Lima para descubrir
Lunes, 27 Enero 2014
En Lima nunca llueve y suele estar nublado. El centro histórico es un paseo obligado.
La capital de Perú posee varios atributos que justifican una estadía. Gastronomía, paisaje e historia son algunos de ellos.
por Gabriela Vaz, El País Digital
Muchos de los turistas que arriban a Perú deciden pasar de largo por Lima. Bajan del avión y van derechito a la sección de conexiones del aeropuerto, para llegar lo más pronto posible a Cuzco, la ciudad más visitada del país. Sin embargo, vale la pena darle una oportunidad a la capital peruana y prolongar la estadía allí por uno o dos días.
Es verdad: Lima es grande. Enorme. Con sus ocho millones y medio de habitantes, cuenta con una amplísima variedad de espacios verdes, museos, centros comerciales, monumentos de la época colonial y, como todo el resto del país, interesantes vestigios arqueológicos. Sin embargo, dos días son más que suficientes para llevarse una buena idea de lo que la ciudad ofrece.
CIUDAD DE LOS REYES.
La primera observación que realizan los turistas al poner un pie en suelo limeño generalmente está relacionada con el clima. Es que, por su ubicación geográfica, éste suele ser bastante particular. Y he aquí la sorpresa: Lima es un desierto. Literalmente, la capital peruana se encuentra en el llamado "desierto costero", lo que en otras palabras significa que siempre tiene un altísimo nivel de humedad, que su cielo está constantemente nublado y que, sin embargo, nunca llueve: su promedio de precipitaciones anuales es de siete milímetros. Que caiga agua con cierta intensidad es un evento que la mayor parte de la población puede ver como algo muy extraño. Las garúas, en cambio, son bastante más habituales. Asimismo, el turista debe tener en cuenta que en el período de mayo a noviembre las neblinas y la humedad se conjugan con una temperatura muy baja para estar en una zona tropical, rondando los 17 grados.
Una vez que se ha vestido apropiadamente para no sufrir el clima limeño, es hora de dejar su lugar de alojamiento y salir a recorrer las calles.
El primer destino suele ser el más obvio en poblados de larga data: el centro histórico. Con casi 500 años de existencia -fue fundado en 1835 por los españoles bajo el nombre de Ciudad de los Reyes- y es Patrimonio de la Humanidad desde 1988 por su importante legado cultural. Allí hallará entonces lo usual: la plaza Mayor o de Armas, el Palacio de Gobierno y la catedral, entre otros edificios. Se destacan a su vez la Basílica y Convento de San Francisco, así como la de Santo Domingo. De hecho, el recorrido por las iglesias de la ciudad es bastante popular entre los turistas. También es muy visitado el Palacio de Torre Tagle, donde en la actualidad funciona el Ministerio de Relaciones Exteriores.
La transitada zona y sus alrededores constituyen una película fiel del Perú más cotidiano; dinámico, colmado de gente, bullicioso, y sin dejar de regalar pintorescas imágenes que le recuerdan al visitante dónde es que está.
Por ejemplo, en una plaza de pleno centro, en medio del ruido de los vehículos y el incesante trajinar de peatones, es posible encontrarse con una alpaca, impávida frente al alboroto callejero y ataviada con un clásico atuendo andino. Sentada a su lado, su dueña pide una "colaboración" monetaria a quienes desean sacarse una foto con el animal, situación que se repite a lo largo y ancho de todo Perú, donde tanto llamas como alpacas son un elemento bastante común. En algunas regiones, es incluso usual que su carne sea parte del menú gastronómico.
COCINA & MAR.
El centro cuenta con varios restaurantes que ofrecen comida típica. Si quiere probar el más autóctono cebiche, Lima es uno de los lugares ideales para hacerlo, ya que se ubica en la región costera del país.
Por eso mismo, la rambla es otro de los paseos inevitables para todo visitante. Sobrecoge caminar por la orilla o bien transitar la autopista junto a ella en ese tramo conocido como la Costa Verde, entre el mar y las altas paredes de roca que flanquean la ciudad por el oeste. Un detalle para los que se impresionan con facilidad: cada pocos kilómetros, se ven carteles que señalan las rutas de evacuación en caso de tsunami. Si, por el contrario, camina encima de los acantilados, tendrá una vista privilegiada de la costanera y el océano Pacífico desde una buena altura.
Eso sí, como ya habrá imaginado atendiendo a las vicisitudes del clima, lo cierto es que -a pesar de estar completamente volcada sobre el mar- Lima no es una ciudad playera. Para disfrutar de la arena debe recorrer unos cuantos kilómetros, y si lo que desea es conocer un paraje tropical, directamente tiene que visitar otras regiones de Perú, sobre todo las que están más al norte. Sin embargo, la vista de la rambla limeña vale cualquier pena.
Siguiendo por el malecón a la altura de Miraflores -el barrio más seguro de la capital, según los lugareños, y también el más coqueto; razones que lo hacen el preferido de los turistas para optar por alojamiento-, se ubica el famoso Parque del Amor, coronado en su centro por la escultura El Beso, del artista Víctor Delfín. Es una de las postales más clásicas de la ciudad y el telón de fondo obligado en las fotografías que toman los extranjeros.
En la avenida La Mar del mismo barrio está repleto de cebicherías; distan de ser las más económicas, pero los precios tampoco son inaccesibles. Un plato ronda los 35 soles (unos $ 280 uruguayos). Distinto es acercarse al restaurante más famoso de Miraflores, Astrid y Gastón, catalogado el año pasado como "el mejor de América Latina" por una revista especializada. Para sentarse allí, el comensal tiene que estar dispuesto a desembolsar entre 100 y 150 soles ($ 800 y $ 1.200) por plato.
HISTORIA.
En el residencial y turístico barrio de Miraflores se puede encontrar a su vez una de las huacas limeñas. Es que, para no ser menos -Perú es el sueño de cualquier antropólogo o arqueólogo-, también la capital del país cuenta con construcciones antiguas y restos arqueológicos abiertos al público que brindan un rico testimonio cultural.
"Huaca" (del quechua: waca) es el término que designaba a los sepulcros incaicos y preincaicos. En Miraflores se alza la Huaca Pucllana, que es hoy el sitio arqueológico más investigado de Lima. El tour por la pirámide de 25 metros de altura -conociendo patios, plazas y recintos de la construcción que tiene unos 1.500 años- dura un mínimo de una hora, con guías en inglés y en español.
No obstante, vale recordar que es sólo una de las más de 50 huacas desparramadas por la capital peruana, algunas de ellas con 4.000 años de antigüedad. Mucho más que un aperitivo para los que tienen como próxima parada a Machu Picchu.
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