, sabores naturales de la propia huerta (se cosechan pimientos, lechugas, tomates, espárragos, zapallos, ruibarbo y chauchas) y una cocina de estilo europeo, aunque sin olvidar jamás los clásicos asados argentinos. A la hora de las picadas, además, se cuenta con los quesos traídos de los tambos estrella de Tandil. La hora del té, especialmente sustanciosa, merece un capítulo aparte, pues el entorno y la calma del paisaje de las sierras al atardecer son la perfecta compañía para sus variadísimas tortas, dulces, cereales y panes, todo por completo casero.

Para todos aquellos no hospedados en el hotel, se requiere hacer reserva previa (llamar al 02293-422843 o escribir a Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.). Con un precio de $100 per cápita sin bebidas incluidas, el restaurant está abierto todos los días de 12 a 14 hs y de 20:30 a 22 hs, aunque también puede visitarse para el horario del té.

A pocas horas de la ciudad de Buenos Aires existe una variada oferta gastronómica que mezcla calidad y buen servicio con ambientes plenos de verde. Galería
Boquitas Pintadas – General Villega

Aunque anteriormente conocido como “Luscofusco”, este restaurant de puertas añejas y techos altos lleva algunos meses haciéndole honor a la novela estrella de Manuel Puig, Boquitas Pintadas. “Así como todos los pueblos tienen algo que los distingue, nosotros tuvimos la suerte de tener a Puig”, apunta Leo Leiva, dueño y chef y asimismo sobrinonieto de los protagonistas de la novela.

Con una decoración a tono con el amor por la cultura que despliega el nombre, el salón presenta mesas pintadas, cuadros en venta en sus paredes y hasta enormes bocas de fibra de vidrio intervenidas por distintos artistas locales. En este ambiente, matizado por los colores tierra y una luz tenue y acogedora, se pueden probar delicias como ravioles de verdura y seso, focaccia con jamón crudo, mozzarella y tomate o pechuguitas de pollo agridulces, entre otros. A su vez, el patio posee una pequeña huerta que la mujer de Leo, Gianna, aprovecha para hacer dulces y licores caseros que luego ofrece a sus comensales.

Cuestionado acerca de los vericuetos de tener un restaurant tan cosmopolita en el medio de una ciudad rural, Leo es sincero: “Sé que sería más fácil ponerme una parrilla, pero no es mi estilo”. Pues en una ciudad de 15.000 habitantes, algunas noches de semana aún encuentran el local vacío. Y es que son muchos los que no pisan Boquitas Pintadas por miedo a no encajar o no contar con la ropa adecuada. “Pero una vez que traspasan la puerta, por lo general el prejuicio afloja y se quedan encantados”. Los mayores elogios, sin embargo, aún provienen de los turistas y visitantes.

Con capacidad de 56 cubiertos y un precio per cápita que ronda los $70 con vino incluido, abren de miércoles a domingo, únicamente a la noche.

El Tokio – San Antonio de Areco

A escasos 113 kms de la ciudad de Buenos Aires, San Antonio de Areco se ha vuelto un paseo ideal para todos aquellos que quieren disfrutar del ambiente de campo sin necesidad de manejar demasiado. Con callecitas tranquilas, arboledas añejas y una vida social que se estructura alrededor de la manzana de la iglesia, el pueblo parece respirar aires de otra época. “De ese mismo tiempo era originariamente El Tokio, el bar más conocido de Areco”, ilustra Dolores Zerboni, quien, de la mano de otras dos socias –Paula Gouyi y Elena Obreo-, se animó a abrir un espacio que los arequenses añoraron por 18 años. “Cuando abrimos en diciembre, había gente grande que pasaba por la puerta y se ponía a llorar de la emoción”, recuerda Zerboni.


Desde el primer momento de apertura, las tres socias supieron que querían mantener el espíritu genuino del local. Así, las puertas y ventanas son las originales, el espacio de la barra y las persianas de hierro fueron restauradas, y las mesas, sillas y sillones fueron elegidas entre muebles antiguos y de época. En aquel marco, El Tokio ofrece una carta sencilla pero sabrosa, en la que se destacan los lomitos y los crêpes para el almuerzo y las variadas tortas caseras que se preparan para el té. Tal cual los viejos tiempos, además, el lugar también cuenta con una heladería que funciona todo el año y con un sótano con un aljibe, un horno de pan y una cocina a leña.

