Inmersión quechua en el Amazonas
Miércoles, 12 Febrero 2014

Inmersión quechua en el Amazonas
Degustar gusanos y hormigas con sabor a limón, lanzarse en un neumático corriente abajo, extraer oro o que un chamán le libere del mal de espanto son algunas de las actividades de la selva ecuatoriana. Allí, es posible convivir con comunidades indígenas durante unos días.
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por Isabel García

Ya habían oído hablar de ella en Quito. De su condición de manjar, de su tradición milenaria (anterior incluso a la llegada de los españoles al Nuevo Mundo), de la mala educación si se rechaza... Pero ni con ésas. Por eso, cuando esa amable sonrisa indígena, aderezada toda con la colorida indumentaria de los quechuas de la Amazonía ecuatoriana, se dirige hacia el nuevo grupo de viajeros con un vaso rebosante de chicha entre sus manos, se lo piensan.

En canoa por el Amazonas.

Dudan, se miran entre ellos... y aceptan. «No está tan mal», comentan tras ingerir de golpe esta bebida amarga elaborada a base de yuca y que se deja fermentar durante días en enormes vasijas de barro. Su símbolo es el de la amistad y los aborígenes dan la bienvenida con ella a los visitantes. Falta un dato: la tradición marca que las mujeres mastiquen literalmente la masa. Pero ya casi no se hace. Por si acaso, nadie pregunta.

Así reciben en Cotococha, un serpenteante lodge de 22 cabañas de hojas de palmera y bambú a orillas del río Napo, uno de tantos afluentes del Amazonas, en la provincia homónima. Traducción: a cuatro horas por carretera desde Quito. O a 45 minutos en avión. Si se opta por lo primero, el paisaje es espectacular, ya que atraviesa las reservas de Antisana y Coca-Cayambe por aquellos caminos por los que el guerrero inca Jumanji se escondió de los ibéricos en un cueva hasta arriba de oro... Y por los que esos mismos conquistadores dieron con otro codiciadísimo bien, la canela.

Sin luz eléctrica

Sesión de tiro a la cerbatana.

Una vez en Cotococha, la no-civilización rebosa. Nada de luz eléctrica. Así que, de noche, mejor andar con un candil por aquello de no tropezar con culebras o lagartijas despistadas. Mientras, la inmersión quechua arranca en el restaurante, decorado con motivos indios y cuajado de hileras de bancos de madera. De primero, sopa de verdura y zarapa (especie de tortuga acuática). Luego, un buen hornado de cerdo, maíz y papas. El postre, crêpe de frutas tropicales y té de guayusa, planta aromática que concentra más cantidad de cafeína que ninguna otra. Para la noche se deja la elaboración manual de cacao. Y la cata de gusanos...

De momento, llega la visita a la comunidad indígena de Tiyu Yaccu, a la que se llega en canoa. Allí uno conoce desde dónde viven (en cabañas a uno o dos metros sobre el suelo para salvaguardarse de los animales) a qué comen (desde carne de mono -no es lo común- a cuys, una especie de ratón gigante sin cola, muy sabroso, según los más osados) o cómo hablan (apunte términos como wasi-casa-, arrarray -caliente- y chuchaqui -resaca-). También se descubre de qué subsisten: a base de la cosecha de maíz, papas y yuca y de elaborar artesanías que venden a los turistas. No en vano, todas las ganancias se reparten entre las familias a través de mingas, otra palabra quechua que significa «trabajar en conjunto».

Brebajes alucinógenos

La fauna emerge en toda su plenitud.

Otra de las actividades que todavía realizan es la batea de oro en las arcillosas aguas del río, que luego venden en la ciudad de Tena a razón de unos 36 dólares el gramo. El turista está invitado a probarlo. Y también el tiro a la cerbatana, ese canuto en el que se introducen flechas a modo de proyéctil y que salen disparadas cuando se sopla por un extremo. ¿Más opciones? Rafting, kayak y lanzarse en un simple neumático por los rápidos del Amazonas. Tiene nombre propio el invento: tubing.

La aventura sigue con una caminata por la selva ataviados, eso sí, con unas buenas botas de caucho. Mientras, el guía va comentando las bondades de la caña brava (bambú) para levantar cabañas. Y de cortar el cordón umbilical de los bebés. O lo curativa que es la ortiga de papaya para el reuma, los nervios y el mal de ojo. Tambiénpor qué esas hormigas amarillas (o culonas) saben a limón...Si uno quiere hacerse una limpia de malos espíritus con un chamán, también puede hacerlo. Eso sí, mejor obviar la ayahuasca, un peligroso brebaje alucinógeno que suele asociarse a viajes astrales, comunicación con espíritus, adivinaciones...

'Tubing', la otra forma de recorrer el Amazonas.

Su significado enquechua es «soga del ahorcado» o «enredadera del alma» y, según los expertos, permite ver cosas de tu pasado que habías olvidado, de forma que puedas entender tu presente e incluso tu futuro. Pero ojo, que no puede ser usado por cualquiera. Por algo ha provocado desapariciones e incluso muerte de personas ajenas a estos saberes, sobre todo turistas. Por ejemplo, la gente no sabe que durante el día no se pueden tener visiones con la ayahuasca. Sólo a las 8 ó 9 de la noche. Y hay alimentos que no sirven para mezclar con la planta como el babano barraguete o la yuca, porque están torcidos. Y eso, espiritualmente hablando, no puede ser...Palabra de chamán.


Portal de América - Fuente: www.ocholeguas.com

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