Aprender kung fu en el Templo Shaolín
Miércoles, 25 Septiembre 2013

Aprender kung fu en el Templo Shaolín
Tiene poco que ver con aquel monasterio budista fundado por monjes guerreros, pero este templo legendario sigue albergando uno de los centros más importantes del mundo para el estudio de las artes marciales.
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por Diego Torres

La entrada a 12 euros. Espectáculos de kung fu pensados para los turistas. Hoteles, restaurantes y todas las comodidades para el viajero. El Templo Shaolín tiene hoy ya poco que ver con aquel monasterio budista fundado en el siglo V donde la leyenda cuenta que los monjes preservaron las más preciosas técnicas de las artes marciales chinas. El recinto que alberga el templo semeja hoy más un parque de atracciones que un lugar para la meditación y la disciplina física y mental.

Detrás de esta fachada turística, sin embargo, se encuentra uno de los centros más importantes del mundo para el estudio de las artes marciales. Probablemente, además, el más concurrido. Cuando el Templo Shaolín resurgió de sus cenizas tras los años de hierro del maoísmo, la fama que le granjearon las películas y las series de televisión comenzó a atraer primero a jóvenes chinos y luego foráneos, y pronto multitud de escuelas de kung fu aprovecharon la popularidad de los monjes guerreros para instalarse en los alrededores.

Cada tarde, decenas de miles jóvenes vestidos con sus túnicas se concentran en enormes explanadas, bajo la atenta mirada de los instructores, y dan lustre a sus cuerpos con precisión y energía. La mayoría viene del campo. Sus padres los envían en busca de un futuro mejor.

Escuelas laicas

En China, mediante el kung fu uno puede convertirse en un maestro de las artes marciales, en un actor, en un luchador o en un intérprete de variedades. Todas son salidas más lucrativas que arrancarle el fruto a la tierra con el sudor de la frente.

La inmensa mayoría de las escuelas son laicas y no guardan relación alguna con lugar de culto budista, salvo por el hecho de que se encuentran en un radio de dos o tres kilómetros del templo, en el valle de Songshan, en la provincia interior de Henan.

Normalmente, los alumnos chinos están en régimen de internos. Viven allí durante la mayor parte del año bajo una disciplina bastante dura. Su día comienza a alrededor de las cinco de la mañana, cuando salen a correr a la intemperie. La jornada se completa con ejercicios técnicos, clases de matemáticas y lengua, las comidas, más entrenamiento físico y finalmente algunas horas libres. Está prohibido el alcohol. Y las peleas.

Cursos para extranjeros

Muchos de estos centros aceptan también aprendices extranjeros. Suelen ser muy flexibles. Los visitantes foráneos suponen una fuente importante de ingresos. Algunos estudiantes contratan por horas a los maestros. Otros hacen un curso específico de unas semanas en una escuela. Y los menos se quedan a vivir por periodos más largos.

Para aquellos que quieran aventurarse en el mundo de las artes marciales, existen multitud de opciones. Los monjes del Templo Shaolín (ver guía) aceptan a muy pocos alumnos internos, pero suelen estar abiertos a dar clases personalizadas individuales o en grupo. Eso sí, sus lecciones están entre las más caras. La escuela privada más exitosa hoy en día es Tagou, que tiene una excelente reputación entre los aficionados chinos. También hay una escuela pública, el centro de entrenamiento de artes marciales del Templo Shaolin.

Para el viajero ocasional, la zona, además, ofrece numerosos parajes de interés histórico. La Unesco declaró en 2010 Patrimonio Cultural de la Humanidad los «monumentos históricos de Dengfeng (el municipio donde se ubica el valle de Songshan) y el centro de la tierra y el cielo», un área de 40 kilómetros cuadrados donde se encuentra el Templo Shaolín, las tres puertas Que Han, la plataforma del reloj de sol de Zhougong y el observatorio de Dengfeng, además de varios templos más.

Portal de América - Fuente: www.ocholeguas.com

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