Hamburgo, donde se forjó el carácter de la Merkel
Lunes, 20 Enero 2014

Hamburgo, donde se forjó el carácter de la Merkel
Desde la histórica, tan seria, hasta la desenfrenada del barrio del pecado. También la portuaria, con su trasiego perpetuo, y la de almacén, estática y reciclada. Todas estas ciudades conforman la esencia de la metrópoli con más personalidad, en la que, por cierto, nació la canciller alemana Angela Merkel.
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por Noelia Ferreiro

Ciudad acuática por excelencia y verde, la más verde de Alemania. Amante de los espacios abiertos y sibarita impenitente. Moderna y cultureta, un poco altiva también. Con buen ojo para el business y muy orgullosa, por supuesto, de su pasado hanseático. Hamburgo es así, un compendio de facetas que la convierten en la urbe más dinámica del norte germano. Su encanto irresistible pasa por abordar el presente con un carácter implacable.

1. La dignidad histórica

Devastada por el gran incendio de 1842 y, más tarde, por las bombas de la II Guerra Mundial, el casco viejo precisó una reconstrucción larga que compensara tanta injuria. Una reafirmación de poder que logró con el Ayuntamiento (Rathaus), coronado por 20 estatuas del Káiser, y con el esplendor barroco de las calles circundantes, incluida la iglesia-faro Sankt Michaelis y los bulevares de Mönckebergstraße, Spitalerstraße y Neue Wall. Para las compras está la elegante Jungfernstieg, donde antaño las familias burguesas paseaban a sus hijas solteras. Y el oasis lo pone el lago Alster, salpicado de velas y piraguas.

2. El orgullo portuario

Es el alma de Hamburgo, ese puerto sobre el río Elba –el segundo mayor de Europa- en el que atracan barcos procedentes de todo el planeta. Pero es, también, el responsable del perfil moderno de la ciudad y de su elegancia marítima. Contenedores gigantes, agradables paseos por la orilla y museos dedicados a la gloria mercantil de esta ciudad que huele a trasiego y lejanía, y que es, tal vez por ello, tan abierta y cosmopolita. Se autodefine como La Puerta al Mundo. Las razones no pueden ser más obvias...

3. El anhelo del pueblo

Se llama Karoline Quarter y es simplemente eso: una especie de aldea pseudoalternativa a pocos pasos del centro, gobernada por jóvenes aburguesados pero con un regusto rebelde. Artistas, bohemios, graffiteros y cantantes de hip-hop conviven con parejas más normalitas que pasean a sus bebés por el parque. Aquí todo parece fluir: los huertos urbanos gestionados por la comunidad, el tráfico reducido a patines y bicicletas, las incontables tiendas de discos, objetos atípicos y ropa de segunda mano que conforman la Marktstraße...

4. La nostalgia de almacén

Con los primeros brillos del atardecer, esta suerte de Venecia postindustrial alimenta un idilio urbano: los canales y torreones, el gótico báltico, las fachadas de ladrillo guillermino sobre retorcidos callejones. Es lo que queda de la Speicherstadt, donde aún se amontona café, té, tabaco, alfombras orientales... y ahora también, ordenadores y tabletas. Fuera de sus gruesos muros brotan hoy cafés y restaurantes, con atracciones tan variopintas como el Miniatur Wunderland: 1.300 m2 de maquetas para adultos con complejo de Peter Pan.

5. El respeto étnico

Hogar de antiguas colonias de turcos y serbios, Schanzen, el vecino de Karoline, está más orientado al ocio. Bares, terrazas y su cuota de restaurantes multiculturales lo convierten en el emplazamiento ideal para tomar la primera, justo en la animadísima Schulterblattstraße, presidida por los restos del Teatro Flora. Un edificio desconchado y ruinoso, pero con un gran valor icónico: el de la lucha por conservar la personalidad del barrio, en contra una plastificación homogénea.

6. La vena canalla

Carnal y pecaminoso, Sankt Pauli no sólo pone en Hamburgo la nota de color -la china en el zapato de su castidad- sino también la alegría de su equipo de fútbol, esa versión alemana del Rayo Vallecano, perdedor y marrullero, la viva imagen del que fuera el barrio de la ebriedad marinera, tocado ahora por los postulados hipster. Porque la calle Reeperbahn ha dejado de ser un mapa de neones rojos, antros ruidosos y erotismo explícito, para brindar también -eso sí, con nocturnidad y alevosía- una oferta teatral de primer orden. Sankt Pauli ya no da miedo porque es, lo dicen los modernos, un laboratorio de ideas.

7. El fervor de los Beatles

Sí, ya lo dijo John Lennon: «Crecí en Liverpool, pero maduré en Hamburgo». Ningún miembro alcanzaba la veintena cuando aquella desconocida banda de melenudos irrumpió en los garitos de la ciudad con un contrato miserable bajo el brazo. Llegaron a tocar hasta 93 noches sin descanso, dejando a la posteridad un archivo de anécdotas y leyendas. Entre otras irreverencias, en esta urbe germana los Beatles pulieron su estilo, unificaron su imagen y descubrieron a Ringo Star en el clamor de una noche cualquiera. Once días después de marcharse, en 1962, alcanzaron su primer Nº 1 en las listas de éxitos. El resto, ya se sabe...

8. La proyección futurista

Dicen que es la metrópoli del siglo XXI, aquella que provee, en el mismo radio, residencia, trabajo, ocio, gastronomía y cultura. Edificios ultramodernos proyectados por arquitectos de renombre, parques, plazas y paseos, todo flamante sobre las aguas del Elba y a sólo un paso del puerto. La HafenCity es el mayor proyecto urbanístico del norte de Europa y alberga un hito urbanístico: la Filarmónica de Herzog & de Meuron (aún en obras) que se alza sobre el techo de un almacén.

Portal de América - Fuente: www.ocholeguas.com

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