El promedio de precio por cabeza para un almuerzo ronda los $35, en tanto la capacidad del salón abarca 80 cubiertos. Abierto todos los días de 8:30 am al cierre, El Tokio se ha vuelto una parte fundamental de la movida de Areco. “Es un pueblo para recorrer y disfrutar. Y si al final del paseo quieren venir a comer, ¡los esperamos acá!”, invita Dolores.

Punto Argentino – Azul

Aunque a simple vista su ubicación sobre la ruta podría confundirla con una típica parrilla, basta una segunda mirada para dar por tierra con aquella idea. Construido enteramente en piedra, Punto Argentino lleva cuatro años deleitando a locales y turistas con su cocina de autor. “Si bien al principio funcionamos como cafetería y lugar de venta de productos regionales, pronto viramos a restaurant, y en la actualidad contamos con espacio para 85 comensales”, relata Olaf Jacobson, uno de sus creadores. Lo acompañan en la tarea Sergio Groce y Gerardo Raidigos, el chef.

El local, ubicado dentro de un campo familiar de 60 hectáreas que a su vez funciona como hotel y responde al nombre de “Chacras de Azcona”, posee una ambientación cálida, con calefacción con salamandras que brindan un permanente olor a leña y mesas de pinotea y cerezo. A su alrededor, un amplio parque ofrece juegos para los más chicos. “Y estamos construyendo un salón para eventos con capacidad para 220 personas”, agrega Olaf.
El menú, amplio y bien provisto –enumera 28 platos más una o dos sugerencias diarias-, oferta tanto carnes rojas como cerdo y pescado, una rareza por estos lares del Interior. También se pueden pedir ricas picadas, con quesos traídos de Tandil y embutidos de Saladillo, y vale la pena probar las pastas y el pan, ambos elaborados artesanalmente. En lo que hace a los postres, una pastelera especializada produce una variedad de tortas y copas de mousse capaces de seducir hasta al menos goloso.

Para aquellos interesados en visitarlo, abre de martes a domingo de 11:30 a 15:30 y de 20:30 al cierre. Su precio ronda los $80 por cabeza, vino incluido.

Catalín Finca – Pergamino

“Preparamos cocina francesa con toques de campo”. Así describe Sebastián Abal, chef y dueño junto a su mujer Cecilia Gil, la propuesta que ofrecen en Catalín Finca. Bajo ese rótulo, se engloban platos en los cuales los distintos tipos de carne son siempre el principal ingrediente, ofreciendo desde ragout a costillar de cerdo y cordero asado. Su principal gracia, sin embargo, consiste en lo cambiante de su menú, que se renueva todas las semanas y ofrece tres opciones de entrada, plato principal y postre.

Luego de una mudanza del centro y un ligero cambio de título (anteriormente se llamaba “Catalín Bistró”), hoy el local está ubicado en un predio de una hectárea y media, en una antigua casona muy bien conservada. Allí, Abal y su mujer compusieron una decoración plena de madera y muebles rústicos, en perfecta sintonía con el espíritu campestre del lugar. El nombre, en tanto, responde a la conjunción entre el de su primera hija, Catalina, y el origen vasco del matrimonio.

Pero para la ciudad de Pergamino, acostumbrada a tener todo a una distancia posible de hacerse a pie, la nueva locación aún no acaba de seducirla. “Ellos están acostumbrados a ver verde, por lo cual no aprecian tanto el paisaje. Nuestros mayores comensales acaban siendo los CEOs de empresas relacionadas al campo, los turistas de paso o los productores de pools de siembra de la zona”, ilustra el chef.

Su precio por cabeza ronda los $80, vino incluido, y si bien están abiertos sólo viernes y sábados por la noche, Sebastián asegura que también abren a pedido si la mesa supera los seis comensales.

fuente: (*) Especial para Perfil.com

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